Jordi Alba siempre está
El lateral, raíz del juego tras una década de azulgrana, jugó con fiebre frente al Bayern y con el tobillo hinchado ante al Madrid
Pase lo que pase, tanto en el descascarillado Barça como en la pujante selección, Jordi Alba (L’Hospitalet, Barcelona; 32 años) siempre está, futbolista que dignifica el oficio con esfuerzo y tenacidad, también con velocidad y llegadas a línea de fondo, por más que no siempre aúne los elogios de la grada por su explosivo carácter. Suma 10 temporadas con el escudo azulgrana al pecho, siempre titular a excepción de unos meses porque dejó de entenderse con Luis Enrique, seleccionador que ahora le da la titularidad a cambi...
Pase lo que pase, tanto en el descascarillado Barça como en la pujante selección, Jordi Alba (L’Hospitalet, Barcelona; 32 años) siempre está, futbolista que dignifica el oficio con esfuerzo y tenacidad, también con velocidad y llegadas a línea de fondo, por más que no siempre aúne los elogios de la grada por su explosivo carácter. Suma 10 temporadas con el escudo azulgrana al pecho, siempre titular a excepción de unos meses porque dejó de entenderse con Luis Enrique, seleccionador que ahora le da la titularidad a cambio de contar con su mejor versión cuando Gayà y Marcos Alonso piden un paso que nunca cede. “Es un animal competitivo y siempre se cuidó, pero ahora es muy meticuloso con la nutrición, el físico, el reposo…”, señala una persona de su entorno íntimo, pues también trabaja por su cuenta con un preparador de su confianza bajo la supervisión del club. En las oficinas de la Ciudad Deportiva lo celebran: “¡Y que dure!”. Condiciones que espera mostrar ante el Dinamo de Kiev, todavía con Sergi Barjuan en el banquillo a la espera del relevo, cuando el equipo se juega la vida para no caer en Europa antes de tiempo (21.00, Movistar Liga de Campeones).
Alba siempre peleó por su lugar. Incluso con cuatro años, cuando se metía en los entrenamientos de su hermano mayor en el equipo del barrio la Florida. “Al final crearon un grupito reducido de niños de mi edad para que dejara tranquilo al resto de los equipos”, cuenta Alba, que a los ocho años llegó al Barça y fue expulsado a los 15 por bajo. No se rindió el entonces mediapunta o extremo, que pasó por el Cornellà, Nàstic, Valencia —Emery lo reconvirtió a lateral— y de nuevo al Barça. “No siento presión por fichar por el mejor club del mundo después de lo que pasó. Yo me fui con la cabeza alta, creía en mí”, dijo a su regreso al Camp Nou. Confianza que transmitió cuando le citó Del Bosque para medirse a Escocia con la selección: “No se ha equivocado al convocarme”. Una gallardía que también exhibe sobre el césped. Es una radio para los colegiados y en ocasiones una cotorra desafiante para los rivales como evidenció en el último clásico con su rifirrafe con Vinicius. Con el balón en los pies, también se hace notar.
Un dato muestra su influencia en el juego azulgrana: es el jugador que más pases por partido realiza (89,4) en la Liga, seguido de Parejo (83,1) y Busquets. “El equipo se vuelca hacia su lado porque sabe cuándo atacar, cuándo centrar y cómo mezclar en espacios reducidos”, apunta un trabajador del área deportiva del Barça; “por eso es difícil encontrar competencia. Uno es rápido, otro las pone de maravilla, un tercero puede elegir bien… Pero Jordi lo tiene todo”.
Por lo que después de olvidarse del conocido pero indetectable pase que le hacía a Messi, ahora es el segundo del equipo que más centros pone al área (5,4 por los 7,7 de Memphis, que lanza las faltas laterales) y el que más de toda la Champions en jugadas con 18, uno más que Navas (Sevilla) y dos que Tadic (Ajax). Lleva ya dos asistencias, una menos que Dest, líder en la estadística.
Normal que haya deshojado rivales con los años como Adriano, Abidal, Mathieu, Digne, Miranda, Junior y Balde, al que señalan desde el club como su futuro heredero. “Me da igual tener competencia”, subrayó Alba el día de su renovación como azulgrana hasta 2024; “si estoy a mi nivel, tengo muchas opciones de jugar”. En la selección también pudo con José Enrique y José Ángel para luego superar a Monreal, Capdevila, Moreno, Bernat, Marcos Alonso, Gayà, Jonny y Reguilón.
Ocurre, sin embargo, que le cuesta congeniar con la afición y con la prensa porque cuando se ha abierto entiende que recibe palos. Tampoco se calla cuando piensa algo como cuando le acusaron de no querer rebajarse el sueldo a inicios de este curso ante la situación económica precaria del club. Pero lo hizo en un 25%. “Voy de cara siempre, le guste más o menos a la gente. Amo al club”, zanjó. Quizá por eso, porque no le reconocen tanto sus méritos, tras el gol de Piqué al Kiev replicó entre broma y reivindicación: “Bueno, le he puesto un caramelito…”. Así lo ve un trabajador del club: “Su lenguaje corporal le falla en ocasiones, a veces es un poco vinagre, pero es un tío de la casa y de puertas adentro es amable”. Y, claro, todos saben que pueden contar con él.
Sigue siendo ‘La Bala’
Antes de enfrentarse al Bayern en este curso, pasó la noche vomitando y jugó con fiebre, del mismo modo que contra el Madrid lo hizo con el tobillo hinchado como un botijo. “Y si Koeman quiere, jugará frente al Rayo”, apuntó una persona de su entorno. Jugó como también lo hizo con Sergi Barjuan frente al Alavés y repetirá esta noche ante el Dinamo. En la grada y en el área deportiva preocupa que cuando se le gasten las pilas se dé otro vacío como el que dejó Alves en el costado derecho. Quizá ya no es el Alba que recorrió 85 metros en 14 segundos en 2015 —partido copero ante el Atlético—, pero sigue siendo La Bala (como le apodaron hace años de forma cariñosa) puesto que ha llegado a la velocidad de 33,9 km/h en este curso, solo por detrás de Mingueza (34), Dest (34,3) y Araujo (34,4).
394 partidos, 22 goles y 83 asistencias resumen su currículo de azulgrana. “Jordi es como el buen vino”, aclaran fuentes del área deportiva; “mejora con los años”.
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