Explosión racista en la final de la FA Cup
La presencia de Johanneson, primer futbolista negro en jugar un partido de tal importancia, provocó un aluvión de gritos xenófobos en 1965
La primera FA Cup que ganó el Liverpool fue la de 1965, en el apogeo de la época de Bill Shankly. Llegado al club en 1959, lo ascendió y ya había ganado la Liga 63-64. Ahora estaba en la final de la FA Cup, en la que se enfrentaría al Leeds United, a su vez obra personal de Don Revie, que también tomó al club en Segunda y lo ascendió. Entonces, había terminado la Liga subcampeón, pero con los mismos puntos que el Manchester United de Bobby Charlton, Dennis Law y George Best.
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La primera FA Cup que ganó el Liverpool fue la de 1965, en el apogeo de la época de Bill Shankly. Llegado al club en 1959, lo ascendió y ya había ganado la Liga 63-64. Ahora estaba en la final de la FA Cup, en la que se enfrentaría al Leeds United, a su vez obra personal de Don Revie, que también tomó al club en Segunda y lo ascendió. Entonces, había terminado la Liga subcampeón, pero con los mismos puntos que el Manchester United de Bobby Charlton, Dennis Law y George Best.
Liverpool de Shankly contra Leeds de Don Revie. Una final muy apetecible. Pero no pasaría a la historia por su juego, sino por la coincidencia de dos hechos singulares de signo muy opuesto.
El número 11 del Leeds era de raza negra. Se llamaba Albert Louis Johanneson. Los otros 21 finalistas eran naturales de las Islas británicas. En el Liverpool, siete ingleses y cuatro escoceses; en el Leeds, cuatro ingleses, cuatro escoceses, un galés, un irlandés y… Johanneson, sudafricano, fichado en 1961 por recomendación de un profesor de escuela. Muy pocos de su raza habían alcanzado la Primera División por entonces, ninguno había jugado una final de la FA Cup, cuya uniformidad racial se veía alterada.
Su presencia provocó un aluvión de gritos guturales y gestos de mono, cantos zulús, lanzamiento de plátanos a la banda por la que corría... Algo lastimosamente común por esos años, y lo siguió siendo hasta hace muy poco. Apenas remitiría cuando Viv Anderson, de origen jamaicano, se convirtió en 1977 en el primer jugador de raza negra en debutar en la selección inglesa, con la consiguiente polvareda.
Johanneson jugó mal. Para esas alturas podría estar acostumbrado, pero aquel ambiente le pudo. No se sintió defendido por los hinchas propios, muchos de los cuales aceptaban mal que vistiera la blanquísima camiseta del Leeds.
De aquella final salió como héroe el lateral izquierdo del Liverpool, Gerry Byrne. En el minuto cinco tuvo un choque con el escocés Bobby Collins, capitán del Leeds, célebre por su ferocidad (todo el equipo de Don Revie lo era, como bien conocerán los que hayan visto Damned United), del que salió con una pierna sangrante. Fue atendido por Bob Paisley, que hacía de asistente médico al tiempo que de segundo de Shankly, al que sucedería. Byrne estaba preocupado por la pierna, que salía de una lesión, pero Paisley le dijo el problema no estaba allí, sino en la clavícula, rota. “No se lo digas a Shankly”, le rogó, “no le gustan las lesiones”. No había sustituciones. Paisley sí se lo dijo y la respuesta fue: “¡No fastidies! Será una exageración”.
Byrne jugó todo el partido y la prórroga, 115′ minutos con el brazo colgando y un dolor creciente. Aun así, al inicio de la misma subió al ataque y cruzó el balón que cabecearía Hunt para el 1-0. Bremmer empataría para el Leeds y finalmente Saint John haría el 2-1 que dio al Liverpool su primer título de la FA Cup. Esperando con todos para subir a por la Copa, a Byrne le torturaba la idea de transitar los escalones expuesto a los efusivos palmetazos de los espectadores en el omóplato.
Su valiente actitud en aquella final marcó el resto de su vida. El año siguiente estuvo entre los 22 de la Inglaterra que ganó el Mundial en Wembley, si bien como suplente. Retirado, trabajó en el club, al que había llegado de canterano. En 2009 recibió la medalla de oro como campeón del mundo después de muchos años en que la Asociación de Futbolistas insistiera en que los 22 convocados, no sólo los 11 titulares de la final, que la recibieron en su día, tenían derecho a esa medalla. Falleció a los 77 años, rodeado de general respeto.
Otra cosa fue la vida de Johanneson. Casado en 1963 con una farmacéutica originaria de Jamaica, tuvo dos hijos en inicios felices, pero el matrimonio duró solo 11 años. El alcohol acortó su carrera y su vida. Falleció a los 55. Su cuerpo fue hallado en su pequeño apartamento a la semana de haber fallecido.
Pero con el tiempo su recuerdo se engrandeció como pionero en una lucha difícil. Su figura estaba muy destacada en una exposición sobre fútbol sudafricano que visité en Johannesburgo con ocasión del Mundial de Sudáfrica. En 2019 se colocó una placa en su honor en Leeds.
Donde quiera que esté, habrá contemplado con asombro el carácter multirracial de la final entre el Liverpool y el Chelsea.
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