La primavera oscura de Paula Badosa
La número cuatro, aquejada de un problema en el sóleo, se despide del grande francés y cierra una gira sobre tierra batida salpicada de complicaciones
El gesto torcido de Paula Badosa y la rotura del cordaje en un derechazo anticipan que algo malo está por venir. La tenista cambia de raqueta, pero no de suerte, como si la despedida estuviera escrita de antemano. Está a punto de ceder el primer set contra Veronika Kudermetova cuando se echa la mano a la pantorrilla y reclama al médico; responde con gestos ostensibles a la exploración, regresa resignada a la pista y al final, la pierna le ordena que pare. No hay remedio ni vuelta atrás. Adiós París. Adieu al sueño. No hay torneo que desee ganar más, pero el viaje de esta primavera acaba...
El gesto torcido de Paula Badosa y la rotura del cordaje en un derechazo anticipan que algo malo está por venir. La tenista cambia de raqueta, pero no de suerte, como si la despedida estuviera escrita de antemano. Está a punto de ceder el primer set contra Veronika Kudermetova cuando se echa la mano a la pantorrilla y reclama al médico; responde con gestos ostensibles a la exploración, regresa resignada a la pista y al final, la pierna le ordena que pare. No hay remedio ni vuelta atrás. Adiós París. Adieu al sueño. No hay torneo que desee ganar más, pero el viaje de esta primavera acaba con un fotograma feo: la española, que había ido dejando algunas pistas –”no llego aquí como quería”, “nervios”, “intento sentirme libre”– se golpea la cabeza, se fustiga interiormente, se lamenta. Y cae en los octavos: 6-3, 2-1 y abandono a los 68 minutos.
“Está jodida”, resume a este periódico una persona de su entorno. Le duele el sóleo –descartada la rotura, serán alrededor de tres semanas de recuperación–, pero todavía más la despedida abrupta de Roland Garros y el cierre de una gira que se ha traducido en un cúmulo de sinsabores, porque la entrada no fue buena y la historia acaba como empezó, con varios tropezones en el desarrollo. “Espero que algo cambie y haya un reset. Es una situación difícil y estoy aprendiendo de ella. Busco liberarme”, decía a su llegada a París, donde no ha conseguido escapar del mal momento. Después de un arranque de curso muy prometedor, instalada ya entre las mejores y con el trofeo de Sídney incorporado a la ficha, Badosa ha entrado en un bache.
Pero no tanto por los resultados, esquivos desde que cediera en las semifinales de Indian Wells contra la griega Maria Sakkari, como por las malas sensaciones que arrastra desde hace dos meses.
“Está pasando por un momento complicado”, continúa la misma fuente; “y no es una cuestión de tenis, porque se machaca a diario y en los entrenamientos y está rompiendo la bola; el otro día, Swiatek [la número uno, que encadena 31 triunfos consecutivos] terminó dando raquetazos porque no podía con ella. El tenis lo tiene, no lo ha perdido, pero no terminan de salirle las cosas y se pone muy nerviosa, y entonces se castiga. Es la primera que quiere hacerlo bien y que se pone el listón muy alto, demasiado alto; pero necesita tranquilidad y a partir de ahí, las cosas mejorarán”.
Dos meses de vértigos
Esta temporada, Badosa se ha sometido desde el principio al examen de las alturas y sufre los vértigos inherentes al nuevo espacio que ocupa. Es la número cuatro del mundo –paradojas del ranking, será la tres el 6 de junio si Jessica Pegula no gana el torneo– y la exigencia se ha multiplicado. El impacto de las decepciones, también. “Necesito ser más amable conmigo misma”, dice. “Noté molestias en el gemelo, me asusté un poco y preferí prevenir”, añadía este sábado.
La catalana, de 24 años y que no jugará en Berlín, la que a priori iba a ser su primera parada de cara al recorrido sobre hierba, ya no es solo la jugadora que trepó estoicamente hacia la cúspide del circuito, sino una de las referentes y, en consecuencia, se le mide por el rasero de las favoritas.
Para ella, la gira sobre arcilla ha sido un desasosiego. Llegó físicamente justa a Charleston, el punto de partida, debido a una indisposición que la obligó a abandonar previamente en los cuartos de Miami ante Jessica Pegula; después pareció remontar el vuelo en Stuttgart, donde cedió en las semifinales ofreciendo un buen nivel contra Aryna Sabalenka, pero en Madrid, “agobiada”, perdió la inspiración y se topó con Simona Halep en el segundo compromiso. En Roma tampoco se enderezó –segunda ronda, ante Daria Kasatkina– y en París ya había sufrido más de lo normal (ante Kaja Juvan, la 68ª) para sortear el obstáculo previo a Kudermetova.
Su salida y la de Aryna Sabalenka dejan un paisaje sorprendente. La número uno, Iga Swiatek, será la única representante del top-10 en la segunda semana de la competición. La polaca venció a Danka Kovinic (6-3 y 7-5) y sigue desatada; enlaza 31 triunfos consecutivos y 40 este año, más de los que obtuvo en toda la temporada anterior. Mientras, Badosa ha perdido fuerza. Abrió el 2022 con la alegría de Sídney y continuó en buena línea hasta que llegó la primavera. A partir de ahí, curvas y dificultades. La oscuridad. Le toca rebelarse contra el presente.
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