Courtois: “Tenemos que dar más”
El portero del Madrid, otra vez salvador en el inicio, reclama mayor intensidad y advierte de que este aspecto será clave en la eliminatoria contra el Chelsea
Chacho Coudet recorría kilómetros y no paraba de gesticular en la banda mientras en el banquillo visitante no se movía ni una mosca. Esta vez, nadie devoraba chicles ni asomaba la cabeza. Todo se cocía en la intimidad familiar del auricular inalámbrico que Davide Ancelotti tenía en la oreja derecha. Por ahí recibía las instrucciones de su padre, aislado en casa por covid, y quién sabe si también las quejas por el juego del equipo. A la izquierda del hijo del técnico, s...
Chacho Coudet recorría kilómetros y no paraba de gesticular en la banda mientras en el banquillo visitante no se movía ni una mosca. Esta vez, nadie devoraba chicles ni asomaba la cabeza. Todo se cocía en la intimidad familiar del auricular inalámbrico que Davide Ancelotti tenía en la oreja derecha. Por ahí recibía las instrucciones de su padre, aislado en casa por covid, y quién sabe si también las quejas por el juego del equipo. A la izquierda del hijo del técnico, sentado como todos, seguía el partido el hombre que aportó la licencia para el acta, Abián Perdomo, responsable de formación y metodología del club.
El silencio del descabezado banquillo merengue, que se marchó de Vigo sin dar rueda de prensa (tampoco hubo en la previa), se pareció bastante al discreto juego del Madrid, que necesitó de tres penaltis, alguno de hilo fino, para despachar con lo mínimo al Celta y descontar otra hoja del calendario. Es el segundo conjunto en toda la historia del torneo que lanza tres penas máximas en un choque fuera de casa, después del Valladolid en 1996 en Oviedo, que llegó a disponer de cuatro.
La quietud durante muchos tramos de Vinicius definió a un líder al trantrán que obtuvo la máxima recompensa a un despliegue muy plano. Thibaut Courtois volvió sostener a los suyos en el inicio con un par de intervenciones salvadoras y no hizo faltar rascarle mucho para que admitiera que el fútbol del Madrid había flaqueado. “No sé si nos merecimos ganar porque en la primera parte hice dos paradones”, reconoció, e hinchó de nuevo el pecho, nada más comenzar su análisis. Un aviso que extendió a lo que les espera este miércoles en Londres en la ida de los cuartos de Champions. “Tenemos que dar más, nos falta un poco de intensidad a veces. Contra el Chelsea no podemos fallar ahí porque ellos son buenos en eso. Luego, juego tenemos”, añadió.
A juicio del portero, el Madrid no respondió como debía al plan del Celta. “Ellos mueven bien el balón, son intensos y se meten mucho por el medio. En la primera mitad no hicimos bien la presión, creaban superioridades y nos complicamos un poco”, expuso el belga. A la hora de diseccionar los penaltis, eso sí, no dejó lugar a la duda. “Los tres son justos, no hay nada más que añadir”, zanjó.
En la otra orilla, Iago Aspas, cuya posición en fuera de juego evitó al borde del descanso el empate de Galhardo, fue igual de tajante, pero con la opinión contraria. “Los dos primeros son penaltitos y el último no ha sido. Parecía que [el árbitro] buscaba el hat-trick de Benzema”, aseguró el delantero gallego en caliente en los micrófonos de Movistar. Un triplete que solo lo evitó Matías Dituro, con gorra, a la vieja usanza, al detener la segunda pena máxima. Ningún guardameta de las cinco grandes Ligas ha atajado más que él (cuatro). El récord de Diego Alves con el Valencia en la 2016/17 le queda a dos. Por su culpa el francés no se apuntó tres tantos desde los 11 metros, pero no evitó que el ariete superara todavía con un mes y medio de competición por delante la mejor marca anotadora de su carrera: 34, dos más que en la 11/12.
De penalti en penalti transcurrió la tarde, y solo así encontró alivio un conjunto blanco muy afeitado. Con la pizarra en la mano, el regreso de la lesión de Benzema le permitió a Ancelotti recuperar la ultraortodoxia después del desaguisado táctico del clásico. Hace dos semanas, con el 0-4 aún caliente, el italiano sentenció que él rara vez se equivocaba dos veces, y su decisión para Vigo fue recuperar de inicio un Madrid casi de carril: los tres medios de toda la vida, sin hueco para los aguadores Valverde y Camavinga, y con un nueve clásico. Casi de carril porque hubo un asterisco, la suplencia de Carvajal, cuya vida entró en un túnel desde que se cruzó con Mbappé en París hace un mes y medio. Ante el Barça fue relevado al descanso y en Balaídos fue Lucas Vázquez el lateral derecho de partida, que también sufrió lo suyo con Javi Galán, origen de la igualada de Nolito. A la hora de juego, Ancelotti ordenó deshacer el cambio. Una grieta se ha abierto en ese flanco de la defensa.
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