Cristiano afronta el periodo más amargo de su carrera
Suplente en el United, en donde suma un gol en ocho partidos, la estrella de Portugal, de 37 años, se mide a España en Braga en plena lucha contra su declive biológico
El campo se llama Edén. Pero según lo recorría ensangrentado y aturdido, a sus 37 años Cristiano Ronaldo debió sentir que había traspasado el umbral que conduce al valle de las sombras.
El goleador europeo más prolífico de la historia siempre vivió al día. Como si el pasado y el futuro no existieran, no se detuvo a contemplar las consecuencias de sus actos y se concentró en el gol con desesperación. Cuando hace poco declaró que quería jugar el Europeo de 2024,...
El campo se llama Edén. Pero según lo recorría ensangrentado y aturdido, a sus 37 años Cristiano Ronaldo debió sentir que había traspasado el umbral que conduce al valle de las sombras.
El goleador europeo más prolífico de la historia siempre vivió al día. Como si el pasado y el futuro no existieran, no se detuvo a contemplar las consecuencias de sus actos y se concentró en el gol con desesperación. Cuando hace poco declaró que quería jugar el Europeo de 2024, algunos de sus compañeros más jóvenes, aquellos a los que todavía no les molesta su ambición desmesurada, se le acercaron para echar unas risas a costa de su partida de nacimiento. “Diogo Dalot”, recordó Cristiano; “me dice: ‘tú has jugado con todos los futbolistas históricos de Portugal’, ¡eres un anciano!”.
Cristiano se ríe del paso del tiempo pero, por si acaso, no deja de combatirlo. Tampoco en este arranque de temporada, el más negro de sus más de dos décadas como profesional. Cuando hace dos semanas el seleccionador portugués, Fernando Santos, le convocó para disputar las últimas dos jornadas de la Liga de las Naciones antes de la Copa del Mundo de Qatar, lo hizo consciente de que debía recuperarle física y mentalmente. El delantero del United venía de ser titular apenas en tres partidos de los ocho que había jugado y en su casillero solo figuraba un gol: contra el Sheriff en Liga Europa, y de penalti. La víspera de enfrentar a la República Checa, el sábado en Praga, el técnico anunció que jugaría de inicio en el Edén: “Cristiano está en condiciones”.
Hay un punto fatídico en la vida de los goleadores. Es el momento en el que descubren que sus músculos comienzan a acortarse y pierden la elasticidad y la velocidad de reacción imprescindibles para desenvolverse en el territorio más poblado por los defensas rivales. El entorno áspero y vertiginoso en el que, como decía Luis Aragonés, “están los cocodrilos”.
Algunos, como Butragueño, experimentan el declive antes de los 30. Otros, los más atléticos, pueden prolongar su productividad máxima durante años a base de adaptaciones. Hasta 2016, Cristiano fue latifundista. Se movió a lo largo y a lo ancho del campo, desde el círculo central hasta los extremos, y desde los extremos al punto de penalti en un frenesí incesante. En el último lustro se recluyó en un jardín: estrechó su campo de acción a las inmediaciones del área y su rendimiento goleador se multiplicó. Pero el tiempo no transcurrió en balde. Praga fue una mala revelación.
Dos pases de Bruno Fernandes, de izquierda a derecha a lo largo del área de penalti, uno a los diez minutos de partido y otro pasada la media hora, dejaron a Cristiano Ronaldo solo ante el portero Tomas Vaclik. En otros tiempos el hombre habría sido rápido y preciso para ganar la posición y disparar sin controlar. Esta vez le ocurrieron dos contratiempos. En la primera acción se esforzó tanto por tirar el desmarque que llegó al contacto entumecido y se descoordinó al golpear. En la segunda jugada renunció a la velocidad para afinar el tiro y se le anticipó el central. Desolado ante las dos ocasiones clamorosas desperdiciadas, pisoteó la tierra como si señalara que la irregularidad que le había hecho fallar era responsabilidad del cortador de césped. En su empeño por marcar disputó un balón al que no podía llegar y sufrió un tremendo golpe de Vaclik que le hizo sangrar por la nariz. Tiró cuatro veces en todo el partido. Nunca entre los tres palos.
Por evitar los rigores del área, se pasó la vida renegando de la condición de punta o nueve. Pero ya nadie le considera otra cosa. Preguntado por el futuro del equipo portugués en el Mundial que se avecina, André Villas-Boas, no tuvo dudas: “Los últimos seis años fueron los mejores de siempre de la selección, ganamos la Euro en 2016 y la Liga de las Naciones. Tenemos mucha creatividad en las bandas, medios muy técnicos, y en la punta, donde históricamente nos ha faltado un goleador, está Cristiano. Creo que será el último Mundial de Cristiano. Y creo que va a estar a la altura”.
Bruno Fernandes: “Él genera una sobrecarga en su zona”
Portugal goleó 0-4 a la República Checa sin que Cristiano brillara, pero incluso Bruno Fernandes, el nuevo líder del ataque, defendió su vigencia. “Como mediapunta”, advirtió, “jugar con Cristiano es muy bueno porque los defensas tienen tanto miedo de que reciba la pelota y se gire que se vuelven todos hacia él y eso genera una sobrecarga en su zona. Yo he marcado goles atacando el espacio que Cristiano deja a su espalda cuando se mueve hacia los palos”.
“Ronaldo es un ejemplo para todos nosotros, los que no tenemos tanta calidad, porque demuestra que con trabajo podemos competir contra los mejores”, dijo Dani Alves, que le reivindicó. “Ni él ni yo somos jugadores de talento puro: llegamos donde llegamos gracias al trabajo. Gracias a su trabajo, él pudo competir con Messi. ¿Cómo no respetar eso?”
Alves, como Villas-Boas, Fernando Santos y Bruno Fernandes hablan bajo los efectos que producen las estadísticas históricas. Los 117 goles de Cristiano en 190 internacionalidades desde 2004 superan todos los registros europeos y americanos conocidos. El mito induce a pensar en su perpetuidad. Este martes en Braga (20:45 horas, La1) los temblorosos centrales de España se enfrentan a mucho más que un goleador decadente.
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