La mayoría de edad de ‘Monster’ Higuita en la Volta a Catalunya
Defendiendo en Montjuïc la ventaja adquirida con su ataque desmesurado de la víspera, el ciclista de Medellín se apunta a los 24 años la victoria en la ronda catalana
Sergio Higuita y Richard Carapaz son conocidos en el ciclismo por su inteligencia táctica, su poder de cálculo, su capacidad para, dando las mismas pedaladas que sus rivales, desperdiciar menos energía que ninguno, y así se alimenta su espíritu killer, su gusto y su habilidad en el manejo de los tiempos del ciclismo, y su sed de triunfos, que aún ahora siguen sorprendiendo a los más g...
Sergio Higuita y Richard Carapaz son conocidos en el ciclismo por su inteligencia táctica, su poder de cálculo, su capacidad para, dando las mismas pedaladas que sus rivales, desperdiciar menos energía que ninguno, y así se alimenta su espíritu killer, su gusto y su habilidad en el manejo de los tiempos del ciclismo, y su sed de triunfos, que aún ahora siguen sorprendiendo a los más grandes, y a Pogacar y a Van Aert, los dos mejores corredores del momento, aún les duele recordar cómo Carapaz, de 27 años, les emboscó y derrotó en el circuito de Fuji para ganar el oro olímpico de Tokio, y Nibali y Roglic siguen sin explicarse cómo el ecuatoriano les pudo derrotar a los dos cuando ganó el Giro del 19 en las faldas del Mont Blanc; y Alaphilippe, el campeón mundial, sigue aún preguntándose de dónde salía el Higuita que le desbordaba pletórico, en las llegadas del Tour Colombia, y sus compatriotas, algunos de los mejores del mundo, le temen porque siempre les derrota en el campeonato nacional.
No se espera de ellos, por lo tanto, son tan sabios corriendo que la épica les debe ser ajena, que se lancen a una empresa de desmesura, un ataque de otros tiempos, y se escapen a dúo en el primer puerto, y aguanten 125 kilómetros, poder andino, energía atómica concentrada en cuerpos no muy grandes por las tierras del Priorat y la sierra de Montsant, en la Volta a Catalunya, y la lluvia, la humedad, los bosques, hacen parecer el sábado que pedalean por sus paisajes del oriente antioqueño mientras les persigue un pelotón desorientado, una banda en desbandada, y un UAE, el mejor equipo del mundo, que se queja de que no funciona la radio, y no saben qué hacer Almeida, despistado, desbordado por el juego interno de egos, y Ayuso, tan fuerte, quinto en la general tras Higuita, Carapaz, Almeida y Nairo, y el domingo está en todas las salsas, el español que emociona e impaciente busca ya, a los 19 años, una victoria que le defina, que le refuerce.
Así, como siempre, inesperados, sorprendentes, y, a la vez, inevitables, Carapaz gana la etapa e Higuita alcanza el liderato de la Volta, que mantiene el domingo en Montjuïc, con 16s sobre el ecuatoriano, 52s sobre Almeida, 53s sobre Nairo Quintana y 1m08s sobre Juan Ayuso.
“Vengo de un barrio humilde de las montañas de Medellín, de la Comuna 5, en Castilla”. Así se presenta, así lo escribe en un tuit, Sergio Higuita, Monster para la afición, el ciclista de 24 años, diminuto, generoso, que acaba de ganar la Volta tras una última etapa ante el castillo de Montjuïc en la que se impone el italiano Andrea Bagioli. Para muchos, la victoria de Higuita, la primera que consigue el colombiano en la clasificación general de una carrera WorldTour, representa la mayoría de edad en el ciclismo de un corredor que ya había mostrado en la vida su buen seso, su valentía.
A Higuita, ya profesional desde los 17 años, lo fichó hace tres años, cuando tenía 21, Jonathan Vaughters para el EF. Como pensaba que estaba aún un poco verde para Europa, el mánager norteamericano se lo cedió al Euskadi, donde tanto andaba que asustaba a Mikel Landa, a quien le gusta salir a entrenar con los chavales del equipo al que financia. Mediado el año -y ya había tenido tiempo Higuita de demostrar su talento y de recolectar material y ropa de competición para su club Nueva Generación, la escuela ciclista de la que salió y que Fernando y Amparo Saldarriaga mantienen en el Aeródromo de Medellín— ya pasa con los grandes, corre la Vuelta y gana una etapa de la Vuelta, en fuga por la Sierra de Madrid, el corredor al que muchos llamaban ya Monster, tan pequeñito, tan poderoso, dinamita en los repechos con sus vatios de esprínter y su cuerpo de escalador, y él mismo se lo imprime en las camisetas, y una cabeza de león, y otros tantos, René, como el portero del escorpión que salió de la Comuna 13 de las mismas montañas de Medellín.
En el EF le pagan poco, le prometen más y no cumplen, y mediado el año pasado, desde su casa de Valencia Higuita sale al mercado. Recibe ofertas de varios equipos, rechaza la que parece más sensata, la del Movistar, y elige, sorprendentemente, siempre sorprende Higuita, la del Bora, el equipo alemán que se queda sin Peter Sagan, pese a que no sabe alemán, ni la cultura ciclista germana parece muy cercana a la suya, y, sin embargo, el orden, la preparación con el polaco Sylvester Szmid, son lo suyo. “Es el único equipo que no le dice que puede ganar el Tour o una carrera de tres semanas”, dice Juan Campos, su mánager. “Se fue allí porque sabe para qué le quieren, para carreras de una semana, para pruebas de un día…” Y él, una computadora enganchado a unos pedales que todo lo sabe, todo lo controla, lo analiza y resuelve, cumple. Y después, como siempre, chaval de costumbres buenas, se ríe con su gran risa, alegre.
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