Remco Evenepoel desafía lo establecido en el Giro de Italia
El niño prodigio belga debutará en la ‘corsa rosa’ a los 21 años sin haber competido ni un día desde que se destrozó la cadera hace nueve meses
Los viejos se aburren entrenando y quieren pasarse el día compitiendo y así coger la forma, porque, si no, no se motivan. Los jóvenes son iguales, solo competir les divierte, y en la vida solo buscan diversión. A orillas del Po, en una Turín limpia y demasiado silenciosa que se despereza lenta con la primavera del invierno largo y de la pandemia que parece que afloja, se cruzan Peter Sagan, un veterano que lo quiere correr todo y proyecta hacer las tres grandes un mismo año, para alimentar, también, su hiperactividad, y ...
Los viejos se aburren entrenando y quieren pasarse el día compitiendo y así coger la forma, porque, si no, no se motivan. Los jóvenes son iguales, solo competir les divierte, y en la vida solo buscan diversión. A orillas del Po, en una Turín limpia y demasiado silenciosa que se despereza lenta con la primavera del invierno largo y de la pandemia que parece que afloja, se cruzan Peter Sagan, un veterano que lo quiere correr todo y proyecta hacer las tres grandes un mismo año, para alimentar, también, su hiperactividad, y Remco Evenepoel, un joven que no quiere perderse ya nada.
El Giro, su Giro, comienza el sábado, y también el de Egan Bernal, otro de los jóvenes, y el del viejo Vincenzo Nibali, que llega dos semanas después de romperse la muñeca --y está casi tan nervioso como el Alex Zülle, que se rompió la clavícula unos días antes del Tour del 97, y el médico del ONCE llevaba un destornillador en su maletín para apretarle los tornillos de la placa que le plantaron, que se aflojaban con el traqueteo de las carreteras--, y el del Simon Yates de toda la vida, y también el de los españoles, Mikel Landa, Marc Soler, Pello Bilbao… Y su igualdad garantiza la pelea, y la aumenta quizás la ausencia de los eslovenos Primoz Roglic y Tadej Pogacar, que todo lo ganan y tan superiores son a todos.
De todos se habla en los corrillos del centro de acreditaciones, donde los directores hacen cola y se ríen del nuevo maillot del Israel, que es como una camiseta blanca sobre la que alguien haya derramado una botella de tinto, pero más que de ninguno se habla de Remco, que renace.
Remco Evenepoel tiene 21 años y varias vidas. Hace dos años era el niño prodigio, el Mozart del ciclismo que siempre espera un mesías detrás de cada puerta. Hace nueve meses, un 15 de agosto, no se mató por poco cayéndose por un puente en el Giro de Lombardía. Sufrió tan graves lesiones que pocos daban un duro por su carrera. Solo en noviembre, tres meses pasada la caída, volvió a montar en bicicleta. Recorrió 500 metros y cuenta que creía morir aunque su moral no se hundió tan baja como el primer día que se levantó de la cama. Y tras superar depresiones, recaídas, miedos y dolores, concentraciones en el Teide, en Sierra Nevada, esprinta y vuelve, y de golpe, sin más se enfrenta al Giro, su primera competición con dorsal desde la caída, y toda Bélgica está pendiente de su niño.
Hace un año, si no se cae, habría llegado al Giro como favorito, con 20 años, y habría continuado su competición a distancia con Eddy Merckx, el Evenepoel de hace más de 50 años. Tras el parón, sin embargo, aún arde la llama del desafío a Merckx, que hizo del Giro del 67 su primera carrera de tres semanas. Tenía también 21 años y ganó dos etapas pero, sorprendentemente, no la maglia rosa final, que tardó un año más en llegar. Y aparentemente, por lo que cuenta él mismo, tampoco Remco ganará su primer Giro en su primera participación. “Después de lo mal que lo he pasado no vengo al Giro con la ambición de ganar”, dice el belga, tan majo, la víspera en teleconferencia. “Solo quiero divertirme y prepararme para los Juegos de Tokio. En el equipo, el Deceuninck, el líder para la general será Joao Almeida”. Y lo dice, cuentan en su equipo, aparentando una madurez que no ha alcanzado aún, pues sigue siendo un adolescente pese a las horas de trabajo con psicólogo invertidas, y le dicen que no acepte los halagos que le llueven, sino las críticas que quizás sus amigos no se atreven a hacerle. Y aunque él sea el más joven de la generación Z que ha secuestrado el ciclismo, le recuerda que, ay, el tiempo pasa muy rápido, y si no, que se lo pregunte a Egan Bernal.
El ciclista colombiano es solo tres años más viejo que Remco, y parece un siglo, otra época, y él parece ya un veterano, tantas cosas han pasado desde que en 2019 ganara el Tour a los 22. Fue entonces el más joven que ganaba la grande boucle en 110 años, e inevitable parecía que su dominio se alargara sin disputa durante una década. Pero poco más de un año después, y una pandemia por medio, Egan debió retirarse del siguiente Tour con la espalda machacada en medio de la segunda revolución joven. Ganó el Tour Pogacar, que aún no había cumplido los 22, y le quitó el récord de ganador más joven de la posguerra. Unas semanas más tarde Tao Geoghegan, otro jovencito de su equipo, el Ineos, ganó el Giro, y Egan perdió el derecho de volver al Tour a terminar el trabajo iniciado. Vuelta a empezar por el Giro, que quiere ganar con estilo. “No se tratará solo de vencer, sino de hacerlo con un ciclismo atractivo, un ciclismo de ataque”, dice Bernal, quien se siente pionero de una nueva forma de afrontar los grandes desafíos, desdeñando los trenes del trantrán de Froome, ensalzando las ofensivas individuales y aparentemente locas. “Los jóvenes salen con la idea de que no tienen nada que perder y prueban de lejos y en un segundo cambian la carrera…”
Y, claro, admite Egan, Remco, “que será un grandísimo”, es uno de esos jóvenes.
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