Salah, Firmino y Mané, tres devoradores de almas

El tridente ofensivo del Liverpool despliega ante la Roma un catálogo interminable de recursos

Salah celebra su primer gol a la Roma con Mané y Firmino.Chris Brunskill Ltd (Getty )

El Liverpool vive con prisa. Juega el equipo de Klopp como si le persiguiera el viento, siempre al frente, sin miedo a la gloria. Desde la llegada del técnico alemán se aprovechan los reds del pavor que generan sus tres jugadores de ataque. Un tridente voraz, lleno de matices, de incalculable valor para cualquier amante del contragolpe. Firmino, Mané y Salah son al mismo tiempo ellos y los demás. Firmino puede ser Mané, Mané vestirse de Salah y Salah moverse como Firmino.

El intercambio de roles que realizan en cada partido los tres completaría, por sí mismo, un capítulo entero...

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El Liverpool vive con prisa. Juega el equipo de Klopp como si le persiguiera el viento, siempre al frente, sin miedo a la gloria. Desde la llegada del técnico alemán se aprovechan los reds del pavor que generan sus tres jugadores de ataque. Un tridente voraz, lleno de matices, de incalculable valor para cualquier amante del contragolpe. Firmino, Mané y Salah son al mismo tiempo ellos y los demás. Firmino puede ser Mané, Mané vestirse de Salah y Salah moverse como Firmino.

El intercambio de roles que realizan en cada partido los tres completaría, por sí mismo, un capítulo entero del manual para desactivar cualquier defensa. La Roma, con cinco futbolistas en su zaga, no supo nunca por donde le venía el peligro. A veces nacía en los repliegues de Firmino, otras en las apariciones de Mané, y casi siempre en la chistera de Salah.

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El egipcio, abierto al costado derecho, regateó, asistió, marcó y demostró que no hay jugador más en forma que él en Europa. Quizás Firmino. Ambos, con dos goles y dos asistencias, se convirtieron en los dos únicos jugadores en la historia de la Champions con semejante bagaje en unas semifinales. Su partido marca un antes y un después en la concepción de una delantera superlativa.

A la Roma no le dio tiempo a entender el juego del Liverpool, pues al tercer intento Salah colocó el balón en la escuadra. El gol, espectacular, solo abrió un tarro del que se escapan las esencias. Los movimientos de Firmino asfixiaron a Manolas, Fazio careció de recursos para contener a Mané y Kolarov ni vio a Salah durante el partido.

La lesión de Oxlade-Chamberlain, el enganche que maneja Klopp para convertir el trío en un cuarteto, no evitó la desconexión. Wijnaldum liberó a Milner, y las llegadas del inglés estiraron aún más el campo. Pero la Roma, con cinco goles en contra, buscó a sus dos torres, Dzeko y Schick, y llegó a poner en aprietos a un Liverpool que defensivamente se aturulló defendiendo las jugadas más básicas.

Antes de que todo eso pasase los tres delanteros se intercambiaron el balón, regalándose goles mutuamente y demostrando que la generosidad bien entendida es la mejor arma para repartir el peligro y agrandar el desánimo. En el pulso de los partidos el Liverpool apuesta por el golpe a golpe porque cuenta con tres especialistas en el KO. Los padeció la Roma y los disfrutó Anfield. Si hay estadios en los que se goce del fútbol esta temporada, ese es el del Liverpool.

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