La conquista perfecta de Raducanu
La británica de 18 años bate a Fernandez (6-4 y 6-3) y, sin ceder ningún set en 10 partidos, se convierte en la primera tenista procedente de la previa que gana un grande. Es la campeona más joven desde 2004
Con un ace y dejándose literalmente la piel de la rodilla izquierda al intentar devolver una bola, Emma Raducanu se coronó en Nueva York tras batir a Leylah Fernandez por 6-4 y 6-3, después de 1h 51m. En esa exaltación de la juventud que suponía esta final, la más joven del torneo desde la de 1999, la inglesa de 18 años completó un recorrido perfecto. Es la primera tenista, hombre o mujer, que conqui...
Con un ace y dejándose literalmente la piel de la rodilla izquierda al intentar devolver una bola, Emma Raducanu se coronó en Nueva York tras batir a Leylah Fernandez por 6-4 y 6-3, después de 1h 51m. En esa exaltación de la juventud que suponía esta final, la más joven del torneo desde la de 1999, la inglesa de 18 años completó un recorrido perfecto. Es la primera tenista, hombre o mujer, que conquista un Grand Slam procedente de la fase previa; lo hace, además, sin ceder un solo set en los 10 partidos que ha jugado y convirtiéndose en la ganadora más joven de un major desde que la rusa Maria Sharapova triunfara en Wimbledon en 2004, cuando tenía 17 años.
El tenis británico, necesitado de nuevas referencias una vez que el escocés Andy Murray dio el paso a un lado por su grave lesión de cadera y sin candidatas realmente fuertes entre las féminas, se llevó un alegrón: Raducanu es la segunda jugadora de su país que inscribe su nombre en el trofeo del US Open. La primera fue Virgina Wade, campeona en 1968 y que este sábado presenció el éxito de su joven compatriota desde la grada de la central neoyorquina, encantada con lo ofrecido y lo protagonizado estos días por ella, sucesora de Naomi Osaka en el palmarés, y por la intrépida Fernandez.
Pese a la inexperiencia, juegan ambas con todo el desparpajo y más, como si llevaran media vida en el circuito profesional y como si en lugar de pelotear en la inmensa Arthur Ashe estuvieran en la pista del club. Más directa una, la inglesa; más táctica la otra, la canadiense (19 años). Se abordaron mutuamente con decisión pero sin bajar la guardia, así que Fernandez pegaba profundo todo el rato, sabiendo que cualquier bola corta o blandita recibía castigo, mientras que Raducanu no se despistaba ni una milésima porque su rival cambia de dirección en el último instante y exige jugar permanentemente en tensión.
Prevaleció primero el guion rectilíneo de la británica, pero su rival se recompuso inmediatamente y niveló con inteligencia y esa virtud que tiene para hacer que pasen muchas cosas (demasiadas, pensaba su adversaria) en muy poco rato. Va de un lado a otro Fernandez como un cohete, devolviéndolo casi todo y con la idea de enredar el punto y provocar el cortocircuito, un azote constante que aun así no consiguió destemplar a Raducanu. Firme desde el primer día, la inglesa —nacida en Toronto, de ascendencia china y rumana, y criada en Bromley (Londres)— respondió a la incomodidad a su estilo: a las bravas.
Al tiempo que su derecha o su revés profundizaba, se adentró en la pista y encontró las líneas para firmar el break que decantó el primer parcial, exponiendo a la canadiense a otra situación límite en este torneo. Subida en una montaña rusa estas dos semanas, Fernandez tiene tenis y también una cabeza muy dura. Así fue derribando a torres como Osaka, Kerber, Svitolina o Sabalenka, aunque quizá no contaba con la entereza de Raducanu, fabulosa en la anticipación y poderosa con la derecha. Arrancó en falso el segundo set la campeona, pero se enderezó e incrementó el nivel, desbordando y moviendo la bola de un lado a otro.
Rompió e igualó (2-2), e impuso su sello (4-2) para adueñarse definitivamente de la final. A remolque desde el principio, Fernandez —Montreal, de padre ecuatoriano y madre filipina— se revolvió y le exigió hasta la última pelota, pero terminó inclinándose ante una jugadora con muy buena pinta que ya dio que hablar en Wimbledon —invitada por la organización, progresó hasta los octavos y se retiró debido a unos problemas respiratorios— y que se eleva por todo lo alto, dejando claro que no solo llega a la élite y pide paso, sino que tiene argumentos más que interesantes para seguir haciendo cosas importantes.
El tenis femenino y el británico, falto de alegrías este último, celebran y le dan la bienvenida: en Nueva York, un juvenil rayo llamado Emma Raducanu. Hasta hace poco más de dos meses, enlazaba año y medio sin competir y había disputado un solo partido en la élite, en Nottingham. Entonces seguía entre libros, compaginando su crecimiento deportivo con los estudios de Económicas, y ahora entra en la historia y da un monumental salto en el ranking de la WTA. Gracias a su éxito ascenderá 127 puestos, del 150 al 23. Y desde ahora es única: de la previa al trofeo, un paseo inmaculado.
DANIEL RINCÓN, CAMPEÓN JÚNIOR
El español Daniel Rincón se hizo con el trofeo júnior al vencer en la final disputada en Flushing Meadows al chino Juncheng Shang, primer cabeza de serie, por 6-2 y 7-6(6). El abulense, de 18 años, es el segundo representante nacional que gana el evento en dicha categoría después de que lo consiguiera Javier Sánchez Vicario en 1986. Su éxito sucede al de hace dos meses de la vasca Ane Mintegi (17) en Wimbledon.
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