El día más feliz de Koeman fue el primero
El holandés vivió un sinfín de problemas: el burofax de Messi, despedir a Suárez, la salida de Bartomeu, el recelo de Laporta...
Ya en la agonía de su mandato, en el momento en el que hasta se permitía reírse de su situación en la sala de prensa y parafrasear a su compatriota Louis van Gaal —”amigos de la prensa…”, dijo, entre risas, en referencia a cómo se despidió su compatriota del Barcelona—, Ronald Koeman recordó cuál había su etapa más feliz en su regreso al Camp Nou. “Cuando firmé mi contrato”, reveló. No habló de cuando levantó la Copa del Rey frente al Athletic la campaña pasada, su único título en los 14 me...
Ya en la agonía de su mandato, en el momento en el que hasta se permitía reírse de su situación en la sala de prensa y parafrasear a su compatriota Louis van Gaal —”amigos de la prensa…”, dijo, entre risas, en referencia a cómo se despidió su compatriota del Barcelona—, Ronald Koeman recordó cuál había su etapa más feliz en su regreso al Camp Nou. “Cuando firmé mi contrato”, reveló. No habló de cuando levantó la Copa del Rey frente al Athletic la campaña pasada, su único título en los 14 meses que estuvo al frente del club, ni destacó ninguna victoria en particular. Koeman, el héroe de la primera Copa de Europa del Barcelona, recordó su primer día, el momento en el que pocos (o ninguno más que él) aceptaban hacerse cargo de un equipo que acaba de sufrir la mayor humillación de su historia en la Champions: 2-8 frente al Bayern.
Fue paradójica la elección de su peor día. “La salida de Messi”, aseguró. Koeman despidió al excapitán dos veces. La primera, pocos días después de firmar su contrato, cuando el rosarino mandó un burofax al Barcelona para anunciar que quería dejar el club de su vida. “Me veo más fuera que dentro”, le dijo La Pulga. Josep Maria Bartomeu, el presidente, le cerró la puerta de salida. La relación entre el 10 y Koeman fue de respeto y cordialidad. Al argentino no le gusta que los entrenadores le anden muy encima y el holandés tampoco es de hablar demasiado con los jugadores. Messi, en cualquier caso, tenía presente el adiós de Luis Suárez y desconfiaba de la capacidad de Koeman para solventar los problemas del equipo. Pero el rosarino hizo lo que acostumbraba a hacer: 38 goles en 47 partidos en la campaña 2020-2021. Y, cuando ya se había resignado con el entrenador y con la plantilla, ya dispuesto a cerrar su etapa en el fútbol de élite en el Camp Nou, la crisis económica del club acabó con el futbolista en París. Segunda despedida de Koeman a la Pulga.
Al técnico también le tocó despedir a otra vaca sagrada. En la temporada 2017-2018, tras caer en los cuartos de final de la Champions frente a la Roma, Ernesto Valverde le sugirió a Bartomeu que era el momento de dejar marchar a Luis Suárez. Según el entrenador, el Barça todavía podía pescar un buen traspaso por el delantero uruguayo. No le escucharon. No era fácil tener que despachar al mejor amigo de Messi en el vestuario. Dos veranos después, Bartomeu le encomendó a Koeman lo que no se había animado a hacer él. El holandés aceptó el reto. Le comunicó al tercer máximo artillero de la historia del club (198) que tenía que dejar el Camp Nou. Hizo lo mismo con Arturo Vidal, Rakitic y Umtiti. Pero al francés no hay quien lo mueva de Barcelona.
La gestión de la plantilla fue un problema para Koeman. Su comunicación no era fluida y nunca terminó de estar conforme con el nivel de sus muchachos. En su primera temporada no pudo contar con los fichajes que pidió y, cuando los tuvo —como fue el caso de Memphis Depay en este curso—, no terminaron de despuntar. Nunca, sin embargo, se dejó imponer a ningún futbolista por la directiva. Ni a un experimentado como Pjanic —el Barça había contabilizado su fichaje por 60 millones—, ni a un canterano como Riqui Puig. La campaña pasada, el bosnio participó un total de 1.295 minutos. El caso del joven catalán es más llamativo. Primero, Koeman le aconsejó que se buscara equipo. Y después el neerlandés tuvo que escuchar a Laporta pidiéndole más protagonismo para Puig. ¿El resultado? Ha disputado 72 minutos en cuatro partidos en la temporada. Eso sí, Koeman no ha escondido públicamente lo que pensaba. Ni de sus jugadores ni tampoco cuando le tocó ejercer de portavoz del club.
Bartomeu apostó por la fortaleza de un símbolo como Koeman. Sin embargo, el paraguas del holandés le duró poco tiempo. En octubre de 2020, dejó de ser presidente del Barça, enfrentado a la Generalitat por la celebración del voto de censura. Entonces, Koeman se quedó huérfano de protección en un club sin dinero ni directiva, gobernado por la gestora hasta marzo de 2021. Durante ese periodo, la palabra de Koeman era la única reconocible en el Barça, al margen de lo que podían llegar a decir los capitanes tras los partidos. Nunca era Messi, claro, que cuando tuvo que dar su opinión convocó a Jordi Évole a su casa.
“Harto”
La aparición de Laporta no trajo tranquilidad para Koeman. Le causó exactamente lo contrario. Durante la campaña electoral, no mostró confianza en su trabajo. Y cuando tras ganar la Copa parecía que el entrenador se había ganado su beneplácito, en el verano le pidió 15 días para buscarle un reemplazo. Koeman soportó un desgaste intenso, mientras de tanto en tanto hacía catarsis frente a los periodistas, en alguna entrevista en su país o en la sala de prensa. “Estoy harto de defenderme”, se quejó en una de sus últimas comparecencias.
Y recordó su regreso al Camp Nou. Ese día en el que se había sentido tan feliz. “He venido aquí por mi amor al club, llegué en una situación muy complicada y ahora es más complicada que entonces”, sostenía. Koeman sacrificó la Eurocopa 2021 con Países Bajos para volver al Barcelona. Después de 67 partidos y un título, deja un club envuelto en líos.
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