Un dique y un genio: los pilares del campeón
Courtois, Ramos y Casemiro, claves en la defensa menos batida, y Benzema arriba definen la identidad de este Madrid
De las primeras cosas que dejó claras Zinedine Zidane cuando llegó al banquillo del Real Madrid en 2016 es que la llamada BBC (Bale, Benzema y Cristiano) era intocable. Ahora, lo que ha demostrado en esta segunda etapa en Chamartín es que lo innegociable es el sistema defensivo. La pérdida goleadora por el agujero no resuelto tras la salida en 2018 de Cristiano Ronaldo le obligó a mirar más hacia atrás. Si no contaba con cañones suficientes, debía procurarse unos buenos escudos. ...
De las primeras cosas que dejó claras Zinedine Zidane cuando llegó al banquillo del Real Madrid en 2016 es que la llamada BBC (Bale, Benzema y Cristiano) era intocable. Ahora, lo que ha demostrado en esta segunda etapa en Chamartín es que lo innegociable es el sistema defensivo. La pérdida goleadora por el agujero no resuelto tras la salida en 2018 de Cristiano Ronaldo le obligó a mirar más hacia atrás. Si no contaba con cañones suficientes, debía procurarse unos buenos escudos. El 3-7 que le zurró el Atlético en pretemporada fue el mejor chivato de qué tuercas tenía que apretar.
357 días después de aquel baño veraniego, el equipo de ZZ 2.0 es el menos goleado de la historia del club a estas alturas: 23 tantos en 37 jornadas y, salvo sorpresa este domingo en Leganés, superará su mejor registro, los 26 de la 87-88, según las estadísticas de Opta. De una campaña a otra, ha reducido a la mitad los tantos encajados (de 46 a 23). Un hito que se explica por los jugadores que definieron la identidad del campeón: un portero (Courtois), un central (Sergio Ramos), un mediocentro de contención (Casemiro) y, alumbrando el ataque, un delantero asistente (Benzema) que se ha encarado a un Messi deprimido en la lucha por el Pichichi (21 goles frente a 23).
Zidane no ha repetido alineación en toda la Liga, 37 caras distintas, pero estos cuatro nombres nunca estuvieron en cuestión. Tres integrantes de la vieja guardia y ningún recién llegado en el multimillonario desembolso de hace un año fueron el tronco blanco. De él colgaron todas las ramas hasta formar un árbol que no se recordará por su belleza, pero sí por su solidez, eficacia y determinación en el momento de mayor incertidumbre, tras el confinamiento.
Casemiro suele decir que su posición es la más importante del fútbol actual. De eso, posiblemente, también se dio cuenta en su día Zidane, quien, tras canonizar a la BBC, vio que lo necesitaba como dique. Entonces para sujetar un equipo que solía desbocarse y hoy como pilar de un tejido defensivo difícil de agujerear, el brasileño sigue siendo igual de imprescindible. A falta de una jornada, lidera la tabla de recuperaciones (8,56 por partido) porque, como le reconoció en una entrevista a Jorge Valdano, va a por cada balón como si fuera un plato de comida. “Es el legado que quiero dejar”, aseguró.
En el tajo encontró la ayuda del emergente Valverde y a su lado volvieron a chispear Modric y Kroos, junto al paulista la santísima trinidad de Zizou en el medio. Nadie ha disputado más minutos que él en Liga (3.930), lo que explica su peso y también la temeraria ausencia de un doble en la plantilla tras la marcha de Marcos Llorente al Atlético, donde ahora la rompe como delantero.
Unos metros más atrás pisó Sergio Ramos, que no paró en la celebración de abrazar y besar a Zidane, “el patrón”, a quien ya salió a defender cuando empezó a rondar el nombre de Mourinho tras las primeras dudas. No hubo esquina donde el capitán, cuyo contrato expira en 2021, no ejerciera su influencia, también en la portería contraria. Con sus 12 dianas (10 en Liga), el mejor registro de su carrera, se convirtió en el segundo máximo goleador blanco y en el defensa más anotador de la historia de la Liga (71), e igualó a Mariano Pernía, ex del Getafe, como el zaguero con mejores cifras en este siglo.
Marcó en la mitad de los partidos postconfinamiento y su tino en los penaltis estiró al Madrid en la clasificación. “Soy el idóneo para lanzarlos”, advirtió. Y en su área, con la escolta del mejorado Varane, dirigió a golpe de silbidos la línea menos batida y alterada por el técnico, que nunca jugó con las cosas de comer.
Casemiro, Ramos y, al fondo, Courtois, por fin para el Madrid en la versión deseada. “La temporada que viene no habrá debate”, anunció el entrenador hace un año. Y bien que lo ha celebrado el belga, que sin la competencia de Keylor Navas se sintió más liberado. Le costó arrancar, eso sí, porque en septiembre contra el Brujas, con 0-2 al descanso y pitado por el Bernabéu, se quedó en la caseta indispuesto y tan pálido como sus números. Desde entonces, su cara y sus cifras tomaron color: su porcentaje de paradas (79,19%) es el mejor del campeonato, de su carrera (14 puntos mejor que la campaña anterior) y se encuentra a un duelo del Zamora, un trofeo desconocido en el Bernabéu desde Iker Casillas en 2008. En pleno despegue, hasta cabeceó un córner en Mestalla en la antesala del empate agónico de Benzema, recordando sus tiempos mozos como lateral izquierdo en el Genk.
Arriba, la única certeza volvió a ser el delantero francés, que aún aspira a algo inimaginable: birlarle a Messi un Pichichi que se mueve en las cifras más bajas en dos décadas (ahora les separan dos dianas: 21-23). Escaldado de la calamitosa temporada del equipo, huérfano de Ronaldo, el club le compró compañía. De los 337 millones invertidos el pasado verano, dos terceras partes fueron, entre otras cosas, a pagar gol: 100 por Hazard, 60 por Jovic y 45 por Rodrygo. Sin embargo, el que más le ayudó fue un defensa, Ramos. El resto de arietes, cada uno por motivos diferentes, le asistió entre poco y nada.
El nueve blanco jugó casi todo y rindió casi siempre. Marcó en más partidos que el 10 azulgrana (17-15) y sus tantos facturaron más puntos (15) que los de ningún otro jugador. Y cuando su cuenta aflojó, el grupo le cubrió con espíritu cooperativo (21 jugadores distintos han anotado, récord en Europa). Así alcanzó el título el Madrid, de atrás hacia adelante, con un tallo de dos metros bajo palos, un capataz para todo en la defensa, un espigón en el medio y un genio en la delantera.