Lo único que puede hacer Iago Aspas

Los galones de delantero titular (el cargo más importante en este país, al menos en democracia) parecen destinados a Morata o Costa por puro aplastamiento informativo

Iago Aspas celebra su gol a Argentina en el Wanda.Paul White (AP)

A Iago Aspas nunca lo salpica el debate, seguramente porque jugar en un equipo mediano, como el Celta, no te procura grandes lealtades ni excesivas aversiones entre quienes suelen plantearlo. Las controversias que rodean a la selección nacional acostumbran a dirimirse entre bandos enfrentados que confunden el territorio común con su propio barrio, a menudo reducidas a fricciones de ámbito local en las que pesa más la cercanía con los aspirantes y sus respectivos entornos que ...

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A Iago Aspas nunca lo salpica el debate, seguramente porque jugar en un equipo mediano, como el Celta, no te procura grandes lealtades ni excesivas aversiones entre quienes suelen plantearlo. Las controversias que rodean a la selección nacional acostumbran a dirimirse entre bandos enfrentados que confunden el territorio común con su propio barrio, a menudo reducidas a fricciones de ámbito local en las que pesa más la cercanía con los aspirantes y sus respectivos entornos que los méritos reales de los mismos. Así las cosas, los galones de delantero titular para el próximo mundial (el cargo más importante al que se puede aspirar en este país, al menos en democracia) parecen destinados a Morata o Diego Costa por puro aplastamiento informativo, sin que el futbolista de Moaña pueda hacer mucho más que lo evidente: convencer al seleccionador.

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Hasta el momento, nadie puede reprocharle que no lo intente y mucho menos que no lo merezca; algo hemos avanzado. Su actuación en el último amistoso contra Argentina no es más que el reflejo de sus muchas virtudes, las lógicas en un delantero con alma de centrocampista y veneno en las botas, un futbolista ilustrado que entendió a la primera una de las máximas del Teorema de Cruyff: nadie es tan rápido como la propia pelota. Su fútbol intuitivo combina a la perfección con unos compañeros que lo buscan y encuentran de un modo natural, sin necesidad de forzar situaciones propicias para sus características y esquivando, sin apenas reparar en ella, la ansiedad colectiva que a menudo provoca el ego natural del puro delantero centro.

Lejos del zafarrancho y el correcalles de antaño, España ataca hoy con la cadencia suave e incisiva del mar: una ola tras otra ganando espacio a la arena, sin urgencias, de ahí la importancia de contar con un jugador como Aspas. Es posible que la combustión inmediata de Costa y hasta la coartada —sea cuál sea— de Morata resulten adecuadas para momentos puntuales del campeonato pero las esperanzas de nuestro combinado nacional deben sustentarse sobre una partitura reconocible que el gaiteiro de Moaña interpreta como nadie, no en vano es la suya tierra de músicos, marineros y algún que otro contrabandista. La furia —parafraseando al Sito Miñanco de la serie Fariña— es para Terito y para los viejos; la inteligencia es el futuro.

Sea como fuere, Lopetegui ha demostrado el suficiente carácter como para no dejarse influir por las corrientes de opinión que soplarán con fuerza de aquí al verano. Cabe intuir, pues, que Iago Aspas partirá en igualdad de condiciones con los favoritísimos del foro al asalto definitivo a la titularidad aunque no parece que una cosa o la contraria vayan a cambiarle la vida en exceso. Suceda lo que suceda en Rusia, intuyo que seguirá dejándose ver en su bar de siempre, jugando a las cartas con los amigos o leyendo el periódico al final de la barra, junto a la máquina de los pistachos. “No sé, yo soy feliz aquí, no necesito más”, se confesaba hace poco más de un año en una estupenda entrevista concedida a Eduardo J. Castelao. La frase tiene su truco, como todo lo que define a Iago Aspas y a Galicia, que para el caso son la misma cosa: sabe, sí sabe.

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