Nadal: “No puedo seguir jugando con el pie dormido”
El balear, que ha jugado el torneo con los nervios anestesiados, dice que probará otro tratamiento y que debe tomar una “decisión de vida”, aunque va a intentarlo
Fiel siempre a la tradición, Rafael Nadal entra a la sala de conferencias con un doble brinco que le permite acceder a la peana desde la que departe con los periodistas. Se lleva una ovación, corresponde con un thank you y, en cuanto toma asiento, empieza a apurar una botella de litro y medio de agua a la que después de media hora de charla solo le queda un dedo de líquido. Habla el mallorquín después de días y semanas de especulación y rumorología, aunque previamente ya ha resuelto el gran enigma sobre la pista, durante la ceremonia final: “Voy a seguir intentándolo”. Hasta donde se lo...
Fiel siempre a la tradición, Rafael Nadal entra a la sala de conferencias con un doble brinco que le permite acceder a la peana desde la que departe con los periodistas. Se lleva una ovación, corresponde con un thank you y, en cuanto toma asiento, empieza a apurar una botella de litro y medio de agua a la que después de media hora de charla solo le queda un dedo de líquido. Habla el mallorquín después de días y semanas de especulación y rumorología, aunque previamente ya ha resuelto el gran enigma sobre la pista, durante la ceremonia final: “Voy a seguir intentándolo”. Hasta donde se lo permita el pie izquierdo, ese escafoides que en 2004 se partió por la mitad en Estoril y dejó sobre el alambre una de las carreras más extraordinarias de la historia del deporte, Nadal seguirá compitiendo.
La rueda de prensa se dilata durante 40 minutos y tan solo hay un par de preguntas sobre la final, otra sobre Ruud. “Se agradece que una sea sobre tenis…”, bromea el mallorquín, tal vez más emocionado que feliz en este preciso instante y que, como prometió el primer día de este último recorrido por París, comenta de manera minuciosa el estado actual de la lesión congénita que le afecta prácticamente desde que ingresó en el circuito profesional y cómo lo ha tratado.
“No puedo seguir jugando con el pie dormido”, introduce en inglés Nadal, que describe con precisión quirúrgica. “Es obvio que no puedo seguir jugando en las circunstancias en las que estoy, así que voy a tratar de encontrar una nueva solución. Aquí he podido jugar en unas condiciones extremas, con inyecciones en los nervios para dormir el pie, por eso he podido jugar. Mi doctor me ha puesto anestesia en los nervios y eso me quita esa mala sensación en el pie, pero también conlleva un riesgo y puede producir otras cosas por ahí. Pero, por supuesto, Roland Garros es Roland Garros y quería darme la oportunidad de poder hacer algo”, continúa el de Manacor, que posee 63 títulos en tierra, seguido por el argentino Guillermo Vilas, con 49.
“Se ha hecho un bloqueo a distancia, con inyecciones a distancia que repercuten en los nervios. Estoy jugando sin dolor, pero con cero sensación; es como cuando te duermen alguna vez en el dentista, para que os hagáis una idea. Así se ha podido dar la opción”, prosigue después en español; “las inyecciones me han ido bien. Teniendo en cuenta eso, ahora vamos a volver a casa y a hacer una intervención en los dos nervios. Son unas inyecciones con radiofrecuencia pulsátil, que podrían quitarme la sensación [negativa] en el pie; se trata de inhibir el nervio, quitar esa sensación de dolor tan permanente. A ver si se puede dejar el nervio medio dormido y tener esa otra sensación más permanente; aunque me lo deje con poca sensibilidad, el objetivo es que me lo deje con poco dolor”.
Nadal, de 36 años y ya a la altura de Steffi Graf, también ganadora de 22 grandes, cuenta que estos días se le han aplicado “unas dos inyecciones antes de cada partido”. Y no se anda con rodeos: “Si funciona este tratamiento seguiré; si no, no seguiré”. Dice el balear —tercer jugador que enlaza triunfos en Australia y París, tras Jim Courier (1992) y Novak Djokovic (2016)— que debe mantener una charla consigo mismo y que, en función de cómo responda el nuevo método y cómo se sienta, evaluará.
“Es un planteamiento de vida, analizar si me compensan según qué cosas. Una operación probablemente no me lo aseguraría del todo... Tengo que hablar conmigo mismo con mucha calma y tomar ya una decisión de vida, decidir si me compensa llegar a estar medio año parado [como el curso pasado]. Pero ahora no puedo contestar a eso. Ahora mismo no estoy preparado para tomar una decisión así”, continúa Nadal, que antes de llegar a Roland Garros sopesó y decidió asumir los efectos secundarios de la anestesia para tratar de asaltar otra vez el grande francés, pero que ya no está dispuesto a seguir haciéndolo.
Asumir riesgos... o no
“El pie no está peor por lo que he hecho aquí, pero hay un riesgo, y no quiero seguir asumiéndolo. Tenía una bala, he ganado el torneo y esto estará siempre en mi memoria. Pero mi pie no está peor. Ahora bien, siempre he dicho que la vida está por encima de otras cosas. Mi prioridad siempre ha sido mi felicidad. Si sigo siendo feliz jugando con lo que tengo, seguiré; si no, no lo haré”, recalcó.
Nadal, que antes de saltar a la pista también ingiere antiinflamatorios, celebra que ha conseguido aislarse y concentrarse en su tenis. Así ha reconquistado el territorio perdido, en una línea progresiva conforme ha ido avanzando rondas y logrando algo que solo habían conseguido previamente el sueco Mats Wilander (Roland Garros de 1982) y el suizo Roger Federer (Open de Australia 2017): derrotar a cuatro rivales del top-10 de camino al título.
Pese a todos los malos ratos y los estragos anímicos del tratamiento, Nadal dice que “siempre merecen la pena los esfuerzos porque siempre obtienen una recompensa; quizá no de puertas afuera, pero sí personal”. Añade que lo que ha hecho “no es ninguna heroicidad” porque ha competido “sin dolor y en buenas condiciones”. El problema es, recalca, “aceptar mentalmente las cosas que tienes que hacer para poder jugar”, en este caso “sabiendo que era una situación límite”.
Lo ha hecho en el Bois de Boulogne, su reino. En su análisis, remarca que en la final contra Ruud ha sido determinante su revés cruzado para expandir la pista y hacérsela mucho más grande al noruego. Y, volviendo a las lesiones, dice que la apuesta de 2016 (rotura de muñeca, abandono en París) no le salió bien, pero que “hay que apechugar”. En todo caso, Nadal mira al frente con optimismo y confía en que “las cosas funcionen”. Vive de “emociones e ilusiones” y es muy consciente de que seguir jugando y triunfando a sus 36 es un regalo. Le quedan cuerda y combustible al mallorquín, en cuyo diccionario no existe la palabra rendición.
VOLUNTAD DE IR A WIMBLEDON, AUNQUE CON ASTERISCO: “SI MI CUERPO ESTÁ LISTO”
Nadal expresó su deseo de acudir a Wimbledon, que este año se celebrará del 27 de junio al 10 de julio. Eso sí, viajará a Londres siempre y cuando se reponga del desgaste de estos días en el pie y la situación no le exija seguir jugando anestesiado.
“Iré a Wimbledon si mi cuerpo está listo para ir a Wimbledon. Es un torneo que no quiero perderme, nadie quiere perdérselo. He vivido grandes emociones allí y tengo un gran respeto por el torneo. Sí quiero estar en Wimbledon, por supuesto, pero todavía no puedo dar una respuesta clara sobre ello”, indicó en primera instancia el balear.
Y añadió: “Wimbledon [conquistado dos veces, 2008 y 2010] es una prioridad, siempre lo ha sido. Si puedo jugar sin antiinflamatorios sí, pero si no, no. No quiero ponerme otra vez en esta situación. Veremos. Siempre soy un chico positivo. Vamos a confiar y a ver qué ocurre”.
Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.