Feliz Navidad para el Celta

El equipo vigués tiró tres veces a puerta, marcó tres goles y se llevó los tres puntos de Riazor en el derbi gallego ante un Deportivo desnortado que se queda en puestos de descenso

FOTO: Iago Aspas muestra el escudo del Celta tras uno de sus dos goles al Deportivo. / VÍDEO: Declaraciones de los entrenadores tras el partido.Foto: atlas | Vídeo: Cabalar (EFE) / ATLAS

El Deportivo se ha sacado el visado de todos los equipos que se condenan al padecimiento. Se acompaña de aseadas intenciones con la pelota en los pies, pero es un desastre sin ella, una verbena defensiva carente de un pasillo de seguridad y adobada por una pléyade de futbolistas cortados por un patrón que no les empareja con la agresividad. En apenas tres de los 17 partidos que se han disputado en este campeonato el equipo coruñés ha terminado con la portería a cero, en once de ellos encajó al menos dos goles o lo que es igual: hubiera necesitado tres para vencer, la misma cuesta arriba que te...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

El Deportivo se ha sacado el visado de todos los equipos que se condenan al padecimiento. Se acompaña de aseadas intenciones con la pelota en los pies, pero es un desastre sin ella, una verbena defensiva carente de un pasillo de seguridad y adobada por una pléyade de futbolistas cortados por un patrón que no les empareja con la agresividad. En apenas tres de los 17 partidos que se han disputado en este campeonato el equipo coruñés ha terminado con la portería a cero, en once de ellos encajó al menos dos goles o lo que es igual: hubiera necesitado tres para vencer, la misma cuesta arriba que tenía en esta ocasión al descanso ante el Celta y en Riazor. Golpeado con lo mínimo, el Deportivo se fue a la lona castigado porque tiene mandíbula de cristal, no es contundente y tampoco sabe alzar la guardia, un pecado además si enfrente tiene un equipo con colmillo. Tres veces tiró entre los tres palos el Celta, tres goles marcó y tres puntos se llevó.

El Celta ganó por segunda temporada consecutiva en Riazor y festejará una feliz Navidad porque superó a su eterno rival y le deja no solo seis puntos por detrás sino también en puesto de descenso. Todo con la perspectiva de dos semanas sin fútbol para rumiar una derrota que puede tener efectos sísmicos en el timón deportivo de un club por el que han pasado en tres años y medio seis entrenadores, técnicos de todo pelaje y condición, siempre a medias en tantas decisiones. Igual no es una cuestión de banquillos. El Deportivo ha atravesado un desierto con media cantimplora, pero ahora cuando ve el oasis se empeña en no avanzar hacia él y se aboca a pelear una vez más por mantener la categoría y ni precisamente con un plantel de guerreros. Sobre ellos está el foco, lo puso la grada de Riazor, primero para alentarles y al final del partido para despedirles con una sonora silbatina. Muy pocos apuntan todavía a plantas más nobles en las que se toman atinadas decisiones sobre aspectos vitales, pero tangenciales con lo futbolístico. Y al final manda la pelota.

Tampoco había pistas previas que invitasen a aguardar un Celta superior, sumido como está en la irregularidad, incapaz de recitar todavía al pie de la letra el atractivo libreto del técnico Juan Carlos Unzué. Sufre cuando tiene que restar el equipo vigués y lo volvió a hacer en Riazor, pero tiene dinamita arriba. El Deportivo le dio la mecha bien pronto, en una desatención al defender un centro de Pione Sisto al segundo palo ante el que falló la basculación defensiva y se avivó Wass para rematar casi bajo palos. El gol le dio más impulso al Deportivo que al Celta, le invitó a sacar el orgullo, a presionar y anticipar, a trazar un esfuerzo más generoso que eficaz, jamás sin encontrar a Lucas Pérez, que pasó de puntillas por el partido, más aplicado en la combinación que en el remate. Finalmente desesperado porque no logra encontrar el punto que tenía antes de su fallido viaje a Londres.

El Celta pasó algún mal rato porque no le gusta correr tras el balón y se quedó sin él. No lo necesitó para ganar y ese detalle, que pocas veces ocurre, revela las carencias de su oponente. Con la derrota mínima buscó el empate el Deportivo, lo tuvo cerca por empuje, pero no encontró el último pase. Al Celta le bastó con juntarse en torno a sus industriosos mediocentros y esperar al siguiente error, un mal despeje de Sidnei que incendió la zaga y resolvió Iago Aspas poco antes del receso. Nada más regresar embocó un libre directo por la escuadra y firmó un doblete que no hace sino que mostrar la madurez de un futbolista mayúsculo que ha olvidado la sobreexcitación con la que afrontaba este tipo de partidos y ya sabe como exponer todo su talento al servicio de su equipo y no del rival.

Para entonces el Deportivo ya había cambiado de plan. En la caseta se había quedado Emre Çolak, al que hace quince días tras la mínima victoria ante el Leganés se identificaba como el nuevo tótem en torno al que iba a girar la lucidez atacante del equipo. Pero todas las decisiones o sensaciones futbolísticas son efímeras en Riazor. Cristóbal llamó a Andone y transmitió el mensaje de que los pasos hacia la meta se debían acortar. Buscó el centro y la pelota al área el Deportivo, que recortó distancias por medio del rumano, pero acabó instalado en la indefinición, en la nadería porque ni fue directo ni encontró a quien ordenase el juego y le diese claridad, hasta el punto de que a diez minutos del final la afición celeste coreó con olés los inocuos pases blanquiazules en busca de espacios. Luego festejó un triunfo para el recuerdo: pocas veces el Celta necesitó exponer tan poco para ganar en Riazor.

Más información

Archivado En