El gran mercado del mundo

Calderón, en el Paralelo

Esta función concilia humor, sutil ironía, rigor, atrevimiento, respeto absoluto por la idea moral que Calderón defiende y fidelidad textual

Una escena de 'El gran mercado del mundo'. MARY ZIRKUS

El mundo entendido como una feria en la que cada visitante pugna por llevarse la pieza mejor: El gran mercado del mundo es una alegoría que hubiera erizado la peluca de Adam Smith, padre del capitalismo moderno, pues Calderón la utiliza para predicar la ascesis y fustigar la ambición. La pugna de dos gemelos por el mayorazgo y por una mujer de tronío (la Gracia divina), arropada por personajes que simbolizan vicios y facultades del alma, le sirve al autor para reflejar la dual condición humana.

Xavier Albertí, director del Teatre Nacional de Catalunya, ha vestido el Siglo de Or...

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El mundo entendido como una feria en la que cada visitante pugna por llevarse la pieza mejor: El gran mercado del mundo es una alegoría que hubiera erizado la peluca de Adam Smith, padre del capitalismo moderno, pues Calderón la utiliza para predicar la ascesis y fustigar la ambición. La pugna de dos gemelos por el mayorazgo y por una mujer de tronío (la Gracia divina), arropada por personajes que simbolizan vicios y facultades del alma, le sirve al autor para reflejar la dual condición humana.

Xavier Albertí, director del Teatre Nacional de Catalunya, ha vestido el Siglo de Oro español con ropajes del teatro musical de la Edad de Plata: alguno de los personajes de El gran mercado del mundo parece recién salido de El Plata zaragozano, nuestro último café cantante. Hay que tener coraje, criterio y conocimiento de causa para concebir una idea tan apropiada y llevarla a término con éxito. Su puesta en escena a lo Marthaler concilia humor, sutil ironía, rigor, atrevimiento, respeto absoluto por la idea moral que Calderón defiende y fidelidad textual. No tiene un ápice de la solemnidad que suele caracterizar a los montajes de autos sacramentales. El cuplé sicalíptico Régimen severo, El tango de la cocaína y otros cantables revisteriles añadidos ocupan aquí el lugar que las frecuentes entradas de músicos payos y gitanos ocupan en la pieza original.

El espectáculo transmite una tensión cautivadora entre lo popular y lo culto. Encarnada a lo Pavlovsky por una inspiradísima Silvia Marsó, la Culpa prefigura el ubicuo Diablo de la fantástica alegoría stravinskiana Historia del soldado. Al piano, Jordi Domènech le hace un brossiano homenaje a Carles Santos. Para mí que la Lascivia de Roberto G. Alonso tiene en diferido el nihil obstat de Escamillo y Johnson.

El gran mercado del mundo. Texto: Calderón de la Barca. Dirección: Xavier Albertí. Teatro de la Comedia. Madrid. Hasta el 27 de octubre.

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