El primer capitán del Chelsea pesaba 150 kilos
En 1905, los dueños ficharon como reclamo al gigantón Billy ‘Fatty’ Foulkes
Cuando los hermanos Mears fundaron el Chelsea en 1905 eligieron como portero, capitán y emblema a Billy Fatty Foulkes, un gigantón de 31 años que medía 1,96m y pesaba 150 kilos. Aquel tipo llamaba de verdad la atención.
Nacido en abril de 1874 en Dawley, minero en su adolescencia, pronto destacó por su habilidad para el críquet y el fútbol. Debutó con 19 años en el fútbol profesional con el Blackwell. Su 1,96m era excepcional en un tiempo en el que con 1,80 ya se le consideraba a uno un grandote. Espigado y ágil,...
Cuando los hermanos Mears fundaron el Chelsea en 1905 eligieron como portero, capitán y emblema a Billy Fatty Foulkes, un gigantón de 31 años que medía 1,96m y pesaba 150 kilos. Aquel tipo llamaba de verdad la atención.
Nacido en abril de 1874 en Dawley, minero en su adolescencia, pronto destacó por su habilidad para el críquet y el fútbol. Debutó con 19 años en el fútbol profesional con el Blackwell. Su 1,96m era excepcional en un tiempo en el que con 1,80 ya se le consideraba a uno un grandote. Espigado y ágil, era un portero llamativo. Tanto que le fichó el Sheffield United, uno de los grandes, con el que debutó el 1 de septiembre de 1894. Con 20 años no podía crecer más, pero sí ganar peso. Echaba cuerpo, se ensanchaban sus hombros, se fortalecía con el ejercicio y la abundante comida, su gran pasión. No se veía mal, porque aquellos porteros tenían que soportar tremendas cargas de los delanteros, así que resultaba conveniente que fueran tipos fornidos. A los ligeros les metían en la portería abrazados al balón.
Ese William Foulkes de los inicios era excepcional. Le disputó y le ganó el arco a una leyenda, Arthur Warthon, mulato ghanés célebre por su agilidad y sus extravagancias, algunas de las cuales copió y hasta mejoró. Se colgaba del larguero, salía del área a jugar, llegó a marcar algún gol, discutía… Era excesivo y exhibicionista en todo. Y también un excepcional parapenaltis (valía adelantarse hasta el borde del área chica). Debutó con la selección en 1897, contra Gales. Inglaterra ganó 4-0.
Pero no volvió. El chico espigado que pasó a fuerte y a fornido fue rompiendo en gordo descarado. Comía desmesuradamente, pero como era un dotado, mientras mantuvo agilidad para ir abajo el Sheffield lo toleró. Dos metros cúbicos de portero tapaban mucha portería. Al último delantero que intentó cargarle le levantó de una pierna para exhibirlo cabeza abajo.
Cobraba cinco libras a la semana, el máximo. El Sheffield ganó con él la Liga 1897-98, y la FA Cup de 1899 y 1902. Para esta última fecha ya estaba en los 130 kilos y produjo un gran escándalo. La final acabó 1-1. Él reclamó fuera de juego en el gol del Southampton, sin éxito. Ya en la ducha, se calentó y salió completamente desnudo a exigir explicaciones al árbitro, Tom Kirkham, que se escondió en el cuarto de las escobas. Costó reducirle entre varios mientras trataba de arrancar la puerta. Jugó el desempate y ganó su segunda Copa.
Un día, por coincidencia de color de su jersey con un rival, se cubrió con una sábana a modo de toga. Dejó la puerta a cero y un crítico escribió: “Fatty Foulkes mantuvo la sábana limpia (clean sheet)”. Desde entonces, clean sheet equivale a dejar la portería a cero y el premio al mejor portero se concede por el número de clean sheets logrados.
Siguió engordando y haciendo chaladuras. Un día partió el larguero en el derby de Sheffield. Cada vez iba peor abajo y las críticas arreciaban. El Sheffield le quiso bajar de cinco libras a tres y se enfadó. Justo entonces llegó el interés de los hermanos Mears para que capitaneara su flamante Chelsea, inscrito en Segunda. El Sheffield cobró 50 libras y le dejó ir. El nuevo club ya tenía el gran reclamo que le permitiría robar espectadores a su vecino Fulham.
Tenía 31 años, estaba ya en los 150 kilos. La foto fundacional, los 11 alineados bajo el larguero, él en medio, es emblemática. Parece un adulto rodeado de doceañeros. El primer impacto lo produjo cuando bajó al desayuno antes que nadie y se comió once huevos, dejando a los demás sin el suyo. Su apetito era legendario.
Paró lo suyo, lució sus potentísimos saques hasta el otro campo, inéditos hasta él. Hizo sus extravagancias, cumplió en la tarea de poner al nuevo club en el mapa, pero por abajo era una ruina. El Chelsea quedó tercero (no ascendió) y los Mears pensaron que con un año era bastante. Le dejaron ir al Bradford, donde jugó dos temporadas más. Se retiró a los 33 con 167 kilos.
Montó una tienda en Sheffield y luego un pub. Murió a los 42 años. No de neumonía y arruinado, como circuló, tras ser atracción de barraca de feria bajo el rótulo beat the goalie (batir al portero),intentado parar penaltis a los que pagaran. Quizá se trató de alguna suplantación. Murió de cirrosis. Tiene una tumba destacada en Sheffield. Hoy en los campos ingleses se les canta a los gordos para mortificarlos: “¿Quién se comió los pasteles?”. Y se corea el nombre de la víctima. Se dice que aquello empezó con él, aunque no es seguro, porque la melodía que se utiliza nació después de su retirada. Pero quién sabe.
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