Nada bajo la lluvia de Mendizorroza

Alavés y Athletic empatan en un derbi romo, sin aristas y con poco fútbol

Los jugadores del Alavés le disputan el balón a Nico Serrano en el partido en Mendizorroza.AFP7 vía Europa Press (Europa Press)

Una película de serie B que las televisiones programan los domingos, o la visita al museo del naipe de Heraclio Fournier, o un paseo por el parque de la Florida bajo el aguacero, o, por qué no, aprovechar la tarde para sacar el taladro y colocar la estantería que lleva un mes en su caja. Cualquiera de esas actividades pudo ser más productiva que acercarse a Mendizorroza para ver en vivo el derbi vasco, o poner la televisión para verlo en el sofá, dormitando como en una etapa llana del Tour. Nada de fútbol, algo de frío, mucha agua y ningún gol. Ese es el resumen de la tarde vitoriana.

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Una película de serie B que las televisiones programan los domingos, o la visita al museo del naipe de Heraclio Fournier, o un paseo por el parque de la Florida bajo el aguacero, o, por qué no, aprovechar la tarde para sacar el taladro y colocar la estantería que lleva un mes en su caja. Cualquiera de esas actividades pudo ser más productiva que acercarse a Mendizorroza para ver en vivo el derbi vasco, o poner la televisión para verlo en el sofá, dormitando como en una etapa llana del Tour. Nada de fútbol, algo de frío, mucha agua y ningún gol. Ese es el resumen de la tarde vitoriana.

Bajo la lluvia incesante de la capital alavesa, el cielo gris le hacía juego al juego. Al del Alavés y el Athletic en una primera parte oscura, apagada, sin chispa, con más control rojiblanco, pero poco que decir de fútbol. Marcelino perdió a Vencedor lesionado en el minuto dos, y con ello el orden que aporta en el centro del campo. Salió Zarraga, pero jugó sin el cuajo que exhibe su compañero de camada a pesar de su juventud. Se le impusieron los pesos pesados del medio campo alavesista, y ni siquiera la constante aparición de Muniain por aquella zona, alivió la inconsistencia creativa del Athletic.

Claro que el Alavés andaba igual o peor, encomendado a las correrías de Luis Rioja y nada más. Cedió terreno el equipo de Mendilibar, apostando por alguna contra veloz, pero la zaga bilbaína andaba avispada para impedir sorpresas.

Sólo en el último cuarto de hora pudo el Athletic imponer su jerarquía con un par de llegadas que se quedaron en nada. La primera, cuando a De Marcos le abrieron un pasillo de honor hacia el área de Pacheco, pero ya dentro, su envío no lo controlaron ni Muniain ni Sancet. Después fue Williams el que remató mal un pase de Muniain, y luego fue él quien intentó asistir, pero su centro no encontró rematador.

Fue un bagaje muy escaso, pero a la altura del juego que exhibía el Athletic. Del Alavés no hubo casi nada, salvo un cabezazo muy desviado de Miguel.

Nada cambió tras el descanso. Mientras le duró el efecto de la charla de Mendilibar, el Alavés empujó un poco más, pero sin efectos prácticos de cara a la portería de Unai Simón, que tuvo que meter los dedos para desviar al larguero un lanzamiento de Duarte, que pilló adelantado al portero internacional después de un error en la salida de Williams.

Fue casi la única vez en la que el Alavés creó peligro ante la portería rojiblanca. No hubo más. El Athletic se acercó con algo de peligro un par de veces, después de que Marcelino sustituyera a Williams por su hermano, y a Sancet por Raúl García. La mejor oportunidad le llegó al equipo rojiblanco en una jugada personal de Muniain, que abrió para Raúl García. Su centro se paseó por la línea de gol sin que Berenguer y Nico Williams pudieran empujarlo. Un minuto después, Pacheco neutralizó un disparo cruzado mientras el partido se iba apagando más todavía, que ya es decir.

Mientras el Athletic piensa en el sol de Arabia Saudita y la Supercopa, el Alavés tendrá unos días más para preparar su choque contra el Betis. A Mendilibar le queda mucho trabajo por hacer para ajustar un equipo que sigue en la zona baja. Cuando los aficionados se fueron de Mendizorroza, helados por la temperatura y el fútbol que vieron, pensaron tal vez en esa estantería que espera en su caja, todavía sin montar.

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