Aprender a escuchar las olas

Carmen López, surfista invidente, se entrena con el reto de ir a los Juegos Paralímpicos de Tokio

Carmen López, en un entrenamiento el pasado diciembre, junto a su entrenador.Vídeo: REUTERS / EPV

Carmen López nunca ha visto el mar. Y, sin embargo, surfea. Es ciega de nacimiento y siempre ha hecho deporte. Patinaje artístico, gimnasia rítmica, equitación, snowboard, tiro con arco… ¿tiro con arco? “Sí, sí, tiro con arco. Nunca me dijeron que no a nada de lo que proponía”, explica sentada en una cafetería en la playa de Salinas, a orillas del Cantábrico.

Ovetense de 21 años. Estudiante de Integración Social. El pasado diciembre compitió en el Campeonato del Mundo de surf adaptado en La Jolla, California. Primera mujer española que participa en la prueba. Logró el cuarto puesto. Med...

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Carmen López nunca ha visto el mar. Y, sin embargo, surfea. Es ciega de nacimiento y siempre ha hecho deporte. Patinaje artístico, gimnasia rítmica, equitación, snowboard, tiro con arco… ¿tiro con arco? “Sí, sí, tiro con arco. Nunca me dijeron que no a nada de lo que proponía”, explica sentada en una cafetería en la playa de Salinas, a orillas del Cantábrico.

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Ovetense de 21 años. Estudiante de Integración Social. El pasado diciembre compitió en el Campeonato del Mundo de surf adaptado en La Jolla, California. Primera mujer española que participa en la prueba. Logró el cuarto puesto. Medalla de cobre.

Carmen es un torbellino. Habla a toda velocidad y con un marcado acento asturiano. Sonríe y se ríe permanentemente. Conjuga con naturalidad los verbos ver y mirar. Es olvidadiza hasta el punto de haber olvidado “el palo” (así llama ella al bastón) en alguna ocasión. Y piensa rápido. Una profesora le preguntó: “¿Tú eres la ciega?”. Y ella le contestó: “Sí, y con el grito que me acabas de pegar, ahora también soy la sorda”.

Conoció el surf gracias a unas jornadas solidarias en 2013 en Gijón. Pero fue en junio de 2018 cuando decidió que quería competir. Con solo 10 entrenamientos se plantó en el campeonato de España celebrado en Valdoviño (Ferrol). Lo ganó. “Tiene habilidad para el deporte y equilibrio”, comenta su entrenador, Lucas García (Salinas, 45 años), dos veces subcampeón del mundo. Aunque no quieren decirlo, trabajan con el objetivo de acudir a los Juegos Paralímpicos de Tokio.

Entrenan tres o cuatro días a la semana siempre que el mar lo permite —la de Salinas es una playa muy expuesta— además de otras tres sesiones de gimnasio. Dan igual las condiciones —hoy el agua está a 14 grados y el ambiente a dos—. Lleva un traje de entre cuatro y cinco milímetros de grosor. Utiliza gafas de buceo. En los inicios, Carmen y Lucas se metían juntos al agua, pero en los ocho meses de entrenamiento ha ganado independencia. “Antes entraba y me empujaban la olas, ahora estoy aprendiendo a escucharlas”, cuenta Carmen. “En el agua no me siento distinta de nadie. Mi momento preferido es la bajada. Es emocionante sentir cómo te deslizas sobre la ola, como si las dos fuéramos una. Y me encanta cuando es algo un poco más difícil de lo habitual”.

Para que llegue ese instante, primero hay que escoger la ola correcta. A veces hasta la impaciencia. “En el campeonato de España veía pasar olas y olas y no sabía cuándo iba a llegar el momento”, dice Carmen. Una vez sobre la ola, se compenetran gracias a los silbidos de Lucas. 1, a la derecha, 2, a la izquierda. Aunque aún tienen que perfeccionar la técnica: “El otro día Lucas me grito ¡vaya olón! y yo entendí ¡un tiburón! y eché a nadar para el otro lado”.

Marián García (Oviedo, 51 años) es la madre de Carmen y una de las artífices de la contagiosa actividad de su hija. “Cuando nació claro que estuve un poco plof. Supongo que es normal. Luego entiendes que puedes meterla en una burbuja. La integración empieza en casa. Si no la integro yo en la sociedad, la sociedad no la va a integrar… Cuando me vino con lo del surf, la verdad, lo veía difícil, pero como siempre le he dicho que hay que probar todo lo que uno quiera…”. Fuera de casa, la infancia y la adolescencia de Carmen no estuvo exenta de ignorancia disfrazada de crueldad.

Ya sea para coger la ola en la dirección adecuada, o para imitar un gesto, Carmen muestra instinto. Y lo acompaña con una expresión muy empática. “Lo más guay es cuando la gente piensa que veo y me lo pregunta a mí”, dice con orgullo.

De toda esta aventura, se queda con “el valor que puede tener para otras personas, que a lo mejor encuentran una motivación” y, según explica, con tener ahora los ojos verdes. “Nací con ellos azules, pero siempre quise tenerlos verdes. Un día perdí una prótesis en el agua, y las nuevas me las puse verdes en lugar de azules”.

¿Y cómo te imaginas el mar?

“No lo pienso”.

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