El Londres más turístico machaca a los maratonianos

Triunfo keniano en la carrera de los 42,195 kilómetros, con oro para Rose Chelimo y Geoffrey Kirui

El keniano Geoffrey Kirui en la maratón del Mundial de Londres.Martin Meissner (AP)

Londres es para los ingleses, que gozan de su mal clima y de sus calles incómodas. Para sus atletas como Callum Hawkins o Alyson Dixon, que se motivan y se multiplican y se superan empujados por los miles que les jalean desde las aceras, sus héroes. Es duro ser turista en Londres, y maratoniano. Todo el día andando por la calle obliga a los viajeros sudorosos cargando pesadas mochilas a descubrir que todas las avenidas están desoladoramente cuesta arriba;...

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Londres es para los ingleses, que gozan de su mal clima y de sus calles incómodas. Para sus atletas como Callum Hawkins o Alyson Dixon, que se motivan y se multiplican y se superan empujados por los miles que les jalean desde las aceras, sus héroes. Es duro ser turista en Londres, y maratoniano. Todo el día andando por la calle obliga a los viajeros sudorosos cargando pesadas mochilas a descubrir que todas las avenidas están desoladoramente cuesta arriba; un maratón por todos los recovecos de la City hasta el Parlamento y vuelta al Puente de la Torre, el de las postales, hace que todos los maratonianos terminen junto al Támesis con la piel seca y brillante, tanto han sudado que no les queda ni una gota para evaporar. Así termina el ganador entre los hombres, el keniano Geoffrey Kirui (2h 8m 27s), de 24 años, que en el kilómetro 35 decidió el duelo de jovencitos casi recién llegados a la distancia que mantenía con el etíope Tamirat Tola, de 25 (2h 9m 49s), uno que mezcla el asfalto con la pista (corre los 10.000 en menos de 27 minutos y fue bronce en Río en la distancia).

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En la prueba femenina se impuso la atleta keniana Rose Chelimo (2h 27m 11s), que corre desde 2015 con el pasaporte de Bahréin por beneficio económico. En la meta le esperaban los comisarios políticos del país que le da de comer para darle la bandera rápidamente y para hacerse fotos con ella, que ha cumplido su contrato. Siete segundos después llegaron su excompatriota Edna Kiplgat, la doble campeona mundial, que no pudo aguantar el cambio de ritmo de Chelimo a falta de tres kilómetros, y la norteamericana Amy Cragg, bronce. “Me tratan muy bien en Bahréin”, dijo la ganadora. La IAAF ha congelado recientemente las nacionalizaciones exprés por tener pruebas, como reveló recientemente The Guardian, de que se trata de una trata de personas por parte de agentes sin escrúpulos.

Aunque comienza cuesta abajo desde lo más alto del puente, los 42,195 kilómetros de recorrido se hacen todos cuesta arriba. Javi Guerra, que ha terminado 17º su tercer mundial (2h 15m 22s), así lo ha sufrido. “No se parece nada el recorrido de la maratón comercial”, dice el atleta segoviano, el mejor maratoniano español del momento. “Ha sido duro, durísimo, todo eran falsos llanos y cambios de ritmo. No he ido cómodo en ningún momento. Es el más duro de los ocho que he corrido. No sé ni cómo he resistido. Le he puesto alma y cabeza y todo…” El atleta entrenado por Antonio Serrano al menos se consolaba por haber quedado el tercero de los europeos el británico Hawkins fue cuarto, y sexto el italiano Daniele Meucci, y por haber conseguido ya plaza para el Europeo de Berlín 2018. Los otros dos españoles, ni eso. Ayad Lamdassem e Iván Fernández no pudieron aguantar el dolor en pies y piernas, y las piedras de las calzadas, y abandonaron.

No se retiró ninguna de las tres mujeres españolas, que soportaron las mismas penurias, dolores, frustraciones y sed. “Y más cosas”, dice Marta Esteban. La valenciana fue la mejor de las tres, 21ª (2h 33m 37s). “Ha sido una mala experiencia. Muchas molestias en el estómago. Lo he pasado muy mal. Me ha costado terminar. Ha sido una carrera de supervivencia”. Y frustración: se quedó a un puesto de asegurarse un puesto en el equipo español para el Europeo de Berlín. Le dolieron también mucho los gemelos a la cántabra Paula González, que temía más la fascitis de sus pies. Y resistió. “Estos últimos meses me he infiltrado con corticoides, con colágeno, apenas he podido entrenar largo, pero me propuse terminar y he terminado”, dice González, 46ª en 2h 42m 47s. “Ya sé que el tiempo es muy malo, pero al final, hasta he disfrutado corriendo sola”. La 78ª, última de las que terminaron fue Marisa Casanueva (3h 5m 3s), que como premio de consolación se llevará a su casa la foto más bonita de los fotógrafos, su estampa bajo los arcos del puente colgante, y sola.

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