PSG - Real Madrid, la batalla del siglo XXI

Además de las numerosas tramas deportivas, el cruce entre el equipo francés y el español supone el combate más icónico de la actual industria del fútbol: el club-Estado y el viejo aristócrata enzarzados en un agrio enfrentamiento

París -
Nasser Al-Khelaifi y Florentino Pérez, en 2019.

El primer entrenador que fichó el PSG bajó la propiedad de Qatar para ascender a la élite europea fue Carlo Ancelotti, que llegó a París a finales de 2011. Y lo primero que advirtió el italiano en el Parque de los Príncipes fue la falta de organización. Nada que ver con sus experiencias previas en el Milan, Chelsea y Juventus. “No parecía tener ambiciones de superclub internacional”, escribió en 2016 en su libro Liderazgo tranquilo. “Salíamos a jugar fuera y el jueves el administrador del equipo nos preguntaba si...

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El primer entrenador que fichó el PSG bajó la propiedad de Qatar para ascender a la élite europea fue Carlo Ancelotti, que llegó a París a finales de 2011. Y lo primero que advirtió el italiano en el Parque de los Príncipes fue la falta de organización. Nada que ver con sus experiencias previas en el Milan, Chelsea y Juventus. “No parecía tener ambiciones de superclub internacional”, escribió en 2016 en su libro Liderazgo tranquilo. “Salíamos a jugar fuera y el jueves el administrador del equipo nos preguntaba si el sábado íbamos a cenar pollo o salmón. ‘¡Cómo! ¿Me preguntas esto el jueves? ¿Es que no está ya previsto?’. Ni siquiera tenía un restaurante. Los jugadores llegaban al entrenamiento media hora antes y se iban al terminar”, detallaba con sorpresa el técnico.

Ha transcurrido una década de aquello y el palmarés continental del conjunto parisino sigue siendo igual de pobre (la Recopa del 96) pese a los 1.400 millones invertidos en contrataciones (compensados con solo 455 en ventas), pero eso no le impide presentarse este martes en la ida de los octavos de Champions contra el Real Madrid (21.00, Movistar Liga de Campeones) como gran protagonista de uno de los duelos más simbólicos, si no el que más, de la industria actual del fútbol: él, como el mejor ejemplo de los denominados clubes-Estado, enganchado al infinito músculo financiero de un régimen absolutista del Golfo Pérsico, contra el representante más aquilatado de la vieja Europa.

Dos modelos que reflejan la nueva batalla geopolítica de este deporte que, en el caso de PSG y Madrid, se recrudece por el agrio enfrentamiento que llevan manteniendo ambos en el último año, cabeza con cabeza como dos machos alfa. El conflicto de fondo de la Superliga los situó en orillas opuestas —los blancos al frente de la rebelión y el club francés del lado de la UEFA— y el intento de la entidad española de fichar a Kylian Mbappé el pasado verano reventó todas las costuras de la diplomacia. La amistad mutua que pregonaron durante años dio paso a las hostilidades. El desafío entre el nuevo rico y el viejo aristócrata.

El caso Mbappé y la Superliga tensan las relaciones entre ambas entidades

En lo puramente deportivo, la eliminatoria concentra multitud de tramas, subtramas e interrogantes: Benzema y Neymar (el brasileño sin jugar desde el 28 de noviembre) entrando in extremis en ambas convocatorias (“siempre voy a forzar por mi equipo, pero sin tomar riesgos, porque, si no, me quedo en Madrid”, advirtió este lunes el galo antes de la última prueba), la posible vuelta de Sergio Ramos al Bernabéu como rival (es baja en la ida), Mbappé ante su hipotético futuro club, Messi con otra camiseta contra los blancos, Ancelotti frente a uno de sus antiguos equipos, Achraf, Di María y Navas de nuevo contra el Madrid… Una larga lista de señuelos futbolísticos en un cruce que supone la culminación a meses de guerra en los despachos entre el PSG y el Madrid que, pase lo que pase en el campo, no se detendrá. Sobre todo, mientras el futuro de Mbappé no se aclare. Este martes, a las 13.00 en los Campos Elíseos, los presidentes, Nasser Al-Khelaïfi y Florentino Pérez, deberían verse en las caras en una comida después de que el PSG suspendiera la tradicional cena de la previa.

Benzema y Neymar entran ‘in extremis’ en las listas, algo que no logra Ramos

El choque directo se desató en la última semana del mercado veraniego de fichajes. La inusual maniobra del club merengue de publicitar a los cuatro vientos la oferta de 160 millones al equipo parisino por el delantero galo provocó una airada respuesta desde la capital francesa. Su director deportivo, Leonardo de Araújo, acusó a los dirigentes madridistas de mantener un comportamiento “irrespetuoso, ilegal e inaceptable”.

Fueron siete días de gran tensión, alimentada por la propaganda, en los que ambas entidades exhibieron todo su músculo porque era una cuestión de poder e imagen. En Valbebebas pusieron encima de la mesa 200 millones (hasta ahí subió la propuesta) en plena pandemia por un jugador que quedaba libre para negociar en cuatro meses. Y desde Qatar contravinieron una de las reglas más elementales hasta la aparición de los clubes-Estado: sacar la mayor tajada posible por un jugador que ha rechazado todos los intentos de renovación y que, si no cambia de opinión, se irá gratis en unos meses. Dos gallos frente a frente desplegando al contrario y al mundo todo su plumaje.

El PSG hizo de su negativa a vender una cuestión de honor, Mbappé siguió en París y el enfrentamiento bajó inevitablemente de volumen. Pero no desapareció. Durante los meses siguientes las pullas en ambas direcciones han resultado habituales. Al-Khelaïfi continuó criticando las maniobras del Madrid para atraerse al atacante, con referencias incluso a Ancelotti y Benzema, y despreció la Superliga, el gran proyecto de Florentino Pérez, al asegurar que está “motivado por intereses personales”.

Desde la Castellana, el mandatario blanco no necesitó citar al PSG en la última asamblea de compromisarios para lanzarle varias andanadas. “Existe una creciente proliferación de situaciones inaceptables en la que clubes reciben apoyo financiero indiscriminado, ya sea de Estados o no, práctica impropia de la UE que adultera la competición y aboca al fútbol a la ruina”, afirmó en plena defensa de la Superliga y del juego limpio financiero, cuyo incumplimiento ha sobrevolado en varias ocasiones la cabeza del PSG pese a acabar siempre bien parado de los exámenes de la UEFA. La semana pasada, L’Equipe publicó que el gasto en fichas del equipo francés ascendía a 629 millones, el 37% de la Ligue 1.

Y ahora, después de meses de reproches en los despachos, llega la cita en el terreno de juego. La repetición del sorteo de octavos de Champions por un inédito fallo con las bolas deparó el cruce más icónico de los nuevos tiempos en la burbuja del fútbol. El objetivo último del PSG, levantar la orejona, pasa este año por derribar a su némesis, el representante de esa vieja Europa con el que se las tiene tiesas hace un año a cuenta de la Superliga y de Mbappé.

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