¿Cuánto falta?
El aventurero noruego Erling Kagge reflexiona sobre el placer y las ventajas que proporcionan los paseos en un ensayo titulado ‘Caminar’
Hay algo en las vacaciones que invita a descubrir, a mirar las cosas desde otra perspectiva, a comprender la máxima de que el camino es, efectivamente, mejor que la morada. Quizá tenga que ver el descenso de la velocidad y del ritmo cotidianos: como la diferencia entre recorrer un trayecto en coche o andando. Las sensaciones y el retorno que se obtiene en ambos desplazamientos es muy diferente. “Hay un vínculo secreto entre la lentitud y la memoria, entre la velocidad y el olvido. El grado de lentitud es directamente proporc...
Hay algo en las vacaciones que invita a descubrir, a mirar las cosas desde otra perspectiva, a comprender la máxima de que el camino es, efectivamente, mejor que la morada. Quizá tenga que ver el descenso de la velocidad y del ritmo cotidianos: como la diferencia entre recorrer un trayecto en coche o andando. Las sensaciones y el retorno que se obtiene en ambos desplazamientos es muy diferente. “Hay un vínculo secreto entre la lentitud y la memoria, entre la velocidad y el olvido. El grado de lentitud es directamente proporcional a la intensidad de la memoria; el grado de velocidad es directamente proporcional a la intensidad del olvido”, escribió Milan Kundera.
Caminar ayuda a la salud —tanto a la física como a la psíquica—. Activa el cuerpo y abre la mente. Caminar (Taurus) es el título escogido por el aventurero noruego Erling Kagge para el ensayo en el que reflexiona sobre el placer y las ventajas que proporcionan los paseos. Incluso de las pistas que ofrecen: la forma de caminar indica cómo nos encontramos. Al salir del cine, se pasea de manera distinta en función de si se ha visto una comedia —graciosa, se entiende— o un drama.
Un recorrido ilustrado que abarca las formas en las que la acción de caminar puede cambiar a la persona y al mundo. Todo lo que el mero hecho de poner un pie delante del otro tiene de cercanía a la naturaleza y de relación con el entorno. La lección de que, cuanto más lejos se vaya, más ligero de equipaje se ha de viajar. La experiencia de perderse y de reconocer —en otro tiempo, en otras circunstancias— ese mismo punto para saber encontrarse. La fortuna de que, ante la pregunta tan común de “¿cuánto falta?”, la respuesta es que mucho. Que aún hay tiempo para disfrutar del camino.
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