El incierto viaje de Vinicius Tobias: de un búnker en Kiev al Real Madrid
El lateral derecho cedido en el Castilla e inscrito para la Champions, acababa de firmar con el Shakhtar cuando Rusia invadió Ucrania, y pudo salir del país tras 17 horas en tren, 7 en autobús y una cadena de favores tejida por Ceferin
A Vinicius Tobias el fútbol le sacó de una de las favelas más peligrosas de Brasil, la Ermelino Matarazzo de São Paulo; le colocó en Kiev al comienzo de la invasión rusa de Ucrania; y un mes más tarde, después de un periplo angustioso e incierto, le depositó en Valdebebas enrolado en el filial del Real Madrid. El lateral derecho de la Brasil sub-20 y del Inter de Porto Alegre dio el salto soñado a Europa en enero. Tenía 17 años y aún no podía firmar un contrato, pero ya había alcanzado un acuerdo con el Shakhtar Donetsk, ...
A Vinicius Tobias el fútbol le sacó de una de las favelas más peligrosas de Brasil, la Ermelino Matarazzo de São Paulo; le colocó en Kiev al comienzo de la invasión rusa de Ucrania; y un mes más tarde, después de un periplo angustioso e incierto, le depositó en Valdebebas enrolado en el filial del Real Madrid. El lateral derecho de la Brasil sub-20 y del Inter de Porto Alegre dio el salto soñado a Europa en enero. Tenía 17 años y aún no podía firmar un contrato, pero ya había alcanzado un acuerdo con el Shakhtar Donetsk, rival este miércoles de los blancos en la Champions.
Se unió a ellos en la ciudad turca de Antalya, a orillas del Mediterráneo, adonde van a entrenar los equipos ucranios y rusos huyendo del invierno. Este año la comidilla era el rumor de una inminente invasión. En febrero se trasladaron a Kiev. El 23, Vinicius Tobias cumplió 18 y pudo firmar su contrato. Al día siguiente, antes de las cinco de la mañana, se oyeron en la ciudad las primeras explosiones del ataque militar. A las nueve el futbolista ya estaba refugiado con su esposa en el búnker del hotel Opera, propiedad del dueño del Shakhtar.
En la sala, conocida como Symphony, se juntaron unas cincuenta personas: los otros 12 futbolistas brasileños del equipo, y alguno de otros clubes, sus familias, el cuerpo técnico del italiano Roberto de Zerbi (ahora en el Brighton), el entrenador portugués del Lille, Paulo Fonseca, y el croata Darija Srna, director deportivo del Shakhtar.
Algunas embajadas se movieron más rápido que otras. En las primeras horas, Portugal sacó a Fonseca y a otras dos personas, e Italia organizó la evacuación de sus ciudadanos, aunque De Zerbi y su gente no quisieron irse si no podían salir también los brasileños. Pero su legación diplomática no resultaba demasiado prometedora. Pasaban los días, con el soniquete de fondo de las bombas, y crecía la angustia en el búnker. Al grupo se fueron acercando buscavidas dudosos que les ofrecían sacarlos del país a cambio de enormes cantidades de dinero, según el relato de una fuente cercana a los refugiados. Ante la desesperación por el sentimiento de abandono, los futbolistas llegaron a decidir pagar. Pero entonces apareció el presidente de la UEFA.
Lo contó Srna: “Llamé al señor Ceferin y lloré por teléfono. No podía ver a los futbolistas y sus familias indefensos y llorando”. Empezó entonces una operación para sacarlos de allí, dirigida por las más altas instancias del organismo rector del fútbol europeo. Tras cinco días en el búnker, el grupo recibió indicaciones para subirse a un tren rumbo a Lviv, cerca de la frontera polaca. La federación ucrania se ocupó de que pudieran atravesar el caos de una estación abarrotada por miles de personas aterradas que intentaban huir ante el avance de las tropas rusas.
Durante el trayecto de siete horas recibieron otra llamada. No debían bajar en Lviv. En aquel momento se tardaba más de día y medio en cruzar a Polonia. Tenían que continuar en el mismo tren hacia Rumania, otras diez horas, con poca agua, sin comida. Pero la frontera rumana también se encontraba atascada y otra llamada les advirtió de que no podrían salir por allí. Les indicó que subieran a un autobús que estaría esperándolos para conducirlos al límite con Moldavia. Otras siete horas de trayecto.
Allí la situación no tenía mucha mejor pinta: la cola en el paso fronterizo medía unos tres kilómetros. Pero la UEFA había hecho gestiones con la federación moldava, y les aseguraron que la policía los estaría esperando. Así fue: los agentes les permitieron saltarse la cola y consiguieron salir de Ucrania. Ya del otro lado, rompieron todos a llorar.
Dos días más tarde, Vinicius Tobias estaba de regreso en São Paulo con su familia, mientras sus agentes mantenían negociaciones con una decena de clubes europeos. Hasta que apareció el interés de Florentino Pérez y le dijeron que se iba a Madrid. “¿A qué?”, preguntó perplejo. Un mes después de dejar el búnker, el futbolista brasileño llegó a Valdebebas para jugar cedido por el Shakhtar en el Castilla, y este curso el Madrid, después de una pretemporada prometedora, lo ha incluido en la lista para jugar la Champions que le permite reencontrarse con sus excompañeros.
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