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La Ruta Norteamericana
Por Fernando Navarro

Steve Forbert, gran artesano de canciones, visita por primera vez España

Después de 40 años de carrera, el músico estadounidense, admirado por muchos colegas de profesión, toca hoy en el Americana Music Madrid

No todos están llamados a alcanzar la gloria, pero tampoco no todos conocen el secreto para componer regularmente canciones con una eficacia emotiva a prueba de bombas. Tal vez Steve Forbert (Meridian, EE UU, 1954) podría haber sido un músico que jugase en ligas más grandes, pero el destino no siempre es justo. “No me preocupa la fama. Hago canciones y discos de los que me siento orgulloso. Vivo de un oficio que no me ha dejado de gustar. Me siento afortunado”, reconoce al otro lado del teléfono desde Estados Unidos.

Certero y humilde, Forbert visita por primera vez España actuando esta...

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No todos están llamados a alcanzar la gloria, pero tampoco no todos conocen el secreto para componer regularmente canciones con una eficacia emotiva a prueba de bombas. Tal vez Steve Forbert (Meridian, EE UU, 1954) podría haber sido un músico que jugase en ligas más grandes, pero el destino no siempre es justo. “No me preocupa la fama. Hago canciones y discos de los que me siento orgulloso. Vivo de un oficio que no me ha dejado de gustar. Me siento afortunado”, reconoce al otro lado del teléfono desde Estados Unidos.

Certero y humilde, Forbert visita por primera vez España actuando esta noche en Madrid dentro del festival Americana Music Madrid, primera parada de una gira que le llevará también por Barcelona, Zaragoza y San Sebastián. “No sé por qué nunca antes vine a España. Son cosas que a las que nunca tienes una respuesta para ellas, pero ahora estoy muy contento de ir y tocar”, señala. El cantante se ha hecho esperar en España después de cuatro décadas al pie del cañón con su folk candoroso, asentado en las raíces del country y blues, aunque sus orígenes vienen del fervor del Nueva York de mediados de los setenta, cuando el punk eclosionó.

“Voy a llevar unas cuantas copias de mis memorias a España y, aunque están en inglés, en ellas escribo todo lo que fueron mis comienzos en Nueva York”, avisa a modo de cuña promocional. “En el libro dedicó mucho espacio a explicar lo que significó para mí vivir en Greenwich Village entre 1976 y 1978. Toqué en un par de clubes de folk, pero lo que pasó es que en el CBGB’s tenías micrófonos abiertos y tenías una audiencia deseando conocer nuevas propuestas. Yo solo tuve que llegar con mi guitarra y enchufarla”. Solo con su guitarra, en solitario, es como se le podrá ver estos días en su gira española, aunque, según apunta, espera volver a España en 2020 con banda, donde incluye guitarra acústica y mandolina, dos de los instrumentos más característicos de su amplia discografía de casi 20 álbumes en estudio.

Sus dos primeros discos, Alive on Arrival y Jackrabbit Slim, surgieron en mitad de esa efervescencia neoyorquina. Dos obras magníficas -aunque el segundo se terminó grabando en Nashville- de folk urbanita, bebiendo del legado de Bob Dylan pero también desplegando un ropaje inquieto propio de la nueva ola setentera. “Dylan fue el mayor explorador del Greenwich Village, por supuesto. Era una referencia para todos los que queríamos defender nuestra música con una guitarra. Sin embargo, a mediados de los setenta, había una actividad fascinante en el Lower East de Nueva York. Vi a los Ramones cuando empezaron y firmaron su primer contrato discográfico. También recuerdo el impacto de ver a Blondie. Lo llamaron generación vacía, pero era una generación fascinada en la creación. Grandes creadores como Talking Heads, Heartbreakers o Television. Componían canciones de una gran inteligencia. No creo que el término vacío fuera el adecuado”, cuenta.

Cargado con la etiqueta del nuevo Dylan, que tanto afeó también a otros compañeros de generación talentosos como Elliot Murphy, Forbert dice que Nueva York, siempre tan caótica, siempre tan bendita, fue su escuela. “Nueva York era un lugar lleno de posibilidades entonces. Era como California pero sin tanta moralidad. Era la new wave y tenía algo de revolucionario también”.

En los ochenta, decidió irse a Nashville tras romper con su compañía y para probar nuevos planteamientos en su música. “Dejar Nueva York por Nashville no fue una mala decisión. Aprendí los rudimentos de la composición americana desde otra óptica”, confiesa. Se pone a citar nombres como Rosanne Cash, Nanci Griffith, Steve Earle, Mary Chapin Carpenter… “La lista podría seguir y seguir. Nashville está llena de gente con talento”.

Forbert charla con una educación exquisita y un tono relajado, usando un lenguaje conciso de ideas claras, como si su conversación sirviera también para ilustrar sus composiciones bien cosidas, como las que se recogen en otros bellos discos como Streets of This Town, publicado en 1988, o Mission of the Crossroad Palms, de 1995. Reconoce que uno de sus discos más especiales es un tributo a Jimmie Rodgers, pionero del bluegrass norteamericano que nació en Meridian, la misma localidad ubicada en Mississippi de la que proviene él. Forbert le rescató para audiencias más jóvenes con su particular voz sedosa y su estilo pulcro. “Es extremadamente importante. Es el padre de la música country. Pero además nació en la misma localidad que yo. Es muy especial para mí. Oí muchas cosas de él durante muchos años. Y durante décadas fue un nombre asociado al mejor country. Era primitivo, pero si prestas atención muchas canciones tienen elementos muy potentes. Era un genio”.

Artesano de canciones, Forbert, quien superó hace unos años un cáncer, no ha dejado nunca de sacar albumes competentes, de un estilo muy personal, sin grandes aspavientos, pero ganándose el respeto de los suyos, tanto de veteranos como Bruce Springsteen o Willie Nelson hasta más jóvenes como Ben Harper, quien colaboró en Over With You. “Harper resultó ser un tipo encantador. Apareció por el estudio, estuvo cuatro días escuchando mucho y tocando muy bien la guitarra pedal steel en varias canciones y se marchó. A veces, no se trata más que de eso”.

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