El Madrid se ocupa de los títulos; de la lógica, los otros

¿Es el mejor equipo de Europa? Probablemente no, pero esa cuestión es secundaria en el Real de ahora y de antes

Marcelo, con el trofeo en Cibeles. Foto: AFP7 VÍA EUROPA PRESS (EUROPA PRESS) | Vídeo: EPV

El Real Madrid cerró en París el más extraordinario de los recorridos en la Copa de Europa y proclamó a los cuatro vientos que es una especie única, inclasificable, en el mundo del fútbol. Su originalidad procede de una ecuación que mezcla lo divino, lo humano y lo extravagante en proporciones desconocidas para los demás clubes y para cualquiera que lo intente. Aunque las estadísticas le explican perfectamente, tanto en las competiciones nacionales como en las internacionales...

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El Real Madrid cerró en París el más extraordinario de los recorridos en la Copa de Europa y proclamó a los cuatro vientos que es una especie única, inclasificable, en el mundo del fútbol. Su originalidad procede de una ecuación que mezcla lo divino, lo humano y lo extravagante en proporciones desconocidas para los demás clubes y para cualquiera que lo intente. Aunque las estadísticas le explican perfectamente, tanto en las competiciones nacionales como en las internacionales, donde ningún otro equipo se le acerca, un aspecto fascinante del Madrid es su capacidad para rechazar las obviedades del fútbol y exponerlo a sus contrastes y contradicciones.

Es fácil definir al Madrid como un club de éxito que traslada a su equipo la máxima impronta de eficacia. En los términos clásicos que se utilizan para analizar el fútbol, cumple uno por uno con todos los requisitos para explicar su privilegiada posición. Está edificado sobre una abigarrada colección de títulos, reunida durante décadas por varias generaciones de grandes jugadores, llamados a jugar en el Real Madrid por la fascinación que produce el club en todos los rincones del mundo.

La incuestionable autoridad del Real Madrid se debe en gran medida a aspectos básicos del fútbol: una potentísima maquinaria económica, calidad en la gestión y un seguimiento masivo en todo el planeta. Todas estas premisas no son únicas del Madrid, ni explican otros aspectos que se escapan a sus competidores, igual de ricos y perfectamente preparados para el éxito, pero sin su singular ductilidad para adaptarse a todas las circunstancias. Si algo distingue al Madrid es su capacidad para desfigurar la lógica del fútbol y adecuarla a sus objetivos.

En la píldora de la final se concentraron todos los elementos que han presidido la excepcional temporada del Real Madrid, memorable por la resonancia de las victorias sobre el PSG, Chelsea, Manchester City y Liverpool, y por los términos en que se produjeron. No se recuerda una sucesión comparable de angustia, drama y júbilo. De ese agitadísimo cóctel de partidos y victorias desesperadas surgió el campeón en París. ¿Es el mejor equipo de Europa? Probablemente no, pero esa cuestión es secundaria en el Madrid de ahora y de antes.

El Madrid no está en el fútbol para hacer época por su magisterio táctico, ni para establecer innovaciones para la posteridad. No es material para los cerebritos de laboratorio. Varios de sus títulos en Europa los ha conseguido en temporadas deficientes en España, envuelto en sonoras crisis, con técnicos reclamados a mitad de obra, como ocurrió con Del Bosque y Zidane. A diferencia de la mayoría de sus grandes rivales -Barça, Liverpool, Manchester United, Manchester City-, el entrenador importa, pero no es referencial. Al Real Madrid se le identifica por sus jugadores, la huella de sus presidentes en el caso de Bernabéu y Florentino Pérez y un insaciable apetito de títulos.

Es un afán que en ocasiones se escapa a las explicaciones en el entorno madridista. Esta vez ha ganado la Copa de Europa después de amenazar con dinamitarla, enfrentado a la UEFA en una guerra sin cuartel, pero con un epílogo paradójico: el Madrid ha elevado esta edición, y por lo tanto al torneo, al grado máximo de esplendor. Se ha coronado además después de tres discretas despedidas, sin Cristiano Ronaldo, sin Sergio Ramos, con Bale en un rincón. Catalogado como un producto de entreguerras, a la espera de la estrella que no llegará en los próximos tres años, ha reventado cualquier idea sobre los procesos de transición en el fútbol. Una vez más, el Real Madrid ha dejado que los demás se ocupen de la lógica. De los títulos, se ocupa él.

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