Suecia no necesita a Ibrahimovic

El conjunto sueco vence a Suiza en una nueva demostración de su espíritu de equipo y llega a cuartos

Los jugadores suecos abrazan a Forsberg tras su gol.Matthew Ashton - AMA (Getty Images)

Aunque en ocasiones utilizada con demasiada frecuencia y de forma baladí, la palabra equipo explica a Suecia como en esta pasada campaña definió al Barcelona. Se marchó Neymar y desde el club y el cuerpo técnico se refugiaron en el vocablo compactar porque nadie ofrecería la magia del brasileño, aunque bajo el lema de los Mosqueteros –Uno para todos y todos para uno-, podrían suplantarle. Les fue bien (conquistaron la Liga y la Copa) como también le ocurre a Suecia, que aceptó de mala gana la renuncia trope...

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Aunque en ocasiones utilizada con demasiada frecuencia y de forma baladí, la palabra equipo explica a Suecia como en esta pasada campaña definió al Barcelona. Se marchó Neymar y desde el club y el cuerpo técnico se refugiaron en el vocablo compactar porque nadie ofrecería la magia del brasileño, aunque bajo el lema de los Mosqueteros –Uno para todos y todos para uno-, podrían suplantarle. Les fue bien (conquistaron la Liga y la Copa) como también le ocurre a Suecia, que aceptó de mala gana la renuncia tropecientos de Ibrahimovic para la fase de clasificación del mismo modo que le negaron la vuelta porque Suecia no va a la carta, porque los jugadores se habían convertido en un verdadero equipo. Y eso evidenció frente a Suiza, un auténtico bloque en el campo, siempre con las líneas apretujadas por más que la situación exigiera la contra, el repliegue o el acoso en campo ajeno, basculaciones ordenadas, solidaridad como bandera y excelencia defensiva a balón parado. Con eso y con Frosberg bastó para desmontar a Suiza, que peleó en las áreas con Shaqiri y Sommer pero se perdió en la zona de confección.

Nada más sacar de centro, recibió Lindelöf y se resbaló para perder el cuero y provocar una contra suiza que Shaqiri completó de forma defectuosa, con un chut torcido. Fue un infortunio, un error puntual. Nada que ver, sin embargo, con lo que sucedió en un inicio en el área contraria porque Suecia tenía claro cómo incordiar al rival porque presionó más alto que de costumbre y sobre todo lo hizo sobre Lang y Djorou, que suplían a los sancionados Lichtsteiner y a Schär, la raíz del juego. Estrategia que propició más de un sobresalto pero que Berg no pudo aprovechar porque tras ese robo y pase interior de Toivonen, le pegó tanto con el alma como con el tobillo, empacho de balón que acabó en las nubes. Y, de nuevo, tras otra pérdida y un gran barullo en el área, Berg volvió a probar fortuna con un remate con la zurda a la que replicó Sommer con una estirada de las que sacan cardenales, de las que el aficionado de la grada le pega un codazo al de al lado como señal de sorpresa y admiración. Advertencias que le valieron a Suiza para corregirse, para sacar el balón desde atrás de forma más directa y también por la izquierda, donde Ricardo Rodríguez devoraba metros y rivales para sacar centros con veneno, insuficientes en cualquier caso para destartalar a la zaga sueca, torres de mármol y Eiffel.

Shaqiri, aspersor de balones

Ya con el balón entre los pies, Suiza pudo conectar con Shaqiri, un diablo de Tasmania que partía por la derecha y que trazaba diagonales para pegarle o poner más centros, como ese que no encontró rematador y que le hizo cosquillas al poste por fuera. No había remate que valiera y tampoco hizo diana Dzemaili tras una doble pared con Zuber que le dejó solo en el borde del área, pero no acomodó el cuerpo hacia delante y la pelota se marchó por arriba. Suiza pedía el protagonismo y el triunfo, pero Suecia solo le iba a facilitar una de las dos cosas, cómodo sin la posesión y a la contra, grupo ordenado, físico y disciplinado, siempre con Forsberg -¡al fin Forsberg!- como crupier y repartidor de caramelos. Pero no solo eso. Pidió el balón, bailó con él y rompió tantas cinturas como líneas defensivas, aunque Berg estaba reñido con el gol. Por lo que Forsberg asumió también esa responsabilidad cuando le cedieron el esférico en el borde del área, cuando amagó con el disparo, cuando se perfiló y soltó un zapatazo que desvió Akanji para descolocar a Sommer y para festejo de toda Suecia.

No se desmoronó Suiza, escudado de nuevo en Shaqiri y su zurda, en sus centros con rosca y disparos planos. También encontró en Embolo y su velocidad el picante para poner en entredicho a la zaga contraria. Disparos de foguero porque no había tutía ni hueco por donde pasar frente a Suecia, que perdió un penalti a cambio de una falta por decisión correcta del VAR. Tanto daba. Suecia, que descabalgó antes del torneo a Italia y que echó a Alemania en la fase de grupos, logró superar la barrera de octavos. Éxito que no se daba desde el Mundial de 1994, cuando Larsson, Dahlin, Brolin y Ravelli alcanzaron el tercer puesto. A falta de ponerle el final a su historia, lo que dejó claro frente a Suiza es que el equipo puede con las individualidades.

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