Serena Williams se retira, sí, pero no todavía
La estadounidense sortea a Kovinic en su estreno en Nueva York (doble 6-3) y aplaza la retirada en una velada de récord, con 29.402 espectadores en las gradas
Lo deja, sí. Pero no todavía. Estaba todo preparado, por si las moscas, así que Serena Williams puso todo de su parte, venció a Danka Kovinic (doble 6-3, en 1h 40m) y la organización del US Open echó el resto. Montado el dispositivo, toda la farándula, había que aprovecharla. Así que la velada que tenía aroma a despedida definitiva —solo había ganado un partido esta temporada— se tradujo en un anticipo festivo del epílogo de la legendaria tenista estadounidense. La campeona de 23 grandes progr...
Lo deja, sí. Pero no todavía. Estaba todo preparado, por si las moscas, así que Serena Williams puso todo de su parte, venció a Danka Kovinic (doble 6-3, en 1h 40m) y la organización del US Open echó el resto. Montado el dispositivo, toda la farándula, había que aprovecharla. Así que la velada que tenía aroma a despedida definitiva —solo había ganado un partido esta temporada— se tradujo en un anticipo festivo del epílogo de la legendaria tenista estadounidense. La campeona de 23 grandes progresó, retrasó el adiós y, puño en alto, se la espera en el episodio de este miércoles, frente a la estonia Anett Kontaveit. Pinta a que ahí ya no tiene escapatoria, pero Williams es Williams, así que todo es posible. Hasta el final, con ella en escena, todo puede suceder.
“En este momento, todo es un bonus para mí, cada rival es muy difícil. Solo pienso en el momento, en vivir el ahora”, transmitió en la sala de conferencias. “La recepción de la gente ha sido realmente abrumadora. En ese momento pensaba: ¿de verdad esto es real? Pero a la vez pensaba: aún tengo un partido que jugar... Nunca olvidaré esto”, prolongó Williams, agasajada con un mosaico espectacular (“Te queremos, Serena”) en el mismo marco en el que capturó su primer major, en 1999, muy lejos ya, cuando derribó en la final a la suiza Martina Hingis. La primera piedra del gran imperio. Y de ahí al infinito.
Poco antes de las siete y media de la tarde, la Arthur Ashe sufrió una sacudida monumental cuando Serena irrumpió en la pista. Engalanada con una capa y un vestido negro, salpicado de brillantes, la estadounidense recibió una ovación atronadora por parte de los 29.402 espectadores —récord histórico en una sesión nocturna en cualquier grande— que se congregaron para una cita de alto voltaje emocional. Adrenalina de principio a fin. Sin tregua. Del primer al último pelotazo de la estadounidense, que se sostuvo a base de oficio y esos chispazos de furia tan característicos: cuanto más cerca estaban las llamas, más certera era la respuesta. Serena siempre será Serena. No existe la rendición en el diccionario de las Williams.
De alguna manera, su vida ha consistido en una rebelión permanente, tanto dentro como fuera de las pistas. Pocos muros se le han resistido, pocos imposibles se le han negado. Así ha cincelado a una campeona imperecedera que ante el presunto adiós respondió con una arrebatadora demostración de grandeza. Comenzó nerviosa, dos dobles faltas en el primer turno de servicio, y luego se metió en un lío al ceder tres juegos sucesivos después de haberse hecho con los dos primeros. Sin embargo, se corrigió, se enderezó y se agrandó; impuso el mastodóntico espíritu de esas siglas doradas (SW) y retrasó el adiós. A Kovinic la engulló la mística. Se la tragó la tierra.
Compromiso, inclusión, igualdad
“Prefiero la palabra evolución”, puntualizó cuando se le mencionó la retirada, cerca de cumplir 41 años. “Porque siento que no estoy necesariamente retirándome, sino evolucionando desde el tenis. Y me siento diferente. Pero ha llegado el momento de evolucionar hacia lo siguiente, hay muchas otras cosas que quiero hacer”, expresó la plusmarquista del torneo (en la Era Abierta, a partir de 1968) junto a su compatriota Chris Evert, ambas con seis títulos.
A pie de pista, el cineasta Spike Lee le acompañó en el fotograma inicial y desde las gradas lo presenciaban todo un largo listado de celebridades. La cantante Queen Latifah lucía en su camiseta la palabra GOAT —abreviatura anglosajona de Greatest Of All Times, la mejor de la historia—, el expresidente Bill Clinton sonreía cuando le descubrían las cámaras y el púgil Mike Tyson, sentado junto a Martina Navratilova, respondía con gesto humilde a la ovación más sonora. Artillería pesada para arropar a la leyenda, y todo el mundo en pie y apuntándola con el móvil cuando se costeó un 0-40 y se disponía a poner la rúbrica.
Selló, llegó la apoteosis y al compás, los besos hacia la grada. También el homenaje anticipado. “Nos conocimos en 1998 y nunca olvidaré ese día. Tenía seis años y me dijo: sí, puedo sacar […]. Gracias por tu compromiso con la inclusión y la igualdad, y por compartir tu viaje con cada uno de nosotros”, le dedicó Billie Jean King, semilla del activismo en el circuito femenino. “Gracias por inspirar a la siguiente generación”, continuó la presentadora Oprah Winfrey. “Creo que es la hora”, concluyó emocionada la protagonista, que adelantó una suculenta exclusiva en cuanto se formalice estos días el definitivo paso de página. Abróchense los cinturones: llega la Serena 2.0.
Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.