Columna

Presidente por accidente: el arte de escribir series para la siesta

'Sucesor designado' va por la tercera temporada, así que es exitazo, y creo que se debe a que muchos de sus espectadores la vemos dormidos

Kiefer Sutherland en 'Sucesor designado'.

Se titula Sucesor designado y se emite en Netflix, pero yo la llamo Presidente por accidente. Va por la tercera temporada, así que es exitazo, y creo que se debe a que muchos de sus espectadores la vemos dormidos. Es el target perfecto: el espectador pasivo, que nunca apaga ni sale de la plataforma para irse a ver qué hay en HBO ni mira el móvil para tuitear que se aburre. Presidente por accidente pertenece al nunca bien ponderado género de series para la siesta.

La cosa va de que Kiefer Sutherland es el último mono del gobierno de Estados Unidos, per...

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Se titula Sucesor designado y se emite en Netflix, pero yo la llamo Presidente por accidente. Va por la tercera temporada, así que es exitazo, y creo que se debe a que muchos de sus espectadores la vemos dormidos. Es el target perfecto: el espectador pasivo, que nunca apaga ni sale de la plataforma para irse a ver qué hay en HBO ni mira el móvil para tuitear que se aburre. Presidente por accidente pertenece al nunca bien ponderado género de series para la siesta.

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La cosa va de que Kiefer Sutherland es el último mono del gobierno de Estados Unidos, pero un ataque terrorista se carga el Congreso (todo el Congreso) y el último mono deviene presidente. Nadie da un penique por él, claro, pero en tres escenas emerge como un estadista fenomenal, un nuevo Kennedy, Lincoln y Obama, todo junto. A partir de ahí, los guionistas encontraron campo libre para delirar a gusto en tono de telefilme y melodrama patriotero, como si mezclasen El ala oeste de la Casa Blanca, Anatomía de Grey y El equipo A. Un cóctel más contundente que tragar dos somníferos con un whisky doble: la siesta perfecta.

La serie de siesta ideal tiene que ser mala, pero no tanto que provoque vergüenza. Tiene que ser delirante, pero no tanto como para que quieras seguir la historia. Tiene que estar mal interpretada, pero sin dar risa. Y, sobre todo, tiene que ser muy previsible y anticipar mucho los golpes de efecto, para que puedas cerrar los ojos sabiendo a quién van a matar en el capítulo y no te desvele la curiosidad.

Producir series de siesta es todo un arte incomprendido, y Presidente por accidente alcanza cotas sublimes en su género. Cualquiera puede ganar un Emmy, pero hay que tener el temple de un Mozart para acompasar la modorra de una siesta de verano.

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