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La Ruta Norteamericana
Por Fernando Navarro

Cuando un columpio se balancea solitario: la ‘saudade’ de João Gilberto

La música y la vida ermitaña de uno de los padres de la ‘bossa nova’ representaban mejor que nada ese estado de añoranza oscilante

João Gilberto durante una grabación en un estudio de Brasil.Hulton Archive (Getty Images)

Dicen que la saudade es la presencia de la ausencia. Algo tan complicado como vivir permanentemente en una nebulosa de añoranza oscilante. Un columpio que se balancea solitario dentro de uno. En español, podría traducirse por nostalgia o melancolía, pero conviene no encajar a esta bella palabra del portugués ninguna literalidad de otro idioma. Descartar cualquier traducción exacta posible. Porque saudade es una palabra encendida, de inmensa carga poética, con su intransferible personalidad.

Si alguna vez hubiese que definir a la saudade, quizá la mejor forma sea dej...

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Dicen que la saudade es la presencia de la ausencia. Algo tan complicado como vivir permanentemente en una nebulosa de añoranza oscilante. Un columpio que se balancea solitario dentro de uno. En español, podría traducirse por nostalgia o melancolía, pero conviene no encajar a esta bella palabra del portugués ninguna literalidad de otro idioma. Descartar cualquier traducción exacta posible. Porque saudade es una palabra encendida, de inmensa carga poética, con su intransferible personalidad.

Si alguna vez hubiese que definir a la saudade, quizá la mejor forma sea dejarla sonar a través de la música de João Gilberto, uno de los padres de la bossa nova. Su sonido tenue y cálido es una expresión perfecta para entender esta suspensión del espíritu, ese estado emocional fuera de toda lógica.

Acaba de publicarse en plataformas de streaming Live at Umbria Jazz, un álbum editado originalmente en 2002 en Brasil y registrado en julio de 1996 en el Teatro Morlacchi de Perugia, en Italia. Como tantísimas cosas en estos tiempos líquidos, un disco más que acabará perdiéndose en la sobreinformación vital. Sucede todas las semanas: casi nada permanece, ni siquiera las informaciones que parecían urgentes e importantísimas. Este disco, más bien, se puede afirmar sin miedo a equivocarse que ni siquiera sobresaldrá entre los reseñables. Es una pena, aunque tampoco importa.

Live at Umbria Jazz es un directo de João Gilberto de una profunda intimidad, pero a su vez es una gran excusa para sentir viva la saudade de este músico exquisito. Su guitarra es delicada mientras esa voz de atardecer perpetuo canta cada frase como si fuera susurrada al oído. Porque, como decía Caetano Veloso, uno de sus más importantes discípulos: “Mejor que el silencio solo João”.

João murió en julio de 2019, pero, de alguna manera, es como si hubiese estado muerto mucho tiempo atrás. Este artista imprescindible para la cultura brasileña, un verdadero creador de primer nivel para la música popular contemporánea, llevó una existencia tan particular y extraordinaria como sus canciones evocadoras. Durante lustros, vivió desaparecido de la fama, pero aún más asombroso: de la propia vida social. Como un J.D. Salinger de la música, el brasileño no quiso saber nada del mundo exterior, más allá de su cotidiana y ermitaña vida, sin apenas contactos con sus hijas y su exmujer y algún viejo amigo, pero muy lejos tan lejos, como si estuviese fallecido, de la farándula musical.

El documental ¿Dónde estás, João Gilberto? cuenta esta desaparición del icono brasileño. Dirigido por el alemán Georges Gachot, quien ya había filmado tres películas sobre la música brasileña, el filme se adentra en el misterioso caso de Gilberto. Y lo hace después de que Garchot leyese el libro del escritor Marc Fisher, quien documentó sus intentos desesperados por localizar a Gilberto en Hobalala y acabó suicidándose una semana antes de la publicación del libro. Como una historia de detectives, el documental transita por Río de Janeiro mientras la sombra alargada de Gilberto planea a cada paso. Una investigación a la búsqueda del músico desaparecido, del hombre que huye de su historia. Vivía recluido en un piso de alquiler en Río de Janeiro. Siempre había luz en su ventana. Le gustaba dormir de día y llamar por teléfono a la gente más cercana, con la que, a veces, podía estar hablando por teléfono durante horas. Era una de sus obsesiones, como la comida china que encargaba en un restaurante o conducir de noche, sin necesidad de bajarse del coche.

Dicen que Gilberto odiaba y amaba tanto a la gente que no podía soportarla. Quizá es parte del conflicto existencial que marcó su carácter huidizo, su reclusión definitiva, tan larga como esas notas que quedaban suspendidas en el aire cuando tocaba en directo. La investigación del documental juega con la idea de que el músico aceptaría tocar su guitarra sin ser visto en una habitación de hotel, casi a modo de prueba de vida. Sin embargo, la única verdad es que la última vez que se supo de él fue en su muerte.

Saudade: presencia de la ausencia. Como su música, la vida de Gilberto fue una saudade permanente. Había un despojamiento existencial, que casi se podría decir que era consciente, como dejando escurrir todo el ruido mundanal que nos convierte en seres mecánicos, de un engranaje planificado socialmente. Consciente o no, era un despojamiento real, que se refugiaba en pliegues de la memoria, que encontraba en el presente recovecos de una cierta tristeza extraña. Un anhelo del que, en la mayoría de las ocasiones, es imposible desprenderse, como de la música de João Gilberto, que se cuela por los huesos hasta impregnarlos de su belleza doliente.

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