Djokovic, ante el desafío de su vida
El número uno apunta ante Medvedev (22.00) a su cuarto título en Nueva York, con el que completaría un curso de ensueño y superaría por primera vez en grandes a Nadal y Federer: “Me siento bendecido”
Nunca hubiera imaginado aquel niño que peloteaba frente al muro verde de Kopaonik, agujereado de balazos y otros rastros de la guerra, que iba a llegar hasta donde iba a llegar. O tal vez sí.
– ¿El tenis es un juego o un deber para ti?
– Para mí es un deber.
– ¿Y cuál es tu meta?
– Ser el número uno.
Quien responde tan tajante a la pregunta de otro chico es el pequeño Novak, por entonces 7 años, gorrilla hacia atrás y que ya tenía entre ceja y ceja el propósito al que aspira el treintañero Djokovic (34...
Nunca hubiera imaginado aquel niño que peloteaba frente al muro verde de Kopaonik, agujereado de balazos y otros rastros de la guerra, que iba a llegar hasta donde iba a llegar. O tal vez sí.
– ¿El tenis es un juego o un deber para ti?
– Para mí es un deber.
– ¿Y cuál es tu meta?
– Ser el número uno.
Quien responde tan tajante a la pregunta de otro chico es el pequeño Novak, por entonces 7 años, gorrilla hacia atrás y que ya tenía entre ceja y ceja el propósito al que aspira el treintañero Djokovic (34), situado frente al escenario que siempre soñó y por el que se ha dejado el alma. Está Nole a un solo paso de dar el golpe de los golpes, pues de un plumazo se desmarcaría como el tenista más laureado de todos los tiempos, con 21 grandes entre su colección, y se convertiría en el sexto jugador —tercer hombre, el primero en la era moderna y también el primero en este siglo XXI— que consigue cerrar el círculo mágico del Grand Slam; esto es, elevar los cuatro grandes en una misma temporada.
Antes solo lo lograron el californiano Don Budge (1938), su paisana Maureen Connolly (1953), el distinguido australiano Rod Laver (1962 y 1969), su compatriota Margaret Court (1970) y la alemana Steffi Graf (1988) como referencia más reciente. Está Djokovic, pues, ante la final de su vida o, al menos, así lo transmitía él tras escapar de un duro cruce con Alexander Zverev (4-6, 6-2, 6-4, 4-6 y 6-2) en las semifinales, sin evasivas ni parches de antemano. “Voy a afrontarla como si fuera el último partido de mi carrera”.
Está el de Belgrado ante la situación que siempre soñó y solo hay un elemento, llamado Daniil Medvedev, adversario en la final de este domingo (22.00, Eurosport), que puede impedir que se complete el gran viaje del número uno. Se quedó a un peldaño en 2011 y 2015, pero entonces las aspiraciones ya se habían esfumado durante la primavera al irse de vacío de París. “Exactamente una: levantando el trofeo”, respondió cuando tras sortear la semifinal, el cuarto partido consecutivo en el que cedió el primer parcial y tuvo que remontar, le plantearon qué imagen visualiza para este día tan señalado.
El ruso, en su salsa
“Sé que queremos hablar de la historia, pero trato de hacer las cosas simples. Sé lo que está en juego, soy muy consciente de ello, pero solo trato de centrarme en mis rutinas y en mi gente, me aíslo. Debo reunir toda la energía suficiente para la siguiente batalla, que es la más importante de mi carrera”, añadía enfocando el duelo contra Medvedev, rival duro de pelar, probablemente el escollo más duro que podía tener enfrente puesto que el ruso, dos del mundo, es el jugador que mejor se ha desempeñado sobre pista dura en los últimos tiempos.
A otro nivel más terrenal, al de Moscú tampoco le faltan motivos para multiplicar el deseo. No estuvo lejos de triunfar en Nueva York hace dos años, cuando Rafael Nadal le privó finalmente de su primer premio en un Grand Slam, y también lo tuvo a tiro a comienzos de año en Melbourne, pero allí Djokovic acabó saliéndose con la suya. “En Australia [7-5, 6-2 y 6-2] eché en falta el calor del público, pero aquí cuento con la gente y haré todo lo posible para subir la temperatura en la pista. Siento que no jugué con el corazón en Melbourne, y eso va a cambiar aquí”, adelanta.
En los ocho pulsos previos entre ambos, Medvedev (25 años) logró imponerse en tres, pero en el último el serbio se hizo con su noveno título en el grande de las antípodas, y después llegaría el estacazo de París (segundo Roland Garros) y luego la sexta bandeja en Wimbledon.
Posteriormente se dio un trompazo en Tokio, privado del oro y desinflado en lo anímico, pero en Flushing Meadows ha ido descontando los días y las rondas hasta situarse ante la hora de la verdad. Al ralentí en los primeros compromisos, fue incrementando la marcha hasta ofrecer un recital contra Zverev, luciendo ese revés único y un nivel de servicio inédito hasta estas alturas de su trayectoria. “Sé lo que me espera, sé que Daniil quiere dar el gran paso”, advierte sin olvidar de que más allá de las tres veces que triunfó en Flushing Meadows, la última en 2018, también cedió en otras cinco finales.
Presión y cifras
“Me siento bendecido. El tenis es un deporte muy bonito, pero muy exigente, así que doy las gracias por estar en este escenario durante tanto tiempo”, prosigue mientras tiene millones de ojos observándole.
“La presión que está sufriendo Novak es tan enorme que probablemente nadie la pueda imaginar”, dice desde la distancia el austriaco Dominic Thiem, fuera de combate hasta el próximo curso por lesión. “Lo que hace Novak por este deporte es fantástico. Si miras sus cifras, es el mejor de todos los tiempos. No hay nadie como él”, le elogiaba Zverev, que resumía: “Cuando más lo necesita, saca lo mejor de sí”. Impresión que comparte el italiano Matteo Berrettini, apeado por el balcánico en la estación anterior: “No importa cómo juegues tú, al final él siempre juega mejor”.
Con Nadal (35 años) y Federer (40) en la reserva, él afila la mirada y pondrá toda la munición sobre la mesa. Por primera vez en su carrera, Djokovic ―17h 26m en la pista, por las 11h 51m de Medvedev— puede adelantar a los otros dos colosos y corroborar lo que introducía aquel niño de siete años que se disponía a pelotear delante de ese muro verde cuando no llovían las balas.
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