Nadal instruye a Alcaraz
El mallorquín desborda al joven murciano, que cumplía 18 años, en el primer enfrentamiento entre ambos: 6-1 y 6-2, en 1h 17m. Este jueves se enfrentará a Popyrin (7-6 y 6-2 a Sinner) por los cuartos
No. Carlos Alcaraz no es Rafael Nadal. Ni lo es ni lo pretende el murciano, un chico que apunta alto y que juega al tenis como los ángeles, pero que desea escribir su propio recorrido pese a que desde un rincón y otro se insista en la peligrosa comparativa que tan poco ayuda. Alcaraz es bueno, muy bueno. Lo demuestra en los primeros intercambios de un duelo que a los 14 minutos se parte en dos. Primero, la ilusión; después, el susto y el baño de r...
No. Carlos Alcaraz no es Rafael Nadal. Ni lo es ni lo pretende el murciano, un chico que apunta alto y que juega al tenis como los ángeles, pero que desea escribir su propio recorrido pese a que desde un rincón y otro se insista en la peligrosa comparativa que tan poco ayuda. Alcaraz es bueno, muy bueno. Lo demuestra en los primeros intercambios de un duelo que a los 14 minutos se parte en dos. Primero, la ilusión; después, el susto y el baño de realidad. Para los de la comparativa, que no para él, porque sabe perfectamente dónde está y hacia dónde va. 6-1 y 6-2, en 1h 17m. El mallorquín pertenece a otra dimensión. Nadal es Nadal, y él es él. Una hermosa carrera por delante. Dos mundos completamente diferentes.
El chico, que este miércoles celebra 18 años y tiene el regalo de medirse por primera vez con el balear, agradece el cumpleaños feliz que le entona la grada cuando accede a la pista y se dispone a calentar. La Caja Mágica tiene ganas de verle, y él de corresponder. Pelotea sin complejos, como siempre; abre con la derecha y aprieta con el revés, con ese juego vivaz y ambicioso, más propio de rápida que de tierra; intenta morder a un Nadal que durante unos minutos contemporiza y analiza, hasta que llega el punto de inflexión. En un intercambio alegre, de tú a tú, el murciano se estira para intentar devolver una volea alta de revés, y la musculatura del pecho se le contrae. Hay un pinchazo, demasiada tensión. Son 18 años. Se rompe la tarde.
A partir de ahí, el balear (34 años) ordena y dispone. Nadal pisa el acelerador sin remisión, trazando una frontera insalvable. Enlaza 10 puntos consecutivos y Alcaraz, que había dispuesto de una opción de break en el primer juego, boquea para coger aire y seguir el ritmo que marca el campeón de 20 grandes. Este entra en calor, agradece el sol que calienta la central de Madrid y empieza a soltar el brazo para ir entrando en combustión. Su drive centellea, el revés carbura y el saque, grisáceo en las dos paradas previas de la gira sobre arcilla, Montecarlo y Barcelona, funciona como no había funcionado hasta ahora. En consecuencia, un abismo. 5-0 y la comidilla en la grada, porque tal vez sería feo que el niño bonito del tenis español recibiera un rosco un día así.
Al final, araña ese juego, no hay borrón. ¿Ha aflojado Nadal? Quién sabe. Solo él lo sabe. Sea como fuere, no hay condescendencia alguna en la continuación, resuelta al mismo ritmo militar que ha transcurrido la primera manga. “¡Vamos, Carlitooos!”, se escucha desde una de las tribunas, donde asisten unas 2.000 personas que, de forma instintiva, porque así sucede siempre, intentan arropar al chico y aplauden a rabiar cuando este logra un break (para 3-1) que se esfuma en un santiamén, con una devolución en blanco. Nadal, fiel a sí mismo, no regala un ápice y sigue a lo suyo, de acelerón en acelerón hasta que rubrica la victoria y sella una tarde que habla a las claras: uno está en construcción, el otro es un imperio. Hay relevo, reemplazo natural, que no sustitución.
”Se podía haber hecho algo mejor, pero al final es Rafa. Jugar contra él nunca es fácil, ni la primera vez ni cuando llevas 100 veces. Poder aprender de él en pista… Creo que la próxima vez será totalmente diferente, ya sabré cómo jugar, cómo salir a la pista. Me ha podido un poco el ansia de querer acabar los puntos demasiado rápido. Ha habido un momento en el que no sabía que tenía a Rafa enfrente, y él me devolvía una bola, y otra, y otra... He tenido que ir a remolque todo el rato”, expone tras recibir el agasajo de la organización, una torre de chocolate.
“Yo no tengo que enseñar nada a nadie”, responde Nadal a los periodistas. “Cuando alguien hace lo que él hace, significa que es especial. Lo único que debe hacer es seguir. No se ha quejado ni una vez en todo el partido, tiene la actitud adecuada, en Australia estuvo 15 días confinado y tampoco protestó... No tengo ninguna necesidad de ensalzar a nadie porque sea joven. Tenemos la necesidad de que salga alguien, pero no hay que sobrecargarle de responsabilidad. Ojalá en podamos disfrutarlo todos los seguidores del tenis y que haga el camino que creemos que puede hacer”, valora.
“Era un día bonito, Carlos es el presente y el futuro. Ha sido un partido interesante, bueno para nuestro deporte”, resuelve el ganador, con solo 8 errores en la hoja de servicios, citado este jueves (15.00, #Vamos y Teledeporte) con Alexei Popyrin (7-6 y 6-2 a Sinner) por una plaza en los cuartos. Mientras, Alcaraz, con todo un estupendo porvenir por delante, se lleva una lección magistral, una valiosísima experiencia a guardar: así cabalgan los más fuertes. Así ejerce una leyenda.
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