Inglaterra honra a Wembley

En una final con récord de asistencia absoluto en una Eurocopa (87.192 espectadores), las inglesas se imponen en la prórroga a Alemania y conquistan su primer título

Las jugadoras de Inglaterra celebran su victoria en la Eurocopa este domingo en Wembley.Shaun Botterill (Getty Images)

Celebró el fútbol en Wembley. Y lo hizo por partida doble, hasta por triple si se quiere. Ganó la coral Inglaterra, una selección que supo jugar con y sin balón, que se gustó pero que también sufrió. Ganó el juego, después de un torneo precioso, coronado con una final que pasó del miedo al vértigo y que nunca aburrió. Pero, sobre todo, ganó el fútbol femenino. Inglaterra y Alemania honraron a la Catedral y se llevaron un premió extra, una marca única, símbolo de los nuevos tiempos. La UEFA...

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Celebró el fútbol en Wembley. Y lo hizo por partida doble, hasta por triple si se quiere. Ganó la coral Inglaterra, una selección que supo jugar con y sin balón, que se gustó pero que también sufrió. Ganó el juego, después de un torneo precioso, coronado con una final que pasó del miedo al vértigo y que nunca aburrió. Pero, sobre todo, ganó el fútbol femenino. Inglaterra y Alemania honraron a la Catedral y se llevaron un premió extra, una marca única, símbolo de los nuevos tiempos. La UEFA promocionó como nunca el torneo y la gente reaccionó como siempre que habla la pelota. Wembley firmó un récord jamás visto en una Eurocopa tanto femenina como masculina: 87.192 espectadores, la marca anterior era de 79.115 en la Euro de 1964, cuando España le ganó a la Unión Soviética en el Bernabéu.

Inglaterra honró a Wembley para conquistar la primera Eurocopa de su historia, en una final que coronó a las dos mejores selecciones del torneo. Las mujeres de Three Lions, sin embargo, enseñaron una marcha más, fiel imagen de su seleccionadora Sarina Wiegman. Pero Alemania es Alemania. A veces se luce, otras no tanto; siempre compite. Y no entregó fácil la derrota en Wembley, menos contra Inglaterra. Kelly elevó a Inglaterra en la prórroga, en una final que mandó un mensaje al mundo. Por el récord de asistencia, pero también por el fútbol. Europa le enseña a Estados Unidos que ya no están solo Alemania y Noruega para desafiar su cetro. Ya se suman Inglaterra, Suecia, Países Bajos y también España, que sin sus dos máximas figuras (Putellas y Hermoso), puso contra las cuerdas a la campeona en los cuartos de final.

A la final le costó despertar. El balón iba y venía. Sin rumbo ni dueña pasaba de las inglesas a las alemanas como en un futbolín. Un juego temeroso y atolondrado que contradecía al fútbol por momentos vistoso, siempre vertical de las inglesas, como también al de las consistentes y combativas alemanas. La selección de Martina Voss-Tecklenburg buscó, de entrada, taponar las bandas de las Three Lions.  Silenciadas sus volantes, Alemania esperaba. Inmunes a la presión del público, a la decisión del VAR —no contempló una mano de Williamson en el área—, también al tortazo emocional de perder en el calentamiento a su muchacha franquicia: Popp.

El ritmo del duelo cambió tras el paso por los vestuarios. En realidad, lo cambió Alemania. Se había terminado la espera. Alemania se plantó en el campo inglés. Pero si alguien es capaz de imaginar varios partidos en uno, sin temor para quitar a White, máxima goleadora de la historia de las Three Lions, es Wiegman. La neerlandesa pasó al 4-4-2 y ni se inmutó cuando perdió por lesión a Mead, su mejor artillera del torneo. El ingenio de Wiegman mandó al campo a Toone. ¿Cuánto tardó en darle la razón? Una jugada. En el primer balón que tocó, Toone se plantó cara a cara con Frohms. ¿Qué se le ocurrió? Una vaselina. Un gol de hemeroteca en un torneo histórico.

Miedo a perder

Entonces, sí. De la final del ritmo perezoso se pasó a un encuentro intenso, de ida y vuelta, símbolo de dos selecciones ambiciosas, con gasolina para aguantar un tren de juego feroz. Apretaba Alemania. Contraatacaba Inglaterra. Magull durmió a Bright y se coló en el área pequeña para firmar el 1-1. El empate silenció Wembley y prendió la máquina del tiempo. Como en el inicio del duelo, se impuso el miedo a perder, como si la prórroga fuera un analgésico para la tensión. Y, en cierto modo, lo fue. En el tiempo añadido ya era todo emoción. Inglaterra se entregó a su hinchada y Alemania a la resistencia.

Ya sin pausa en la circulación del balón, la pelota quieta se presentó como la solución. Tanto para tomar aire como para intentar romper el empate. Y así apareció Kelly. Un gol de carambola y de peleona. Un gol de forcejeo en el área pequeña. Un gol, en definitiva, imborrable para las Three Lions. Tan imborrable que Bobby Moore, que levantó la Copa del Mundo en 1966, ya no está solo en la historia grande del fútbol inglés. Ahora, Williamson alzó la Euro. También ante Alemania. También en Wembley. 

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