Adiós a Sergio Ramos: el ‘Trencador’ de Camas
El central del Madrid es el enemigo deportivo que todo el mundo quiere tener cuando las cosas van bien
Hablar de Sergio Ramos en una mesa llena de aficionados del Barça se parece mucho a aquella escena de Guerra y paz en la que el joven Pierre expresa su admiración por Napoleón ante lo más granado de la sociedad moscovita. “Es el mayor genio de nuestro tiempo”, defiende el futuro conde de Rostov para escándalo de una aristocracia, decadente y orgullosa, que sigue confiando a Dios el éxito de sus campañas militares. “¿Pero es usted ruso?”, le responden encolerizados. Y Pierre, que a esas alturas de la novela todavía es un ba...
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Hablar de Sergio Ramos en una mesa llena de aficionados del Barça se parece mucho a aquella escena de Guerra y paz en la que el joven Pierre expresa su admiración por Napoleón ante lo más granado de la sociedad moscovita. “Es el mayor genio de nuestro tiempo”, defiende el futuro conde de Rostov para escándalo de una aristocracia, decadente y orgullosa, que sigue confiando a Dios el éxito de sus campañas militares. “¿Pero es usted ruso?”, le responden encolerizados. Y Pierre, que a esas alturas de la novela todavía es un bastardo de vida disoluta, pero con la sana costumbre de aparcar la bufanda con los colores de Rusia para hablar de política, zanja con autoridad la cuestión: “Lo soy. Pero Napoleón vencerá porque es un gran hombre”. Si yo les contara la cantidad de veces que he pedido la expulsión del sevillano por considerar injusto que se le permitiera jugar a caballo…
Un rival formidable, qué carajo. El enemigo deportivo que todo el mundo quiere tener cuando las cosas van bien, cuando sientes el viento en las velas y comprendes que el principio de autoridad impuesto por tu equipo solo puede ser discutido desde la vía unilateral –y un tanto violenta, por qué no decirlo– decretada por un gigante que prefiere vivir expulsado a morir de rodillas: hay patadas que honran más que los aplausos y nadie ha honrado tanto al mejor Barça de la historia como el Trencador de Camas.
Eso sí, conviene no autoengañarse. A Sergio Ramos no lo desprecia el culé por sus entradas a Messi, el bofetón a Puyol o cualquiera que sea la tropelía que cada uno lleve grabada a fuego en la memoria: se le odia porque cuando aquel equipo –o lo que quedaba de él– dejó de competir, ahí estaba el capitán del Madrid para dejar en evidencia a los nuestros, para recordarnos que con uno así sobre el campo no te remonta la Roma, no te desmiembra Origi y no te vacila Coutinho con la camiseta del Bayern y seis cheques de La Caixa en el bolsillo.
Hoy se despide del Imperio el Darth Vader por antonomasia y ellos sabrán cómo y por qué. Desde la distancia cuesta imaginar las razones de un divorcio publicitado como un cese temporal de la convivencia y revestido con aires de homenaje. Quizás sea lo mejor para ambos, por qué no. A menudo disfrutamos metiendo las narices en la vida de los demás e improvisando todo tipo de teorías estrafalarias porque la verdad, por encima de cualquier otra consideración, nos resulta aburrida. Parece lógico pensar que muy contento no se va quien ha expresado, por activa y por pasiva, su intención de quedarse. Pero también es muy lícito aceptar que los clubes deben tomar decisiones, algunas dolorosas –y hasta indecorosas– con aquellos que se han dejado la piel y los apellidos en la reconstrucción de su leyenda.
No se acaba el Madrid con el adiós de Ramos. Pero será otro muy distinto, menos orgulloso y despojado voluntariamente de unos galones que no se regalan con la nueva camiseta en la tienda de Castellana. El que no se acaba, con toda seguridad, es un Sergio Ramos al que le deseo prosperidad y la vida deportiva necesaria para honrar, como solo él sabe hacerlo, las últimas grandes gestas de Leo Messi vestido de azulgrana.
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