Annemiek Van Vleuten pone el broche y ya es campeona del Tour de Francia femenino

La corredora del Movistar vence con autoridad en la Super Planche des Belles Filles y se consagra como la número uno del ciclismo mundial

Annemiek van Vleuten, exhausta, levanta el puño al cruzar la línea de meta este domingo.JEFF PACHOUD (AFP)

En un bis impecable, Annemiek van Vleuten, ciclista legendaria, palmarés incomparable, ha certificado este domingo su primer Tour de Francia a lo grande, tumbando a todas sus rivales en La Super Planche des Belles Filles y demostrando, un día más, insaciable, por qué es la mejor corredora del planeta. Coronado el muro vertical de los Vosgos, con rampas superiores al 24%, Van Vleuten, radiante, amarillo incrustado en la piel, se ha dejado l...

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En un bis impecable, Annemiek van Vleuten, ciclista legendaria, palmarés incomparable, ha certificado este domingo su primer Tour de Francia a lo grande, tumbando a todas sus rivales en La Super Planche des Belles Filles y demostrando, un día más, insaciable, por qué es la mejor corredora del planeta. Coronado el muro vertical de los Vosgos, con rampas superiores al 24%, Van Vleuten, radiante, amarillo incrustado en la piel, se ha dejado llevar: “No había mejor forma de acabar. Estoy muy orgullosa de ser la primera mujer en ganar esta nueva versión del Tour femenino”.

Más de cuatro horas antes, todavía con la resaca de otra gesta memorable, el pelotón, liderado por la neerlandesa del Movistar, acudía al último control de firmas con claros síntomas de cansancio. Casi mil kilómetros en las piernas, ni un día de descanso desde la fiesta inaugural en París, era evidente que las corredoras querían disfrutar de la clausura, pero también acabar.

No pudo hacerlo la sudafricana Ashleig Moolman-Pasio, lastrada por una infección en las últimas horas. La escaladora del SD Worx, duodécima en la general y gran apoyo de Demi Vollering en las cotas, ha sido una de las principales decepciones de entre las favoritas. Ahora se entiende por qué. “Es increíble cómo de rápido puede cambiar todo, de sentirte muy fuerte a totalmente vacía”, dice, triste por no estar en condiciones de terminar la carrera.

En el último petardazo, la Super Planche des Belles Filles, broche de oro a una edición histórica del Tour femenino, repleta de emoción, seguimiento y jornadas electrizantes, Annemiek van Vleuten estrenaba bicicleta, amarilla hasta la última fibra de carbono.

Sin dejar de sonreír, Mavi García, cejas arqueadas, suspiraba antes de subirse a la bicicleta por última vez: “No sé qué esperar. Ayer fue un día muy difícil, la cabeza quería, pero el cuerpo no me dejaba”. Y añadía: “No creo que me haya recuperado, pero no tengo nada que perder. Lo que tenga, lo daré”.

Y así fue. A casi 100 kilómetros de meta, la del UAE, banderola de España cruzada en el blanco impoluto del maillot, asestaba la primera sacudida del día y, junto a un puñado de corredoras, conformaba la fuga del día.

Por detrás, con la diferencia petrificada siempre en torno al minuto, Annemiek van Vleuten, líder impecable, vigilaba las tímidas arrancadas de Demi Vollering, más fe que piernas, ya sin compañeras de equipo. “Fue duro darme cuenta de que no podía aguantar el ritmo de Annemiek”, dijo la del SD Worx, ojos vidriosos en meta.

En el último día, ni siquiera los sustos con la bicicleta de Van Vleuten, que tuvo que cambiar hasta en tres ocasiones para recuperar la suya, oscura, habitual durante los últimos días —y desechar la amarilla, enviada por la marca deportiva—, elevaron las pulsaciones de la líder del Movistar, imperturbable.

En cabeza, García, demasiado generosa en el esfuerzo, exigía unos relevos que nunca llegaban. ¡¿No os interesa la escapada?!, parecía decir a sus acompañantes.

Arriba, en la cima del Ballon de Alsacia, a 38 kilómetros de meta, donde brilla, mármol oscuro, el monumento a Juana de Arco, heroína de otro tiempo, García entró en cabeza con más de un minuto de ventaja sobre el grupo de favoritas.

En los pies de la Super Planche, a diez de meta, la ventaja ya se había evaporado. La española, metros en cabeza, tornaba el cuello, cansada, temerosa por ver quién venía detrás. Quién si no. Annemiek van Vleuten, sobrada, lanzaba el último ataque, martillazo de quien se sabe superior.

En su intento por ver el mundo arder, la neerlandesa del Movistar no miró atrás. Allí rodaba Vollering, sentada como siempre, avistando una sombra amarilla que cada vez era más pequeña. Diez segundos. 20. 30.

En el último kilómetro, grava empolvada, público enloquecido y pendiente del 24% —donde Pogacar superó a Vingegaard en la edición masculina—, Van Vleuten, retorcida sobre el manillar, ha volado hacia la eternidad. Segunda victoria consecutiva y broche dorado al primer Tour de Francia femenino de la era moderna. “No soy una soñadora, solo busco objetivos y trato de conseguirlos”.

En la despedida, cientos de espectadores en meta, ambiente de despedidas, el alcance de Van Vleuten sí es onírico. El Tour de Francia abre puertas que no abren otras carreras, pero también confirma lo que sí confirman las demás. En lo alto de los Vosgos, lugar citado para concluir el renacer del ciclismo femenino, Annemiek Van Vleuten, amarillo reluciente, sonrisa relajada, ha cerrado el círculo perfecto y se ha consagrado, si no lo estaba ya, como la mejor ciclista del planeta. “Era el único maillot que nos faltaba”, dice a este periódico, feliz, Eusebio Unzúe, jefe de filas del Movistar.

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