Nadal contra el tiempo

El balear, que no juega desde el pasado 7 de septiembre, renuncia a Brisbane por una lesión en el muslo izquierdo a pocos días del Open de Australia. De nuevo, llegará a Melbourne con un rodaje muy escaso

Nadal se lamenta durante un entrenamiento en Brisbane.DARREN ENGLAND (EFE)

Alertado por el transcurrir de los hechos y los reiterados desafíos que le propone su propio cuerpo, tan hercúleo como siempre pero cada vez más quebradizo con 32 años, Rafael Nadal no encuentra respiro. Después de un curso tormentoso desde la óptica física –solo nueve torneos disputados el curso pasado, menos que nunca–, el balear se ve obligado a frenar otra vez cuando el calendario de este 2019 apenas ha eliminado tres días. En la antes...

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Alertado por el transcurrir de los hechos y los reiterados desafíos que le propone su propio cuerpo, tan hercúleo como siempre pero cada vez más quebradizo con 32 años, Rafael Nadal no encuentra respiro. Después de un curso tormentoso desde la óptica física –solo nueve torneos disputados el curso pasado, menos que nunca–, el balear se ve obligado a frenar otra vez cuando el calendario de este 2019 apenas ha eliminado tres días. En la antesala del torneo de Brisbane, solo unas horas antes de la que iba a suponer la apertura oficial de la temporada para él, el ganador de 17 grandes comunicó que arrastra una dolencia en el muslo izquierdo y que había decidido posponer su reingreso a las pistas para evitar males mayores.

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“Intenté jugar, quería jugar”, incidió, “pero las indicaciones de los médicos iban en otro sentido", señaló el de Manacor con rostro serio, aquejado de una distensión muscular que la semana pasada ya le condujo a renunciar a la disputa del tercer y cuarto puesto en la exhibición de Abu Dabi, tras haber perdido contra Kevin Anderson. “Es algo pequeño, pero si compito puede empeorar. He estado entrenándome y mis sensaciones no eran malas, pero existe un riesgo importante de que, si jugase aquí, no pudiera competir en Melbourne”, agregó el balear, pensando directamente en la cita que arranca el día 14.

Salvo que la recuperación invite a lo contrario, Nadal desembarcará en el primer grande del año en una situación similar a la del ejercicio anterior: escaso de ritmo, con poco rodaje y otra vez sobre aviso, porque tanto en 2017 como 2018 cerró el año afectado por diferentes contratiempos físicos. Aunque es conocida de sobras por él, otro de los numerosos tenistas triturados por la dinámica voraz de un circuito que poco entiende de treguas, la tónica no deja de ser una merma anímica para un hombre que desde hace mucho tiempo libra una batalla muy superior a la que propone el juego en sí. Desde hace años, Nadal no advierte mayor enemigo que su propio chasis.

Lucha el balear contra su cuerpo y una realidad sumamente paradójica, porque sus éxitos serían inconcebibles sin la carrocería que ahora, adentrado en la treintena, le plantea un reto de dimensiones superlativas: ni Roger Federer, ni Novak Djokovic ni el auge de los jóvenes, cada vez más contestatarios. Sobrevivir a la vez a sí mismo y al paso del tiempo. “No quiero sufrir más que el año pasado, porque si enlazas varios años con el principio y el final del pasado [microrrotura en el psoas ilíaco en Melbourne y retirada en Nueva York por el dolor en una rodilla], eso mentalmente te mata”, se sinceró hace un par de días, cuando al Año Nuevo le reclamaba por encima de todo “salud y jugar lo máximo posible” porque Nadal, este Nadal treintañero y desengañado, no encuentra mayor perspectiva de la felicidad que la de tener continuidad en las pistas.

Solo 15 torneos, menos que nunca

Sabe el mallorquín que si está en buenas condiciones el paisaje que tiene enfrente es muy distinto, de ahí la variación estratégica que se han impuesto él y su equipo para este curso. De aquí en adelante, Nadal pretende dosificar al máximo los esfuerzos con el objetivo de preservar su físico y prolongar su carrera. No forzará, de ahí que haya trazado un calendario menos exigente que otros años. Habiendo renunciado a Brisbane, su plan incluye 15 torneos; al margen de los cuatro Grand Slams y los ocho Masters 1000 obligatorios se ha inscrito en Acapulco, Montecarlo y Barcelona. De estos tres últimos torneos, solo el mexicano se disputa sobre superficie dura, la más agresiva para sus rodillas. Además, no figura ningún preparatorio sobre hierba de cara a Wimbledon.

Nunca antes había programado Nadal un trazado anual tan corto. Obligado a la prudencia y a ser lo más selectivo posible, en este sentido también influye la intervención de Carlos Moyà, un técnico de perfil más conservador que el predecesor, Toni Nadal. El futuro, comprende todo el equipo, pasa por minimizar los riesgos y eludir la competición si el físico no está en perfectas condiciones. “Estar lesionado es muy duro, te cansas de tener dolor”, admitía hace unos días en Abu Dabi. “Después de lo que sufrí el año pasado con las lesiones no quiero cometer errores, como jugar si no siento que estoy al cien por cien”, añadió a su llegada a Brisbane.

Sin competir oficialmente desde que se retirase en las semifinales del US Open (el pasado 7 de septiembre) y tras pasar por el quirófano para reparar el tobillo derecho, Nadal apura los días para tratar de llegar con garantías a Melbourne y escapar de la espiral negativa. Tras el ensayo en falso de la semana pasada en el emirato, después de 112 días en la reserva, sigue sin tenerlas todas consigo y por eso decidió echar el freno de mano de inmediato. Receloso, tiene claro que su mañana pasa por escuchar a su cuerpo. Es Nadal contra sí mismo y su circunstancia. Nadal contra el tiempo.

Andy Murray, enigmático: “No sé hasta cuándo podré disfrutar del tenis”

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El que fuera número uno del mundo y campeón de tres grandes, Andy Murray, se enfrenta a una seria encrucijada después de un año y medio tortuoso. El curso pasado, el escocés (31 años) pasó por el quirófano debido a una lesión en la cadera y tan solo pudo jugar 12 partidos, divididos en seis torneos. La travesía pone en entredicho una carrera que alcanzó su punto álgido en 2016, cuando ocupó la cima del circuito durante 41 semanas consecutivas.

Hoy día, sin embargo, ni siquiera el propio Murray sabe cuánto podrá prolongar su presencia en las pistas. "Estoy feliz de estar de vuelta", señaló emocionado en Brisbane, pese a caer derrotado en la segunda ronda por Daniil Medvedev (7-5 y 6-2). "Quiero intentarlo y disfrutar todo lo que pueda. Trataré de disfrutar jugando al tenis hasta que me sea posible. No sé cuánto durará", agregó el de Dunblane, ahora instalado en el puesto 240 del ranking.

Residente en Londres, el británico ha invertido largas estancias en Filadelfia para rehabilitarse de la mano de Bill Knowles, un especialista que ha trabajado con futbolistas y jugadores de rugby o fútbol americano. “Han sido 18 meses, muchos altos y bajos, un proceso verdaderamente duro”, concedió Murray, que recientemente rebobinaba en tono melancólico.

“No puedo creer lo rápido que cambiaron las cosas para mí. Cuando me lesioné la cadera era el número uno y un año después seguía con la lesión. Miraba hacia atrás y pensaba que hay muchas cosas que desearía haber hecho de otra manera”, manifestó a BBC5 Radio justo antes de sellar el 2018. “Miras hacia atrás y hay cosas que te hubiera gustado lograr. Pensé que tenía tiempo de mi lado, pero ahora me doy cuenta de que no es así”, expuso Murray, bicampeón de Wimbledon y en una ocasión del US Open.

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