Columna

Pesadilla

Inés Arrimadas era mi actriz favorita en ese teatro tan soporífero, falso, reiterativo, previsible, prosaico y vano de la política. Pero un guion equivocado la incita a repetir innumerables veces idéntico rollo

Ines Arrimadas, este viernes en Madrid. Victor J Blanco (GTRES)

Encuentro placer estético observando el rostro de Inés Arrimadas, sus movimientos, su sonrisa. Era mi actriz favorita en ese teatro tan soporífero, falso, reiterativo, previsible, prosaico y vano de la política. Y me gustaba su forma de expresarse, su tono desafiante, el punto suavemente macarra de una niña bien. Pero un guion equivocado o aburrido desde hace tiempo la incita a repetir innumerables veces la misma frase, idéntico rollo. Imagino que en su certidumbre de que los receptores tienen problemas auditivos o son cortos de entendederas. O que la repetición incansable de una mentira (o de...

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Encuentro placer estético observando el rostro de Inés Arrimadas, sus movimientos, su sonrisa. Era mi actriz favorita en ese teatro tan soporífero, falso, reiterativo, previsible, prosaico y vano de la política. Y me gustaba su forma de expresarse, su tono desafiante, el punto suavemente macarra de una niña bien. Pero un guion equivocado o aburrido desde hace tiempo la incita a repetir innumerables veces la misma frase, idéntico rollo. Imagino que en su certidumbre de que los receptores tienen problemas auditivos o son cortos de entendederas. O que la repetición incansable de una mentira (o de un disparate) acaba consiguiendo certificado de autenticidad.

Y flipo ante algunos de sus descubrimientos. El último es que el futuro Gobierno (y si no lo hubiera, la clase política merecería que sus votantes les despojaran a perpetuidad de sus sueldos) es la pesadilla del 95% de los españoles. Son horribles las pesadillas. Muchas de ellas resultan inexplicables, pero otras podrían tener sus raíces en el terror a perder lo mejor que tienes, la enfermedad propia o la de gente a la que amas, quedarte en la puta calle, ser empujado al vacío, que se hagan corpóreos los monstruos que engendra la soledad. No todo va a estar relacionado con el sexo instalado en el subconsciente, como aseguraba el señor Freud al interpretar los sueños.

Al salir a la calle voy contando mentalmente a las personas con las que me cruzo hasta llegar al centenar. Intento descifrar por el malestar de su expresión a las 95 almas torturadas al pasar su noche acorraladas por la pesadilla del venidero Gobierno. Y, cómo no, a los cuatro frívolos e irresponsables cívicos que, al igual que yo, han dormido como los angelitos. Merecemos ir al limbo.

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