2021

El mundo del deporte es un lugar mejor cuando reparte los focos entre todos, seguramente el primer objetivo que deba marcarse el año nuevo

Leo Messi antes de su marcha del Barcelona.Alejandro García (EFE)

2021 será recordado como el año en el que Leo Messi abandonó el club de su vida para, al menos sobre el papel, poder seguir compitiendo por la Liga de Campeones. Su desembarco en París, acompañado de un Sergio Ramos con más galones que tiritas, anunciaba una vuelta de tuerca sideral a un equipo ya de por sí potente, finalista del torneo en el año más duro de la pandemia y apenas apeado de la gloria por una máquina perfectamente engrasada, aquel Bayern de Múnich que comenzaba a ganar los partidos c...

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2021 será recordado como el año en el que Leo Messi abandonó el club de su vida para, al menos sobre el papel, poder seguir compitiendo por la Liga de Campeones. Su desembarco en París, acompañado de un Sergio Ramos con más galones que tiritas, anunciaba una vuelta de tuerca sideral a un equipo ya de por sí potente, finalista del torneo en el año más duro de la pandemia y apenas apeado de la gloria por una máquina perfectamente engrasada, aquel Bayern de Múnich que comenzaba a ganar los partidos con solo mirarte a los ojos. El tiempo dirá si la elección deportiva ha sido la correcta para el argentino, diamante en una liga embrutecida por un físico extremo y unas gradas fuera de control.

Este ha sido un año olímpico de rebote, honor que correspondía al anterior y que terminó adornado a un número impar por razones obvias. Unos juegos olímpicos sin Usain Bolt, donde Simon Biles centraba casi todas las miradas y a los que no pudo comparecer Tiger Woods tras salvar la vida en un accidente de tráfico que le dejó destrozada una pierna. El dolor -el de Biles, el de Tiger y ahora también el de Ricky Rubio, casi sobre la bocina- siempre ha formado parte del deporte, pero es en años como este en el que se hace más patente todo el sufrimiento que conlleva la élite, aunque también cuánto silencio esconden los aficionados con sus gargantas.

A Jon Rahm se le negó la oportunidad de participar en ellos por un positivo en coronavirus que nunca terminó de quedar demasiado claro, otra vez presente ese enemigo silencioso que ya le había hurtado una nueva victoria en el circuito de la PGA semanas antes. Por suerte, al vasco siempre le quedará su idilio con Torrey Pines y en San Diego llegó la tan ansiada victoria en un grande, ese US Open que tanto obsesionaba a Severiano Ballesteros y que Rahm levantó en su nombre. Todo lo que no logró el cántabro, comenzando por el reconocimiento que sí merecía fuera de nuestras fronteras, lo está consiguiendo este vasco pulido en Arizona, tan capaz de merendarse un campo cualquiera como de devorarse a sí mismo.

También ha sido este el año en que Fernando Alonso regresó a los podios, cajones que ya no volverá a pisar el mayor talento que haya dado el motor sobre dos ruedas: Valentino Rossi. Las leyendas nacen cuando el ídolo se retira salvo en casos muy concretos, como puede ser el del piloto italiano: él ya nació así. Y en ese club entrará, tarde o temprano, Alexia Putellas: primera española en levantar el Balón de Oro y referente absoluto para una generación que ya no necesita a los hombres para soñar con hazañas. En un club desorientado por la marcha del ídolo, Putellas ha recogido un testigo entre los socios y aficionados culés que nadie podía imaginar en manos de una mujer hace no demasiados años. Su carisma es indiscutible y el reinado que ahora comienza, necesario. Porque el mundo del deporte es un lugar mejor cuando reparte los focos entre todos, seguramente el primer objetivo que deba marcarse el año nuevo: un 2022 tan par como visualmente repetitivo.

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