Una melodía nueva sonó por primera vez, el pasado miércoles por la noche, en el vestíbulo del Lemon Rock, uno de los locales más populares de Granada, formado por un hostal y un restaurante, que además de a turistas, acoge conciertos de artistas a los que luego se empieza a escuchar por todas partes.
Esta vez las notas salían de los instrumentos y las gargantas del trío de hip hop Big Menu y del pianista y cantaor flamenco Diego Amador. Envolvían los versos que el poeta Benjamín Prado había escrito para la ocasión. Sonaba a muchas cosas y a algo completamente distinto. “Diego Amador ya es fusión en sí mismo, es flamenco, jazz, latino y Big Menu lo mismo, son funk, electrónica, o sea que es una doble fusión. Algo que suena a reacción nuclear”, bromea Benjamín Prado.
El poeta ha sido el anfitrión de este concierto que forma parte del proyecto Historias para una inmensa minoría, la segunda de una serie de experiencias, en colaboración con Cervezas 1906, en las que Prado dialoga con artistas de diferentes disciplinas. Tras elaborar un poema a partir de una receta del chef vasco Diego Guerrero, Prado ha dado forma a los versos de la canción que abrió el concierto de Amador y Big Menu en el local granadino. Un tema que aún no tiene nombre, pero que resume la filosofía de esta iniciativa. “La letra trata de esas inmensas minorías, personas que se dejan conmover, que quieren probar cosas nuevas, entre ellas, la sensación de que se convierte en alguien nuevo precisamente por ir por otros caminos y probar otras cosas”, asegura el escritor.
Tras arrancar con ese nuevo tema que Amador califica de “tanguito que vuela hacia otros muchos lugares”, Big Menu puso en marcha su fusión urbana. El power trío formado por dos barceloneses y un algecireño ponen siempre el peso en el bajo, la guitarra y la batería. Los beats electrónicos, esencia del hip hop, son solo un ingrediente de su brebaje sonoro, del que han bebido artistas como la argentina Nathy Peluso, que se apoya en ellos cuando sale de gira.
Diego Amador volvió a ensamblar su piano con los ritmos de Big Menu, a mitad de concierto. Después, un miembro de una familia consagrada a la música, defendió en solitario algunos de los temas que han marcado su carrera. El mestizaje no había terminado. Amador se expresa a través del flamenco, del jazz, del lenguaje clásico de la tradición española. “Me lo pasé bomba”, cuenta Amador.
Todo ocurrió ante los oídos de un público atento y algunos de los turistas, de todas las edades, que se alojaban en el hostal. Muchos se apuntaron a disfrutar de la música, desde los pasillos, en forma de corrala, que daban al patio central donde se celebraba el concierto. “La audiencia entendía lo que escuchaba y reaccionaba con grata sorpresa cuando la banda hacía algo original”, recuerda Prado. El influjo de la ciudad, asegura, se hizo notar. “Granada tiene el famoso duende, que es un tópico pero no deja de ser cierto. Es muy musical”.