Columna

Los frikis de internet que pillaron al asesino

En Nochebuena, la soledad puede latir con mucha fuerza, pero es ocasión para descubrir documentales como 'A los gatos, ni tocarlos: un asesino en internet'

Fotograma de 'A los gatos, ni tocarlos: un asesino en internet'.

En estas noches de paz y de amor, la soledad late con mucha más fuerza. No importa si es elegida o fatídica: desaparecer entre la multitud es muy difícil cuando la multitud se ha dispersado en los salones de sus abuelos y no queda nadie en la calle que sirva de camuflaje. Para todos esos solitarios a quienes la Nochebuena se les atraganta, la pantalla es un sucedáneo del fuego de la chimenea.

Mientras los demás aguantan los chistes verdes del abuelo Herminio y cruzan los dedos porque los niños no descubran que ese Papá Noel es el tío Recesvinto con un disfraz comprado a última hora en e...

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En estas noches de paz y de amor, la soledad late con mucha más fuerza. No importa si es elegida o fatídica: desaparecer entre la multitud es muy difícil cuando la multitud se ha dispersado en los salones de sus abuelos y no queda nadie en la calle que sirva de camuflaje. Para todos esos solitarios a quienes la Nochebuena se les atraganta, la pantalla es un sucedáneo del fuego de la chimenea.

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Mientras los demás aguantan los chistes verdes del abuelo Herminio y cruzan los dedos porque los niños no descubran que ese Papá Noel es el tío Recesvinto con un disfraz comprado a última hora en el chino, esa constelación de solitarios puede sobreponerse a la caricatura de frikis de las pantallicas y aportar un servicio útil a la sociedad. Puede, por ejemplo, descubrir y cazar a un asesino, como en el documental de Netflix A los gatos, ni tocarlos: un asesino en internet.

Cuenta esta serie la muy fascinante historia de Luka Rocco Magnota, un individuo que subió un vídeo donde torturaba hasta la muerte a unos gatitos, con tan mala suerte (para él), que cayó en las retinas de un grupo de solitarios con mucho tiempo libre.

Luka Rocco Magnota resultó ser alguien mucho más siniestro y peligroso que un torturador de animales, pero cuando estos interneteros alertaron a la policía, aportando un aluvión de pruebas, los agentes no les hicieron ni caso. Lógicamente, pues eran lo que parecían: unos locos de internet. Y ahí yace la moraleja de esta historia y lo que de verdad aterra de ella: que los locos de internet tenían razón, y la policía, no.

A los gatos, ni tocarlos es una distopía en que los frikis aciertan y los demás no, y tener razón consuela de toda desdicha, incluso de la soledad de noches como esta.

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