Cristiano y Messi ya no tiran del carro

Ahora necesitan que el equipo les arrastre a ellos para poder seguir estando en la cima; se llama paso del tiempo

Messi durante su debut con el PSG ante el Reims, el pasado domingo.Francois Mori (AP)

Érase una vez dos jugadores de fútbol que vivían enzarzados en una lucha permanente por demostrar al mundo quién de ellos era el mejor. Era una batalla bastante estéril porque casi todos en ese mundo tenían ya formada una opinión y no la iban a cambiar de un día para otro. Es un poco como en la política: aunque todos los partidos intentan en campaña captar a los llamados indecisos, ese grupo de votantes suele ser más pequeño de lo que se cree. Las elecciones rara vez se ganan en la campaña: los votos se ganan (y se pierden) a lo largo de la legislatura. Uno no decide de repente que ...

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Érase una vez dos jugadores de fútbol que vivían enzarzados en una lucha permanente por demostrar al mundo quién de ellos era el mejor. Era una batalla bastante estéril porque casi todos en ese mundo tenían ya formada una opinión y no la iban a cambiar de un día para otro. Es un poco como en la política: aunque todos los partidos intentan en campaña captar a los llamados indecisos, ese grupo de votantes suele ser más pequeño de lo que se cree. Las elecciones rara vez se ganan en la campaña: los votos se ganan (y se pierden) a lo largo de la legislatura. Uno no decide de repente que Cristiano Ronaldo es el mejor jugador del mundo porque ha marcado el más atlético posible de los goles si lleva años pensando que la genialidad de Messi no la superará nunca un súper atleta, por muy súper y muy atleta que sea. Pero eso es, al final, una cuestión de gustos personales.

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Messi-Cristiano, la eterna pareja de hecho del fútbol mundial, en realidad no es eterna. Ya lo sabíamos, pero es ahora cuando la mortalidad de estos dos superhéroes se ha convertido en una obviedad. El paso del tiempo es imparable. Incluso para Cristiano Ronaldo y para Lionel Messi.

Ninguno de ellos está futbolísticamente muerto, pero los dos han dado un paso decisivo para empezar a entonar el canto del cisne con el que adornar su inevitable funeral. Distintos como son en todos los sentidos, han escogido caminos opuestos para afrontar el hecho biológico inevitable del declive. Como todos sabemos, Messi ha acabado en el más artificial de los paraísos artificiales: el París Saint-Germain. O el París Saint-Qatar, como le ha bautizado Jorge Valdano subrayando así la dependencia de un club convertido en grande única y exclusivamente con el poder del dinero. Un club-Estado, como por fin se empieza a decir. Si su marcha se ha debido a los pecados del Barça o a los deseos de Messi es completamente irrelevante. Uno sospecha que es una hábil combinación de ambos factores e incluso otorga credibilidad a la sospecha de que no sido un golpe de teatro de última hora, sino una ópera bufa ensayada durante mucho tiempo. Una ópera con pésimo libreto, dirección espantosa y malos intérpretes en la que el divo ha dejado claro que su prioridad tiene un nombre muy corto: Yo.

Esa prioridad, el Ego, ha sido siempre aún más estruendosa en el caso de Ronaldo porque a lo largo de su carrera nunca ha intentado demostrar lo contrario. Cristiano se marcha de la Juventus porque sabe que si sigue en Turín nunca ganará otra vez la Champions (ni hablemos del Balón de Oro). Las mismas razones que han empujado a Messi fuera del Barça. La diferencia es que el argentino ha acabado en un club que quizás algún día podrá hacerse con ese preciado trofeo y grabar con letras de molde ese lema horroroso que asegura que el dinero todo lo compra. Todo menos el amor. Y la vida eterna.

Cristiano, en cambio, no parece que haya podido elegir. Su destino era el Manchester City, ese otro club-Estado tan despreciado cuando era modesto y que los petrodólares de Abu Dhabi (y la mano de santo de Pep Guardiola) han convertido en una trituradora. Una trituradora, eso sí, que se encalla siempre con ese diamante gordo y de dureza descomunal llamado Champions. Ronaldo ha acabado en la acera de enfrente, en el United. Un destino muy bíblico: el regreso del hijo pródigo. Muy apropiado para alguien llamado Cristiano (lo de Ronaldo, ¡ay!, dicen que le viene por Ronald Reagan).

Esta gran pareja de hecho del fútbol mundial tiene otro punto en común: ya no son ellos quienes tiran del carro. Han cambiado de carro porque ni Barça ni Juventus tienen ya elixir suficiente para saciar su sed de gloria. Antes, ellos arrastraban a sus equipos a la victoria. Ahora necesitan que el equipo les arrastre a ellos para poder seguir estando en la cima. Se llama paso del tiempo.

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