Juan de Dios Román, el gran ideólogo del balonmano español, en estado crítico

El entrenador ha sido imprescindible en la historia del deporte español, como profesor, preparador, técnico revolucionario, pensador y directivo

Madrid -
Juan De Dios Román, en su casa de Madrid, a principios de enero junto al Premio Nacional del Deporte que recibió.Inma Flores

Juan de Dios Román Seco, que se encuentra en estado crítico, nunca tuvo muy claro si era profesor o era entrenador, y sus alumnos y jugadores, tampoco. “Digamos, mejor, que fue un estudioso del balonmano, un pensador, con su ego”, dice Cecilio Alonso, el jugador manchego que encarnó en los años ochenta la idea del balonmano moderno, de la revolución física y técnica del balonmano español, que buscaba desde siempre Juan de Dios y que se hizo realidad en el Atlético de Madrid entre 1971 y 1985. “Su llegada fue un cambio brutal en todos los aspectos. Trajo el balonmano juicioso, de raciocinio, un...

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Juan de Dios Román Seco, que se encuentra en estado crítico, nunca tuvo muy claro si era profesor o era entrenador, y sus alumnos y jugadores, tampoco. “Digamos, mejor, que fue un estudioso del balonmano, un pensador, con su ego”, dice Cecilio Alonso, el jugador manchego que encarnó en los años ochenta la idea del balonmano moderno, de la revolución física y técnica del balonmano español, que buscaba desde siempre Juan de Dios y que se hizo realidad en el Atlético de Madrid entre 1971 y 1985. “Su llegada fue un cambio brutal en todos los aspectos. Trajo el balonmano juicioso, de raciocinio, una revolución técnica y táctica. Siempre estaba aprendiendo y enseñando, y tenía su carácter, que había que entender. Pero cuando te echaba una bronca siempre nos hacía sentirnos más alumnos del INEF que jugadores”.

Y ese sentimiento de ser entrenador, profesor, teórico e ideólogo del balonmano y del deporte se intensificó más aún en los últimos años, cuando ya dejó la federación y la selección, cuando el cáncer de pulmón, cuando la operación de fémur y cadera le dejaron en una silla de ruedas, cuando el confinamiento último de su barrio de Madrid, el de Infanta Mercedes, en Tetuán, le obligó a cambiar por una videoconferencia su vermut semanal en una terraza con Cecilio Alonso, Luis Miguel López y otro par de amigos de siempre. Y aunque toda la brillante generación de técnicos de balonmano españoles que ahora inundan las mejores ligas y selecciones del mundo, más de una veintena, puedan, con todo derecho, llamarle padre, él, Juan de Dios, solo se ha considerado siempre hijo, el hijo deportivo de Domingo Bárcenas, al que siempre ha añadido el calificativo de padre del balonmano español.

Todo empezó, en los años sesenta, franquismo y aislamiento cultural, en el Instituto Nacional de Educación Física (INEF), una ventana al mundo exterior abierta por José María Cagigal para formar a las élites técnicas y directivas del deporte español. Allí Bárcenas llevaba la asignatura de balonmano y allí empezó como profesor ayudante suyo Juan de Dios Román, un jovencito de Mérida (17 de diciembre de 1942) y de izquierdas que, terminado el bachillerato en Extremadura, donde no había universidad, se fue a Madrid a estudiar Filosofía y Letras y entrenaba y enseñaba, siempre la dualidad, a los niños de los Jesuitas de Chamartín.

A la biblioteca del INEF empezaron a llegar revistas y libros de Europa del Este de técnica, táctica y teoría del balonmano, que, traducidos por Erika Schwarz y Casimiro Tylko, se convirtieron en los rudimentos con los que comenzaron entre Bárcenas y Juan de Dios a construir la escuela española de balonmano, que ambos llevaron a la práctica en el Atlético de Madrid y en la selección nacional.

“En el club supo aislarnos de todo el ruido del equipo de fútbol formando una especie de burbuja que nos protegía, un grupo tremendo de buenas gentes que salíamos a cenar, de copas… Eran tiempos más abiertos”, recuerda Cecilio Alonso. “Éramos un ejemplo de unión y solidez”.

Dirigió al Atlético, en una primera etapa, entre 1971 y 1985 (cinco ligas y cinco copas), y pasó a su primera etapa en la selección, que duró hasta 1988. Regresó al Atlético en 1990 y estuvo hasta 1992, cuando Jesús Gil cerró la sección. En su segunda etapa de seleccionador nacional (entre 1995 y 2000) llegaron las primeras grandes medallas, la consagración de sus ideas y de su dirección al gran nivel internacional: bronce en los Juegos de Atenas 96 y Sídney 2000; plata en los Europeos de 1996 y 1998, y bronce en los de 2000. Fue la era de Masip, Garralda, Barrufet, Urdangarin… Dirigió 221 partidos al equipo nacional, más que ninguno otro en España. Terminó su carrera de entrenador varios años después, construyendo con Domingo Díaz de Mera el Ciudad Real y llevando al equipo manchego de Dujshebaev a la final de la Copa de Europa (derrota en 2005 ante el Barça de Xesco Espar). Cuando en 2008 fue elegido presidente de la federación española, su primera decisión fue nombrar seleccionador a Valero Rivera, el técnico zaragozano que había creado el Barça invencible en España y en Europa de los años noventa.

Rivera llevó a la selección en 2013 a su segundo campeonato del mundo (el primero, en 2005, lo guio Juan Carlos Pastor). Y después de ellos, Jordi Ribera ha conseguido dos Europeos, 2018 y 2020. “El problema es de entrenadores, no de materia prima”, solía decir cuando le preguntaban por qué en países como Alemania, con grandes talentos juveniles, no progresaba el juego del balonmano como progresaba en España, por ejemplo. Nunca quiso tener tiempo libre. Cuando dejó los cargos, aprovechó para recopilar todos sus escritos y dar forma a su monumental Evolución del juego del balonmano, una historia en nueve partes publicadas entre 2007 y 2019, cuyo capítulo más significativo, el segundo, es un análisis histórico de todas las escuelas que han guiado hegemónicamente su deporte desde su mayoría de edad, en la posguerra europea —la sueca, la rumana, la soviética, la nórdica, la creatividad de la escuela francesa...—, hasta culminar con la consolidación de la escuela española de cuyo nacimiento y desarrollo es él uno de los grandes responsables. El libro es, claro, una hermosa y didáctica forma de autobiografía.

“Hay una gran contradicción española”, reflexiona Cecilio Alonso. “Tenemos los mejores técnicos, los mejores jugadores, el mejor juego, y el balonmano en España es una ruina económica, un deporte residual”.

Y ellos, y muchos más técnicos españoles, hasta 25 en la actualidad entre clubes mundiales y selecciones de todos los continentes, alcanzaron el nivel extraordinario que poseen gracias, seguramente, a la tenacidad y perseverancia de un entrenador—profesor— pensador inquieto que siempre ha querido contribuir al desarrollo del deporte español con sus reflexiones e ideas sobre la necesaria profesionalización de todos los deportes. Siempre se le han llevado los demonios al contemplar el páramo en que se ha convertido la liga española de balonmano, un panorama que los días grises, tristes y lluviosos de finales de noviembre vuelven más triste aún por el estado de salud de personas tan imprescindibles como Juan de Dios Román.

Fe de errores. En una primera versión de este texto, se informó de la muerte de Juan de Dios Román porque así lo comunicó oficialmente la Asociación de Entrenadores de Balonmano.

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