La marcha imperial a la española conquista Berlín

María Pérez, primera mujer española campeona de Europa en 20 kilómetros. Oro y plata para los jóvenes Álvaro Martín y Diego García

De derecha a izquierda, Álvaro Martín, medalla de oro en 20km, María Pérez, oro femenino, y Diego García, plata masculina, este sábado en Berlín.

Camina veloz Álvaro Martín solo y tan poderoso que solo falta que suene la Marcha Imperial de John Williams para que la escena alcance el clímax épico que merece. Y puede que hasta sonara en su cabeza, tan imparable camina hacia el oro, y su gloria. Llega solo y campeón Álvaro Martín, extremeño de Llerena, de 24 años, y el grito que suelta cuando su pecho toca la cinta que marca la meta es más que un estertor de gozo y fiereza al final desatados, es la materialización física, ondas sonoras disparatadas, brutales, no de una victoria, sino de la lucha por conseguirla.

Le persigue y no le ...

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Camina veloz Álvaro Martín solo y tan poderoso que solo falta que suene la Marcha Imperial de John Williams para que la escena alcance el clímax épico que merece. Y puede que hasta sonara en su cabeza, tan imparable camina hacia el oro, y su gloria. Llega solo y campeón Álvaro Martín, extremeño de Llerena, de 24 años, y el grito que suelta cuando su pecho toca la cinta que marca la meta es más que un estertor de gozo y fiereza al final desatados, es la materialización física, ondas sonoras disparatadas, brutales, no de una victoria, sino de la lucha por conseguirla.

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Le persigue y no le alcanza Diego García, de Madrid capital, y su sonrisa siempre de oreja a oreja, y sus ojos claros que brillan sinceros, y no los pierde, la sonrisa, la mirada viva, engañosamente infantil, ni cuando sufre ni cuando ataca ni cuando busca sin piedad acabar con la resistencia del rival, y derrotarlo. Tiene 22 años. Camina imparable hacia una medalla de plata que le colma.

María Pérez llega también sola, silenciosa, invisible como un avión espía, menuda, atómica. Sus pasos son ligeros y velocísimos. Vista y no vista y ya está, lejos, inalcanzable, dueña de una energía inagotable, y de una medalla de oro. Es la mujer de Orce. Tiene 22 años. Es una guerrera, como dice su entrenador, que la enseña a frenarse, a pelear con estrategia, o, como ella dice, a lograr que la disciplina del combate derrotara a la psicología que le pide ataque constante sin decir basta. Da un golpe. El golpe definitivo, y triunfa.

Los tres chavales nacidos cuando el siglo XX acababa y empiezan ahora a descubrir la dureza de la vida son los dueños del centro del Berlín Oeste, de su Iglesia del Recuerdo aún marcada por las bombas de la Segunda Guerra Mundial. Son lo dueños de los Europeos. Han sido capaces de elevar la marcha, el sector que históricamente más triunfos ha dado al atletismo español, a una altura que no conocía. Álvaro Martín y Diego García han conseguido el primer 1-2, oro-plata, de la historia en un palmarés europeo que incluye nombres tan sonoros como los de los campeones Josep Marín, Mari Cruz Díaz, Paquillo Fernández, Miguel Ángel López y Jordi Llopart y los medallistas de plata y bronce Dani Plaza, Chuso García Bragado, Miguel Ángel Prieto, Valentí Massana, Juanma Molina y Julia Takacs. Y ningún otro país lo había conseguido antes en los 20 kilómetros.

Y tampoco ninguna española había ganado antes los 20 kilómetros como lo hace María Pérez, que logra domesticar su ansia y atacar en el momento preciso, después de dejar que se hunda, como sabía que haría, la lituana Živile Vaiciukeviciute, a quien conoce muy bien aunque no recuerde cómo se pronuncia su apellido, como casi nadie. Su mirada está fija en la rival que cree más peligrosa, la veterana italiana Antonella Palmisano, que fue bronce en los Mundiales de Londres hace un año. Palmisano pica, ataca y muere bajo la feroz resistencia de María Pérez, la mirada fija en su decisión inamovible de ganar. Y cuando llega el momento, invisiblemente, con suavidad de seda, ataca duro y gana, María Pérez.

La joven de Orce, Granada, a una hora de Guadix, donde se entrena con Daniel Jacinto Garzón, no quiso hablar con la prensa el día anterior a la carrera. No lo hacía, quería explicar, porque entonces diría cualquier cosa como “voy a por la medalla” o “quiero ganar”, que le comprometería moralmente, y entonces se acostaría y empezaría a darle vueltas en su cabeza a la frase y a porqué la había dicho, y no dormiría bien y se tenía que levantar a las cinco de la mañana porque la competición estaba anunciada a las nueve. No habla y duerme bien y madruga, pero la competición se retrasa dos horas porque un vecino ha olido a gas en una calle del circuito de un kilómetro y se despeja la zona hasta que los bomberos no comprueban que es una falsa alarma, que ni huele a gas ni hay fuga ni hay peligro. Al final salen las mujeres junto a los hombres, a las 10.55, carrera mixta y confusa que permite a unos y otras participar de extras en las hazañas de unas y otros. Y que le permiten aprovecharse de los hombres en unos 5.000 últimos metros frenéticos, marchados a un ritmo de 4m 12s el kilómetro, y en ellos ve a hombres rezagados a los que alcanza y supera y va a por otro. Están en su diana. Todos caen devorados.

La canícula se ha alejado temporalmente de Berlín, y las nubes a veces sueltan lluvia que refresca y despierta la memoria de Álvaro Martín y su primer Europeo, hace cuatro años en Zúrich, cuando ganó su compañero Miguel Ángel López. No huele a lluvia, huele a recuerdos y sueños, y al deseo de imitar al mejor. Cuatro años más tarde, le toca a él, a Álvaro Martín, la victoria. Miguel Ángel López derrotó junto a la catedral con las vidrieras místicas de Chagall a dos rusos, Ivanov y Strelkov. Derrotado por la lucha antidopaje el imperio marchador del Este, solo un compatriota suyo que ha superado las normas estrictas de participación, compite en Berlín. Es Vasiliy Mizinov. Es el más duro de los rivales. El que ataca el primero y hace la selección definitiva. En el grupo de cabeza quedan tres. Martín, García, que no deja ni un átomo de aire entre su marcaje y el rival, y Mizinov. A dos kilómetros del final, ni muy pronto para sus fuerzas, ni muy tarde, da el hachazo definitivo el extremeño. El madrileño tarda un poco más, pero también se va. Y la plata es suya. Y poco después llega María Pérez. Sola como los campeones de verdad. Y la Marcha Imperial debería sonar.

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