La dura contrarreloj de Orlando Ortega para recuperarse antes de Tokio
El subcampeón olímpico de Río no compite desde el 7 de febrero por una lesión en el pie conocida como el síndrome de Morton
En su habitación en Chipre, donde le prepara el entrenador Antonis Giannoulakis, Orlando Ortega tiene un cubo con hielo. Cada dos horas, mete el pie dentro unos diez minutos y así todos los días desde que hace un mes y medio le diagnosticaran que el dolor que arrastra desde el 7 de febrero en el pie izquierdo no es una luxación, como se pensaba, sino el síndrome de Morton. “Básicamente, tengo el nervio pinchado entre los dedos del pie. Es una lesión que les pasa mucho a los futbolistas, a los deportistas que tienen mucho...
En su habitación en Chipre, donde le prepara el entrenador Antonis Giannoulakis, Orlando Ortega tiene un cubo con hielo. Cada dos horas, mete el pie dentro unos diez minutos y así todos los días desde que hace un mes y medio le diagnosticaran que el dolor que arrastra desde el 7 de febrero en el pie izquierdo no es una luxación, como se pensaba, sino el síndrome de Morton. “Básicamente, tengo el nervio pinchado entre los dedos del pie. Es una lesión que les pasa mucho a los futbolistas, a los deportistas que tienen mucho impacto agresivo en los pies. No es muy frecuente en el atletismo. Lamentablemente me sucedió a mí”, dice, por teléfono, el vallista español, subcampeón olímpico de los 100 metros vallas en los Juegos de Río en 2016 y bronce mundial en Doha 2019.
Ortega, una de las grandes esperanzas de medalla del atletismo español, no se ha puesto unos clavos desde el 7 febrero en el mitin de Dortmund. La mala organización de la cita que el vallista se enfriara antes de la salida. Ortega chocó con todas las vallas de los 60 metros. Cuando entró a meta tenía los dedos tiesos y una bola en el pie izquierdo. Una pequeña luxación, le dijeron los médicos que le examinaron, nada grave.
El atleta, que cumplirá 30 años el 29 de julio, se perdió los Europeos de pista cubierta en marzo. Aunque la pista cubierta no era su objetivo en un 2021 olímpico, su preocupación aumentó porque el dolor no remitía y le había hecho perderse cinco de las competiciones de 60m vallas que se había marcado como preparación específica para mejorar esa primera parte de la carrera, tan necesaria para batir en Tokio 2020 a monstruos como Grant Holloway, el norteamericano campeón del mundo en Doha que, mientras tanto, mostraba su exuberancia batiendo en Madrid, justamente, el récord del mundo de la distancia (7,29s). “Al final estuve tres meses parado. Me hice cuatro resonancias magnéticas y no salía nada, no había problemas óseos ni de tendón. Tampoco salía nada en ecografías, solo se veía un poco de inflamación”, cuenta Ortega. El síndrome, o neuroma, de Morton, una especie de enquistamiento del nervio que se produce por compresión, es difícil de detectar en resonancias magnéticas si no se busca específicamente ese posible diagnóstico. “Por eso no averiguamos antes lo que pasaba. El nervio se me inflamaba y me producía muchas molestias en los dedos del pie y en la articulación”. Ningún médico le decía por qué, y Ortega se desesperaba.
A finales de marzo, el vallista estuvo concentrado en la localidad alicantina de Alfàs del Pi. “Allí intenté hacer vallas un día pero terminé con el pie más hinchado que una pelota de fútbol”, admite. “Lo hice porque necesitaba saber hasta qué punto podía entrenar o no. Terminé con muchísimo dolor y ahí fue cuando nos dimos cuenta de que no podíamos, que si íbamos a entrenar, tendríamos que hacer lo que fuera menos impacto, menos apoyo y pasar una valla”. Cuando regresó a Chipre, a finales de abril, no podía apoyar el pie. “No podía caminar sin dolor, y para mí, el dolor es cuando en una escala del uno al diez sobrepaso el diez”, confiesa. En la isla, a través de su entrenador, hablaron con un médico que había trabajado en la selección de fútbol de Chipre y con otro fisioterapeuta, y, tres meses después de la contusión, acertaron en el diagnóstico.
Ortega empezó a tratarse entonces con magnetoterapia, láser, manipulación, masajes y mucha terapia de hielo. Los médicos le dijeron que no dejara de entrenar, pero que evitara los impactos: cero explosividad, justo lo que debería estar haciendo un vallista olímpico a estas altura de la temporada. “No me he puesto unos clavos desde el 7 de febrero. En el mes y medio que llevo aquí he estado haciendo todo por el césped”, explica el atleta. “He hecho técnica de carrera en zapatillas, pero caminando, no corriendo. Y ejercicios con vallas para no perder el feeling, pero ejercicios que no molesten. Ponerme en unos tacos de salida, todavía no… ¿Qué es lo positivo? Que desde hace unas tres semanas ya no se me inflama el pie después de entrenar. La recuperación ha evolucionado bien. Al menos ahora puedo hacer carreras y aguantar un 80 metros sin molestias. Esa es la evolución. Ya puedo entrenar sin terminar preocupado diciendo: mira la pelota que tengo en el pie”.
Ortega y su entrenador son conscientes de que es un año especialmente complicado por su situación y por el nivel que habrá en Tokio en los 110m vallas, con dos ejércitos, estadounidense y jamaicano, encabezados por dos grandes peligros, Grant Holloway [13,07s esta temporada] y Omar McLeod [13,01 en 2021]. “Es cierto que hemos tenido que cambiar drásticamente toda la planificación, pero ya asumí que esto es lo que tengo y es con lo que voy a luchar”, dice Ortega, que disputará su primer 110 metros vallas de esta temporada el 27 de junio en el Campeonato de España en Getafe. “Tengo muchas ganas de competir, de sentir esa presión… Pero a la vez quiero saber cómo estoy realmente. Tengo mucha incertidumbre porque no sé cómo va a responder la pierna a unos impactos tan fuertes como los que se dan en una competencia cuando entras al máximo”. Dependiendo de lo que pase en Getafe, decidirá si busca contrarreloj más competiciones antes de Tokio. “Yo, como atleta, necesito competir al menos dos o tres veces antes de los Juegos Olímpicos”, concluye. “Lo intentaré con lo que tengo, con molestias, y veremos lo que pasa”.
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