El abatimiento contagioso de Messi

Tras el penalti fallado contra Islandia, el delantero del Barça, rodeado de un plantel que no lo acompaña, se diluye y deja sonada a la Albiceleste

Messi, en el duelo ante Croacia en el Nizhny Novgorod. CARLOS BARRIA REUTERSFoto: atlas | Vídeo: ATLAS

En Brasil la rivalidad con Argentina es en color. Antes de que la Albiceleste levantara su primera Copa en el 78, la Canarinha miraba con cierto desdén a sus vecinos, fuertes en América, débiles en el mundo. Entonces, apareció César Luis Menotti para profesionalizar un juego siempre más pendiente del talento que del trabajo. Con El Flaco como piedra angular, el hilo conductor lo marcaron los entrenadores, se llamen Bilardo, Basile, Pasarella, Bielsa o Pékerman. Hasta un sublime, aunque con mal genio, ...

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En Brasil la rivalidad con Argentina es en color. Antes de que la Albiceleste levantara su primera Copa en el 78, la Canarinha miraba con cierto desdén a sus vecinos, fuertes en América, débiles en el mundo. Entonces, apareció César Luis Menotti para profesionalizar un juego siempre más pendiente del talento que del trabajo. Con El Flaco como piedra angular, el hilo conductor lo marcaron los entrenadores, se llamen Bilardo, Basile, Pasarella, Bielsa o Pékerman. Hasta un sublime, aunque con mal genio, Maradona se puso al servicio de Bilardo para volver a colocar a Argentina en el techo del mundo en México 86. La Asociación del Fútbol Argentino (AFA) se desfiguró y la selección quedó a merced de un futbolista magnífico como Messi, capaz de llevar a Argentina a tres finales consecutivas, sin más armas que un pie izquierdo sin precedentes y una necesidad (quizá de diván) por ser reconocido en su país, la casa que le había cerrado las puertas para completar su formación en Barcelona.

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Hace tiempo que Argentina vive pendiente del fútbol y del estado de ánimo de Messi. Y, cuando se apaga el 10, brillan todas las carencias de un equipo, sobre todo de una institución. No es fácil interpretar los silencios del rosarino, Guardiola lo consiguió, también el Tridente. El técnico de Santpedor supo leer su mente; Luis Suárez y Neymar, su fútbol. En Argentina, en cambio, Messi no tiene quien lo cuide, mucho menos quien lo lleve a lo más alto del podio. Por el banquillo de la Albiceleste pasaron Basile, Maradona, Batista, Sabella, Martino, Bauza y Sampaoli. Siete entrenadores en los últimos 10 años. El grupo es el mismo, la idea de juego salta de una banda a otra. La relación entre el vestuario y sus distintos cuerpos técnicos siempre fue delicada. La última señal fue la del Kun Agüero en la zona mixta de Nizhni Nóvgorod. “Sampaoli puede decir lo que quiera”, respondió el delantero del City, cuando le dijeron que el técnico había hablado de un proyecto no interpretado por los jugadores.

Agüero no es un tipo cualquiera en la selección argentina. Hace más de 10 años que Messi y el Kun comparten habitación en cada concentración de la Albiceleste. “Maradona respetaba a tres o cuatro jugadores con mucha personalidad en su selección, Messi solo al Kun. Y todos sabemos como es Agüero”, sostienen desde la AFA. Entonces, la rabieta del punta del cuadro de Manchester no es otra cosa que un nuevo pulso entre Sampaoli y los pesos pesados del grupo. Los jugadores ya le habían pedido cambiar el sistema, también jugar con Lucas Biglia en el estreno en Rusia ante Islandia.

En la pizarra ante el cuadro vikingo ganaron los jugadores; frente a Croacia el cuerpo técnico. Siempre perdió Argentina. No pasó del empate ante la debutante Islandia y este jueves se comió un cachetazo tremendo frente a Modric y compañía, difícil de digerir para una selección del pedigrí de la Albiceleste. En cualquier caso, con calcado análisis, Messi pasó de omnipresente a invisible. “En Argentina se utiliza un lenguaje: ‘Dársela a Messi’. Leo es mágico, pero los magos también necesitan un escenario. Si Messi jugara en el Alavés no sé si saldría campeón. Para ganar necesitas a Messi, pero también a Busquets, Iniesta, Piqué... En definitiva, a buenos jugadores”, opina Menotti. “El plan A de Sampaoli era darle el balón a Messi, no había plan B”, tercia Ardiles. Y Sampaoli miró tanto a Messi que se olvidó del equipo. “Nos costó mucho hacerle llegar la pelota a Leo”, resumió el entrenador.

En los mundiales con Argentina, Messi tocaba una media de 72,2 pelotas por partido. Contra Islandia conectó con el balón en 115 ocasiones, frente a Croacia, 49. Desde que falló el penalti ante el cuadro vikingo, el 10 cayó en las redes del desánimo, desconectado en el campo, melancólico en la concentración. El pasado 17 de junio, pasó en soledad la celebración del día del padre en el centro de operaciones de Argentina en Bronnitsy. Dos días más tarde, su mujer Antonela intentó borrar cualquier tipo de especulación. “Siempre juntos y con vos más que nunca”, publicó en Instagram. Si el ambiente era gris en el núcleo duro de la Albiceleste, tras la debacle ante Croacia quedó negro.

Argentina llegó este viernes por la mañana a Bronnitsy, algunos cenaron, otros se fueron sin escala a sus habitaciones, nadie habló. Por la tarde, Sampaoli adelantó el entrenamiento una hora para que el grupo pudiera ver todo junto el partido entre Nigeria e Islandia, vital para las aspiraciones de la Albiceleste en el grupo D. Divididos entre ellos (hay una grieta entre los jóvenes y los mayores), en tensión con el cuerpo técnico, Argentina todavía tiene una pequeña esperanza de pasar a los octavos de final en Rusia.

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