A Afouteza, la nueva ciudad deportiva del RC Celta, todavía no saben llegar los taxistas. En medio del monte, a diez kilómetros de Vigo, se levanta uno de los centros de entrenamiento más modernos de España envuelto por una marea vegetal que Carlos Cao, director de Negocio del club, trata de justificar así: “En Galicia, todo lo que tires crece”. Habla de vegetación, sí, pero también sirve para explicar el objeto de este reportaje. En el Celta florecen futbolistas por todos lados. Es uno de los grandes vergeles del fútbol europeo, el segundo equipo de las cinco grandes ligas del continente que más canteranos utiliza en el primer equipo, solo por detrás del Athletic Club, que únicamente recurre a jugadores de origen vasco. Según el CIES Football Observatory, los 15 canteranos que el entrenador Eduardo Coudet ha utilizado esta temporada han acumulado cerca de la mitad de los minutos disputados por su equipo. Profesionales que nacen de una verdadera fábrica del fútbol que hasta tiene etiqueta propia, según los técnicos que allí trabajan. Así se crea la denominación de origen Celta.
El pilar de la recuperación
Desde que llegó al RC Celta en 2006, el presidente Carlos Mouriño apostó fuerte por desarrollar la cantera para nutrir al primer equipo con talento surgido del club. “Teníamos una deuda de 84 millones de euros, bajamos de categoría y comenzamos a reestructurar la parte deportiva para sanear a la institución”, cuenta ahora Mouriño. “La gente estaba acostumbrada a fichar jugadores sin tener en cuenta su coste. Al principio, la decisión de impulsar a nuestros canteranos fue bastante criticada, pero nunca hemos sentido siquiera la tentación de cambiar el rumbo. Esa es la clave de un proyecto exitoso: no tener miedo”, explica.
La vuelta a LaLiga Santander se hizo esperar seis años, hasta 2012. “Y subimos con un promedio de siete canteranos como titulares”, recuerda el presidente. La época de los Karpin, Mostovoi, Mazinho… que protagonizaron las gestas celtiñas de los dosmil ha sido reemplazada por la que lleva el sello de los Hugo Mallo, Brais Méndez, Denis Suárez, Santi Mina y, por supuesto, Iago Aspas. Nombres que certifican que aquel golpe de timón arriesgado ha dado sus resultados. El club afronta su décima temporada consecutiva en la élite el próximo curso.
Desde el último ascenso, el club ha utilizado al menos diez canteranos cinco de las nueve temporadas disputadas en LaLiga Santander. En el curso que acaba de finalizar (2020/21), fueron 15 los futbolistas surgidos en A Madroa, la ciudad deportiva donde se entrenan las nuevas generaciones, que disputaron algún minuto en LaLiga Santander.
La cifra, según la cuenta de Twitter Afouteza e Corazón, no se repetía desde hacía 42 años (1978/1979). “No es casualidad”, añade Cao. Como director de Negocio de la entidad, es una voz autorizada. La cantera es otra vía de ingreso y uno de los pilares sobre los que se ha saneado la economía del club. “Somos una fábrica. Tenemos que sacar chicos que nutran a nuestro primer equipo y, en algunos casos, venderlos. Así somos capaces de generar más ingresos y de competir en este torneo tan difícil, con grandes presupuestos”, dice. Es el caso de Iago Aspas, traspasado al Liverpool en 2014; de Santi Mina al Valencia CF en 2016; de Borja Iglesias al RCD Espanyol de Barcelona, en 2019, o de Nolito, en 2017, al Manchester City.
Este año solo los naturales de provincias como Madrid, Barcelona y Valencia, con más representantes en LaLiga Santander por motivos demográficos, han marcado más goles que los nacidos en la provincia gallega. De Pontevedra son los cinco canteranos que esta temporada marcaron 39 de los 55 goles del primer equipo, goles con sello de A Madroa. Un récord en estos últimos nueve años. El equipo es, además, el que más minutos les ha dado a los futbolistas nacidos en su provincia en este último curso de LaLiga Santander, por delante del Athletic Club y de la Real Sociedad.
Denominación de origen y fútbol de salón
La fábrica de la que hablaba Cao sigue estando en A Madroa. Por ahora solo el primer equipo se ha mudado a la moderna Cidade Deportiva Afouteza (en diciembre de 2020). Y en A Madroa mandan el director de la cantera, Eduardo Covelo, y el ex segundo entrenador del primer equipo, Carlos Hugo Bayón, que ahora dirige la nueva área de Fútbol Denominación de Origen Celta, enfocada exclusivamente en potenciar el nivel de la cantera.
“Es la piedra angular de nuestro proyecto. Queremos formar jugadores de la casa con un estilo de juego lo más atractivo posible”, dice Bayón. Un sofisticado sello de calidad, casi artesano, que los propios aficionados reivindican eufóricos desde las gradas de Balaídos. “En una linda ciudad pegada al mar/Donde nació el fútbol de salón/Golea el equipo de Breogán”, entonan al ritmo de Despacito de Luis Fonsi. ‘¡Fútbol de salón! ¡Fútbol de salón’, cantan repetidamente con la melodía de Pop Goes The World de los canadienses Men Without Hats.
200 chicos se entrenan en A Madroa guiados por dos símbolos milenarios de la civilización celta readaptados por el club. La rosa de los vientos, la brújula que utilizan los marineros en alta mar, guía a la cantera a través de cuatro valores: afouteza, corazón, orgullo y tradición.
“Afouteza es valentía. Tienes que verla reflejada en el juego. No puedes hacer un tipo de fútbol diferente al de tus valores. El sistema de juego, la táctica, no está estipulado; el estilo, sí”, explica Bayón. El otro elemento, el trisquel, presente en la camiseta, un símbolo celta de tres aspas, “marca la evolución continua”, la exigencia de un centro de formación que no puede parar de esculpir nuevos futbolistas. Esa es la sustancia de la denominación de origen Celta.
Familia pontevedresa
El 85% de los canteranos de A Madroa son de la provincia de Pontevedra. “Y el 99%, gallegos”, asegura Covelo, que comenzó como preparador físico del Celta B y, ahora ya como director de cantera, cumple su décima temporada en el club.
“Hemos convertido una debilidad en una fortaleza. No tenemos aún una red de ojeadores por toda España, como a lo mejor sí poseen otros equipos. Por eso nos enfocamos en un territorio más controlable”, explica. “Hay un sentimiento de pertenencia muy importante, que favorece la adaptación de los jóvenes a nuestra realidad”.
Esa personalidad celeste se asienta en varios pilares que los entrenadores tratan de potenciar. Al final de cada temporada, los técnicos de la cantera confeccionan un ranking basado en cuatro variables: rendimiento deportivo, valores, desempeño académico y actos de compañerismo, que Covelo y Bayón han llamado gestos de denominación de origen celta. “Cada trimestre nos traen sus notas de la escuela y les damos una valoración”, explica Covelo. “Pero también estamos pendientes de aquellos gestos espontáneos que puedan surgir: ir a saludar a un compañero que está recuperándose de una lesión en el gimnasio, ir a buscar un balón que se había perdido durante el entrenamiento, preocuparte por la salud de un rival… Todo suma”. En base a esto realizan, a fin de año, tres onces, de oro, de plata y de bronce.
“No me gustan mucho las fórmulas exactas. Esto es más un arte. Cada entrenador se basa en nuestras guías, pero luego aporta lo suyo. Esto no es una ciencia exacta”, agrega Bayón. “¿Se puede objetivizar un comportamiento como el compañerismo? A esas fórmulas sí que nos gustaría llegar. Estamos abiertos para nuevas actitudes que nos van sorprendiendo, pero quedaros con que esto es algo natural. Los entrenadores no son robots, tienen consignas, pero deben empaparse de sensibilidad”.
En Afouteza, una gran puerta que se extiende del suelo al techo separa la zona del primer equipo del resto de la ciudad deportiva. La leyenda pintada sobre ella resume todo este espíritu: “Tu esfuerzo y sacrificio abrirán esta puerta”. Está inspirada en otra de A Madroa, donde empieza todo, que también está al final del pasillo de los vestuarios de las categorías inferiores y que apuntala un mensaje parecido: “Que merezca traspasar esta puerta”.
Cercanía familiar: así se cultiva una perla celeste
El mediapunta del juvenil B Fernando López lleva ya ocho años en la cantera celeste. De los nueve a los 17. Comenzó a jugar antes, en la SD Cristo de la Victoria, como prebenjamín (siete y ocho años) cuando el RC Celta posó sus ojos en él. “El presidente del Cristo de la Victoria no quería que se fuera y decidimos que se quedara allí otro año. No queríamos irnos por la puerta de atrás cuando realmente se habían portado muy bien con él”, recuerda su padre, Joaquín López.
Ya en A Madroa comenzó a destacar desde pequeño y ganó premios en varios torneos internacionales. Su madre, Ana González, cuenta: “Venían a hablarnos representantes, marcas deportivas… pero, ¿bueno? ¡Pero si tiene doce años! Claro, como no lo bajes a tierra…”. Su padre añade: “Él no tenía por qué saber nada de esas cosas. A los 12 años, tienes que estudiar y pasártelo bien”.
La cercanía con las familias pontevedresas, dice Eduardo Covelo, director de la cantera, es uno de los grandes diferenciales de la cantera del Celta. “El futbolista puede desarrollarse en un ambiente familiar, con amigos de toda la vida, en el colegio de siempre. Eso ayuda a que su desarrollo surja de una manera más natural. Como lo que es esto realmente. ¡El fútbol tiene que ser un juego para ellos y no una mochila de presión!”.
En las categorías de infantiles y cadetes, a López le tocó jugar menos, porque no se había desarrollado aún físicamente a la par de sus compañeros. “Llegó incluso a irse cedido algunos meses al Rápido de Bouza [como Iago Aspas]. Nosotros solo podíamos apoyarlo y darle tranquilidad”, cuentan sus padres. “Al menos había aprendido a comer banquillo desde pequeño”, bromean. Ahora, se ha ganado un lugar nuevamente en el juvenil B. “Ha sido un proceso de maduración muy positivo”.
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