El Jumbo-Visma saca el mazo en La Vuelta a España

Gesink se convierte en el primer líder tras una etapa en la que solo Ineos y Quick-Step pudieron seguir la estela del equipo de Roglic

El Jumbo-Visma, durante la victoria de la contrarreloj por equipos en la primera etapa de La Vuelta.LA VUELTA (LA VUELTA)

De los Países Bajos, una de las grandes patrias de la bicicleta, donde se entremezclan los canales y las praderas con las dos ruedas, salió La Vuelta por segunda vez, 13 años después del inicio en el circuito de Assen, la catedral del motociclismo. Ocurrió en Utrecht y fue con una contrarreloj por equipos en un recorrido de 23,3 kilómetros, de anchas avenidas sin demasiadas complicaciones técnicas por más que se sucedieran 41 curvas. Aunque la gloria fue para el Jumbo-Visma, un auténtico ciclón que sacó el mazo a las primeras de cambio: 13 segundos...

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De los Países Bajos, una de las grandes patrias de la bicicleta, donde se entremezclan los canales y las praderas con las dos ruedas, salió La Vuelta por segunda vez, 13 años después del inicio en el circuito de Assen, la catedral del motociclismo. Ocurrió en Utrecht y fue con una contrarreloj por equipos en un recorrido de 23,3 kilómetros, de anchas avenidas sin demasiadas complicaciones técnicas por más que se sucedieran 41 curvas. Aunque la gloria fue para el Jumbo-Visma, un auténtico ciclón que sacó el mazo a las primeras de cambio: 13 segundos al Ineos de Carapaz y Carlos Rodríguez, y 14 al Quick-Step de Alaphilippe y Evenepoel; los otros equipos que subieron al podio. Fanfarria para Robert Gesink, primero en ponerse el maillot rojo porque cruzó antes que nadie con Jumbo la línea de meta, y sobre todo de Roglic, que de buenas a primeras saca 31 segundos a Yates (BikeExange), 35 a Almeida (UAE), 41 a Hindley (Bora) y 43 a Enric Mas (Movistar).

Decidió la alcaldía de Utrecht que no se pasara por el centro de la ciudad sino que se atravesaran todos los barrios colindantes con el núcleo urbano, paisajes con canales, mercadillos, flores, grafitis y hasta jaranas, como la del barrio Biltstraat, que desde hace días pedía foodtrucks de bocadillos españoles para ambientar, también con Dj hasta la una de la madrugada. Y no falló la afición, que atestó el circuito y que animó con denuedo desde detrás de las vallas, tampoco los paraguas porque la lluvia hizo acto en escena de forma intermitente y sin llegar a condicionar a los equipos.

Las nubes que se cernían sobre la ciudad, precisamente, eran la mayor de las preocupaciones de los mecánicos. “Es que si llueve y está mojado el asfalto, habrá que rebajar la presión de las ruedas para que tengan más adherencia”, explicaban, didácticos, desde el Euskaltel. “A ver si ocurre lo mismo que en la última contrarreloj de la Vuelta de 2014, en Santiago, ese día que Contador venció la general”, cruzaban los dedos con sonrisa pícara desde el Burgos-BH, equipo que dio el pistoletazo de salida a esta Vuelta y en referencia a la etapa que venció el italiano Adriano Malori [salió de los primeros, antes de que arreciara una tormenta e invalidara las posibles intentonas de superarle]. No sucedió porque las gotas no empaparon la carretera y Jumbo, el último en salir pero el más rápido en cruzar la línea de meta, no tuvo rival y reivindicó la fortaleza de su equipo, completo como pocos. Pero no es lo normal.

A los rodadores les pirra, los escaladores la suelen temer. La contrarreloj por equipos no es el inicio soñado para alguno, que se despierta con un nudo en el estómago, consciente de que esta disciplina es poco frecuente —se hacen una media docena de etapas al año, como mucho— y que puede entorpecer a su equipo. Es una jornada donde no hay espacio para la inspiración ni tiempo para deleitarse con las vistas, pues todo pasa por concentrarse en mantener el ritmo, administrar las fuerzas y tratar de sobrevivir, al menos cinco de los ocho componentes del grupo. La táctica sí está viva, directrices de los directores sobre cuándo se permite dejar al primer corredor descolgado, qué ritmo imponer por tramos y, sobre todo, cómo distribuir los relevos. Los técnicos son los que deben tirar en las zonas complicadas, y los potentes y veloces en las rectas para dar gas. Y de eso, en Utrecht, había unas cuantas. Ahí es donde aparecían Affini y Gesink para el Jumbo-Visma, que enseñó a todos la matrícula.

“Es mucho estrés y requiere mucho esfuerzo para los que no van bien en llano”, reconocía al acabar Dani Navarro, del Burgos-BH. No pensaba lo mismo Juan Ayuso, de 19 años: “Ser el más joven del pelotón solo me quita presión, aunque estoy un poco sobrecogido porque hay mucha gente. Pero esto es un sueño y vengo a aprender, a disfrutar y hacerme mejor corredor”. Escasa exigencia que no comparten Hindley, Supermán López, Almeida o Mas, que van a rebufo nada más empezar, que tienen claro que Jumbo-Visma y Roglic no bromean. “Hemos ido tan fuertes porque nuestro objetivo es que Primoz vuelva a ganar La Vuelta. Así que mañana [por hoy], volveré a trabajar para él”, resumió Gesink, feliz maillot rojo en su país.

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