Destierro y confinamiento de ingenieros japoneses de MotoGP en Andorra
Seis técnicos de Yamaha, instalados en Europa desde que empezó el Mundial, permanecen recluidos en el Principado tras un positivo, y se conectan telemáticamente con Rossi y Viñales
Los ingenieros y técnicos japoneses del Mundial de Motociclismo están prácticamente desterrados. Muchos de ellos llevan sin regresar a Japón desde que se celebró la primera carrera del año, a mediados de julio en el circuito de Jerez. Además, conscientes como son de que la obligada cuarentena cada vez que aterricen en Japón les impediría asistir a los 14 grandes premios planificados entre julio y noviembre, todos ellos –los japoneses miembros de Honda, Yamaha o Suzuki–, están concentrados, como en un stage de pretemporada...
Los ingenieros y técnicos japoneses del Mundial de Motociclismo están prácticamente desterrados. Muchos de ellos llevan sin regresar a Japón desde que se celebró la primera carrera del año, a mediados de julio en el circuito de Jerez. Además, conscientes como son de que la obligada cuarentena cada vez que aterricen en Japón les impediría asistir a los 14 grandes premios planificados entre julio y noviembre, todos ellos –los japoneses miembros de Honda, Yamaha o Suzuki–, están concentrados, como en un stage de pretemporada interminable, en Andorra. Ahora, algunos han tenido que añadir a su estado, además del destierro, el confinamiento total y aislamiento en sus residencias temporales, entre montañas que cada día serán menos verdes con la llegada de las primeras nevadas. Es el caso de seis de los ingenieros del Monster Yamaha Team, que no han podido desplazarse este fin de semana hasta Le Mans para la celebración del GP de Francia después de que uno de ellos diera positivo en el último test PCR que se les realizó antes de viajar al país vecino.
Contagiado uno de los miembros japoneses del equipo de Valentino Rossi y Maverick Viñales, y tras la pertinente segunda prueba que confirmó tanto el positivo inicial como los otros cinco negativos, los seis –entre ellos se cuenta Takahiro Sumi, el líder del proyecto y responsable del desarrollo de la M1, uno de los grandes jefes de la fábrica de los diapasones– han tenido que quedarse en Andorra y están aislados mientras pasa la cuarentena para evitar poner en peligro la burbuja en que se ha convertido en paddock de MotoGP.
Si bien, el confinamiento no les ha impedido trabajar. Lo hacen a distancia y por vía telemática, como muchos ahora en estos tiempos de pandemia. “Utilizan un sistema para poder estar conectados con el box durante las sesiones. Así, en todo momento saben lo que está pasando”, explican desde Yamaha. Y, a pesar de que no quieren proporcionar demasiados detalles sobre el caso, no pueden evitar que a uno de sus pilotos, Viñales en este caso, se le escape que puede escucharlos perfectamente a través de los altavoces que han montado en el garaje.
Así es como esos seis japoneses, incluido el que está contagiado, pues es asintomático y se encuentra bien de salud, están teletrabajando y “en contacto continuo con los pilotos, con el box y el resto del personal del equipo”. “Se les echa de menos, no es lo mismo que si estuvieran aquí, pero pueden escuchar cada comentario que hago. Y aunque no pueden ver realmente cómo expreso mis sensaciones con la moto, están atentos a todo. Y, claro, tienen acceso a todos los datos de la telemetría”, explica Viñales. Yamaha, además, ha podido reaccionar mínimamente y ha reforzado el equipo con personal de Italia. En el caso de Viñales cuenta para esta novena cita del Mundial con un técnico electrónico nuevo. “Este fin de semana lo salvamos, seguro”, afirma, optimista, tras terminar con el segundo mejor tiempo el primer día de ensayos en un frío y lluvioso Le Mans.
Los ingenieros de Yamaha no son los únicos que viven una situación extraordinaria. Los demás técnicos japoneses de Honda o Suzuki han tenido también que afrontar de manera extraordinaria un campeonato que también es extraordinario por la crisis de la covid. Al no poder regresar a Japón después de cada gran premio, especialmente con el calendario tan exigente que se ha impuesto para este 2020 –repleto de tripletes que obligan al personal a permanecer dos semanas en el mismo país y viajar a un segundo destino al cabo de pocos días–, han escogido Andorra como sede desde donde viajar a los diferentes países europeos con citas mundialistas.
Los hay que no han regresado a sus casas desde la primera carrera, el 19 de julio en Jerez. O lo han hecho por tan solo unos días. Equipos como Yamaha han facilitado el regreso esporádico y por turnos de algunos de sus miembros, deseosos de ver a sus familias. También Suzuki. “Unos pocos volvieron a casa en esas dos semanas sin carreras que hubo antes del GP de Italia, a primeros de septiembre: viajaron a Japón, hicieron la cuarentena, y viajaron a Misano”, explican desde la estructura de Hamamatsu.
En su caso, son cinco los japoneses del equipo que llevan una vida casi monacal desde que arrancó el campeonato. Viven en un hotel en Andorra, en habitaciones individuales, y apenas salen para comer y cenar. “Evitan tener relaciones con otras personas”, explican fuentes del equipo. Así lo confirma Ken Kawauchi, director técnico del Suzuki Ecstar. “La mayoría del tiempo estoy en el hotel, comprobando mis correos electrónicos y en contacto con la fábrica. Solo salgo para comer algo. La verdad es que echo de menos la comida japonesa, aunque por suerte tenemos algún que otro restaurante japonés en Andorra”. Uno de esos restaurantes es, curiosamente, el Ginza41, propiedad de Aleix Espargargó, expiloto de la casa.
Kawauchi reconoce también, en declaraciones a EL PAÍS, que no está siendo nada agradable vivir tanto tiempo separado de su familia. “Pero es mi trabajo e intento estar concentrado y no pensar demasiado en ello”. Entre mails y sesiones de MotoGP, el jefe de Suzuki busca sacar algo de tiempo libre. “Más que nada para descansar y poder ser un poco más productivo cuando vuelvo al trabajo”. Filosofía japonesa 100%.