Valencia, ‘Ciudad de baloncesto’

El futuro del dinero invertido por los dueños de los equipos quizá no debiera depender tanto de 40 agónicos minutos, y sí más del esfuerzo del proyecto a todos los niveles

Dubljevic y Will Thomas tratan de detener Sikma y Clifford.Juan Carlos Cárdenas (EFE)

Apreciado Juan*:

Me senté a estudiar para este exigente lunes qué nos espera en Valencia con la visita del Alba Berlín (Final de la Eurocup, 20.30, Tdp) y, buscando datos sobre el presente del equipo, me topé con la maqueta del futuro pabellón para más de 15.000 espectadores que pensáis construir. Lamentablemente, vuestra ambiciosa declaración de intenciones no será suficiente para acobardar a Aíto García Reneses, el chaval del Ramiro de Maeztu al que un día pusieron un balón de baloncesto en las manos y se creyó con el derecho a escribir su propio capítulo histórico; capítulo que cuent...

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Apreciado Juan*:

Me senté a estudiar para este exigente lunes qué nos espera en Valencia con la visita del Alba Berlín (Final de la Eurocup, 20.30, Tdp) y, buscando datos sobre el presente del equipo, me topé con la maqueta del futuro pabellón para más de 15.000 espectadores que pensáis construir. Lamentablemente, vuestra ambiciosa declaración de intenciones no será suficiente para acobardar a Aíto García Reneses, el chaval del Ramiro de Maeztu al que un día pusieron un balón de baloncesto en las manos y se creyó con el derecho a escribir su propio capítulo histórico; capítulo que cuenta con más de medio siglo de vigencia y, lógicamente, tiene muy fidelizada a la audiencia.

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Lo que probablemente sí pueda intimidarlo sea la capacidad que ya ha demostrado Jaume Ponsarnau, vuestro entrenador, para combinar de forma precisa unas piezas sobre el tablero que, jugador por jugador, reúnen más calidad, más veteranía, y que además contarán de nuevo con la energía de una ciudad entera detrás. Esa sensación de Ciudad de baloncesto, trascendiendo a los 9.000 que caben ahora en La Fonteta, me la explicó un empresario de la zona en los prolegómenos del primer partido de esta final. “Pablo, lo que se ha conseguido con el baloncesto en Valencia es que disfrutemos más que en cualquier otro evento deportivo y nos resulte más interesante a todos los niveles”.

Como ni tú ni yo, ni los fans que llenarán la instalación podremos salir a la cancha a ayudar a Van Rossom y Matt Thomas en el triple, o a mejorar el juego al poste bajo de Will Thomas o de Bojan Dubljevic; ni tampoco a parar las penetraciones de Siva y Hermannsson, o la intensidad de Luke Sikma, ocupemos las horas previas hablando del pasado y el futuro, y dejando a los protagonistas que nos regalen 40 minutos de otro gran partido europeo.

Se ha escrito que la inspiración te vino a mediados de los 80. La medalla de plata de la selección en Los Ángeles '84 nos marcó a todos mucho, pero por lo visto resultó especialmente relevante para ciertos perfiles como el vuestro; jóvenes empresarios capaces de imaginar y de liderar exitosas aventuras profesionales. Estaba naciendo en aquel tiempo la ACB (me vienen desordenadamente a la cabeza nombres importantes de aquellos días como Juan Fernández —OAR Ferrol—, José Luis Rubio —CAI Zaragoza—, Alejandro Varona —Estudiantes—, además de Salvador Alemany y Mariano Jaquotot liderando al Barcelona y al Madrid), cuya compleja visión pasaba por combinar lo mejor de dos culturas; la franquicia profesional norteamericana y el club deportivo europeo. A las imágenes de la invasión de campo tras la victoria de aquel Pamesa Valencia frente a Santa Coloma, con el consiguiente ascenso a ACB de 1988 vestidos de blanco, sólo le falta una voz algo más rota del comentarista, imitando al mítico narrador de Boston Celtics en celebraciones todavía por civilizar.

Hay mucha gente que defiende la necesidad tan europea de ganarse el puesto en las competiciones únicamente por criterios de resultados en la pista. Pero entonces uno vuelve la mirada hacia la cara de felicidad del dueño de los Dallas Mavericks en la despedida a su ejecutivo más rentable de los últimos 20 años, Dirk Nowitzky, y piensa que todo el dinero invertido por los dueños de los equipos quizá no debiera depender tanto de 40 agónicos minutos, y sí más de ese “interés a todos los niveles” que una ciudad ha sido capaz de ir adquiriendo con su equipo de baloncesto. A la creciente cultura del baloncesto, y al evidente esfuerzo de los que ponéis el dinero habrá que seguir añadiendo la necesaria rentabilidad de las competiciones. Que no haya que jugárselo todo en 40 minutos, para que no exista nada mejor que 40 minutos de una gran fiesta europea de baloncesto.

*Juan Roig es el mecenas del Valencia Basket desde hace tres décadas, y máximo accionista de Mercadona.

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