Dulce despegue de Nadal
El español resuelve su estreno ante Popyrin (6-3, 6-2 y 7-6(3), en 2h 22m) y se cita el jueves con Gasquet
Satisfecho por el trabajo bien hecho, Rafael Nadal recoge sus bártulos y se dirige al vestuario de la Chatrier con el pulgar arriba y un triunfo más en el bolsillo. Son ya 101 en París, la misma cifra que Roger Federer en Wimbledon. Son ya 300 sets los conseguidos desde que aterrizase en Roland Garros en 2005, tres más frente a Alexei Popyrin (6-3, 6-2 y 7-6(3), en 2h 22m) y que resuelven un cruce a pedir de boca para el balear, solvente y sin fisuras...
Satisfecho por el trabajo bien hecho, Rafael Nadal recoge sus bártulos y se dirige al vestuario de la Chatrier con el pulgar arriba y un triunfo más en el bolsillo. Son ya 101 en París, la misma cifra que Roger Federer en Wimbledon. Son ya 300 sets los conseguidos desde que aterrizase en Roland Garros en 2005, tres más frente a Alexei Popyrin (6-3, 6-2 y 7-6(3), en 2h 22m) y que resuelven un cruce a pedir de boca para el balear, solvente y sin fisuras en su puesta de largo en esta edición; rumbo ya hacia la segunda ronda, en la que se enfrentará el jueves (día de su 35º cumpleaños) a un viejo conocido, el local Richard Gasquet. Y un registro apabullante contra él: 16-0.
Como si hubiese echado un vistazo al pronóstico del tiempo, inverosímil para los parisinos porque se enlazan ya cinco días de sol y calor, y eso para ellos es como un regalo caído del cielo, Nadal irrumpe en la central, su central, luciendo una camiseta fluorescente, color lima, que no tarda en deslumbrar a Popyrin. El australiano, un pegador de piernas largas que ya se llevó una buena zurra del mallorquín en Madrid hace tres semanas, camina parsimonioso y cabizbajo conforme va encajando juegos y tiene que enfilar la silla de pensar en los descansos. Se rasca la cabeza, mira al infinito. Resopla. No ve escapatoria. Sencillamente, porque no la hay.
Nadal se aplica de inmediato y enseguida percibe que al gato le faltan las uñas, así que después de una fase de tanteo, de ir calibrando por aquí y por allá, sin la necesidad de subir el tono, empieza a encontrar los huecos ensayando ángulos y parábolas. Comprueba enseguida que todo está en orden: la derecha (zurda, en realidad) y el revés, los cortados y el paralelo; ajusta el saque progresivamente —hay un par de dobles faltas tempraneras, hasta que el deltoides coge temperatura y rota mejor— y en cuanto desnivela el primer parcial (5-3) empieza a probar también con las dejadas, porque al australiano, un gigantón de 1,96, se le puede hace cosquillas por ahí y flaquea en las carreras.
En las gradas, mucho cemento y mucha madera todavía; lonas en el anillo superior y la zona alta del inferior, con el verde corporativo del torneo para cubrir el vacío. Mejor así, la falsa ilusión de una pista más poblada, aunque en realidad la tarde transcurre en un ambiente más bien íntimo, silencioso, de excesiva quietud para un escenario tan canchero como la Chatrier, donde gustan el jolgorio y el canturreo entre punto y punto. Llegarán, claro que llegarán. De momento, no se alcanzan los mil espectadores, que observan a un Nadal serio y firme, y que en cuanto el balear les da un poquito con uno de esos golpes demoledores, se animan. París, público agradecido: “¡Vamos Rafa!”.
En cualquier caso, todo es muy lineal hasta que en el set definitivo la cosa se anima. El español relaja un punto el brazo y Popyrin, que se juega cada pelota a la ruleta rusa, rompiéndola si puede, encuentra un pequeño oasis con una rotura en la que ni él ni los más optimistas confiaban.
De repente, logra un valioso 5-2 que se le esfuma en un santiamén. Como suele ser habitual, al igual que a la mayoría de los jóvenes, le entra el tembleque cuando ve el botín tan cerca y se agarrota en las dos bolas de set que dispone. Después de cometer una doble falta y un par de errores groseros, en una volea clarísima a medio metro de la red y en otra que acaba golpeando directamente el murete del fondo, Nadal recupera el tino y le niega la porción de alegría.
En el tie-break final, el campeón de 20 grandes se expande y el australiano termina cayendo como fruta madura, tras un primaveral arranque en el Bois de Boulogne. Sol y victoria. Lo necesario. Una dulce y agradable forma de arrancar su 17º trazado en París.
“Me voy contento, he jugado bien”
Nadal se fue con buen sabor de boca al hotel. “Creo que he hecho un buen partido, contra un rival difícil e incómodo. No es uno de esos que te quieres encontrar en la primera ronda porque es joven y va a golpear todas las bolas”, apreció. “En el tercero he cometido un error con mi servicio, pero luego he tenido suerte de salvar esos momentos. Estoy contento por el nivel. En muchos momentos, he jugado bien”, añadió.
La campanada de la jornada la deparó ayer el ruso Andrei Rublev, que había ofrecido un gran nivel de juego en la gira sobre arcilla y perdió contra Jan-Lennard Struff por 6-3, 7-6, 4-6, 3-6 y 6-4. Junto a él se despidieron cuatro representantes españoles: Albert Ramos (1-6, 7-6 (6), 6-4 y 6-4 ante Monfils), Carballés (6-4, 0-6, 4-6, 6-2 y 6-2 con Ymer), Verdasco (7-6 (3), 6-2, 2-6 y 6-4 para Kohlschreiber) y Feliciano (6-3, 7-6 (4) y 6-2 frente a Coria). Venció Djokovic: 6-2, 6-4 y 6-2 a Sandgren.
Este miércoles compiten Paula Badosa (Kovinic), Roberto Bautista (Laaksonen), Pablo Carreño (Couacaud), Pedro Martínez (Tsitsipas), Pablo Andújar (Delbonis), Alejandro Davidovich (Van de Zanschulp) y Jaume Munar (Opelka).
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