Federer se da una alegría
Tras la delicada situación del estreno ante Mannarino, el suizo encuentra un oasis en Gasquet para ganar tiempo y alcanzar la tercera ronda: 7-6, 6-1 y 6-4: “He podido golpear la bola con naturalidad”
Después de un estreno que acentuó las preocupaciones y disminuyó los motivos para el optimismo, Roger Federer se concedió una tregua y atrapó un triunfo vitamínico frente a Richard Gasquet (7-6(1), 6-1 y 6-4) que le permite ganar tiempo y ganarse un hueco en la tercera ronda del grande inglés. Sin embargo, Federer sigue sin estar. Aunque sea un hombre siempre ponderado y elegante, su rictus le delata: una tímida sonrisilla tras deshacerse del franc...
Después de un estreno que acentuó las preocupaciones y disminuyó los motivos para el optimismo, Roger Federer se concedió una tregua y atrapó un triunfo vitamínico frente a Richard Gasquet (7-6(1), 6-1 y 6-4) que le permite ganar tiempo y ganarse un hueco en la tercera ronda del grande inglés. Sin embargo, Federer sigue sin estar. Aunque sea un hombre siempre ponderado y elegante, su rictus le delata: una tímida sonrisilla tras deshacerse del francés, pero nada más. La procesión va, debe ir, por dentro. Al suizo le queda un gran trecho hasta la versión que necesita para hacerse con este Wimbledon y, de momento, bien le vale una victoria sin contratiempos ni baches.
Le bastó a Federer con un arrebato de genialidad para desenredar el primer parcial y acabar con la inerme resistencia de Gasquet, ya de vuelta, un adversario amable que le facilitó la tarea de reanimación al campeón de 20 grandes. El galo le tosió un par de veces, nada más; a estas alturas, es un caramelo. Y lo agradeció el de Basilea, que una vez solventado el arranque pudo por fin competir con relativa tranquilidad, sin la tensión a la que le condujo Adrian Mannarino en la apertura del torneo –dos sets a uno por debajo– hasta que la rodilla del galo dijo basta en una maniobra defectuosa. Venía Federer de llevarse un buen susto, salvado el martes por la desdicha del rival, y la tranquilidad de este jueves le supo a gloria en su segunda aparición.
En cuanto desatascó, Federer pudo testear mejor los movimientos y la carrera, la respuesta de esa rodilla derecha que le lleva a maltraer y oprime su elogiable intento por subirse de nuevo al tren. Recuérdese: son prácticamente 40 primaveras, el 8 de agosto, trece meses en el dique seco y dos operaciones; mucho óxido, año y medio alejado de los grandes y la moral diezmada porque quiere, pero su cuerpo le invita a echar el freno. Le pidió calma en París, al tercer partido, y lo hizo previamente en su retorno, en marzo. Luego llegó la decepción de Halle, una derrota más dolorosa de lo esperado porque ese día, el suizo se puso ante el espejo y no se reconocía.
Gana tiempo, pues, el gran genio de la raqueta, que pese a las circunstancias sigue regalando perlas y 50 golpes ganadores ante Gasquet. No necesitó más: servicio, servicio y servicio para atar la primera manga y desenfundar en las dos siguientes. No ha olvidado cómo se toca el violín, claro. Serio porque no llegan las certezas, se medirá el sábado por los octavos con el local Cameron Norrie, adversario áspero y que no ofrecerá la benevolencia del francés. Mientras suena el tic-tac, Federer sigue buscando a Federer, que al menos pudo darse una alegría en medio de su compleja travesía por el desierto para reencontrarse consigo mismo.
“Creo que he hecho un buen partido. He jugado bien y me he sentido bien físicamente”, valoró. “Esto me aportará más confianza. He podido golpear la bola con naturalidad y cada vez he ido encontrándome mejor”, continuó antes de advertir del correoso nivel de Norrie: “Ha mejorado mucho este año [es el 34º de la ATP] y está jugando con mucha solidez en todas las superficies. Me alegro mucho por él, porque es un buen tipo”.
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