No sé si me explico

Rubén Grilo habla de lo digital y lo material en CentroCentro, en Madrid

Fragmento de 'Mongrels #3' (2019) de la exposición 'Indigo Eye', de Rubén Grilo.

Hay algo invisible en nuestra relación con las cosas que nos hace ser operativos. Tiene que ver con sistemas de comunicación y conexiones nerviosas, con órganos tan complejos como el cerebro, donde cada uno de los elementos son partículas que producen sentido al relacionarse entre ellas. Como un circuito cerrado basado en la retroalimentación y la velocidad. Algo parecido ocurre con el arte, un territorio de por sí lleno de patrones, atajos y maneras de visibilizar cosas, aunque siempre nos recuerda que hay algo que está más allá del rango perceptivo que es lo que nos hace ver lo que vemos, un...

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Hay algo invisible en nuestra relación con las cosas que nos hace ser operativos. Tiene que ver con sistemas de comunicación y conexiones nerviosas, con órganos tan complejos como el cerebro, donde cada uno de los elementos son partículas que producen sentido al relacionarse entre ellas. Como un circuito cerrado basado en la retroalimentación y la velocidad. Algo parecido ocurre con el arte, un territorio de por sí lleno de patrones, atajos y maneras de visibilizar cosas, aunque siempre nos recuerda que hay algo que está más allá del rango perceptivo que es lo que nos hace ver lo que vemos, una información que existe aunque no la valoremos.

Por esa interface discurre el trabajo de Rubén Grilo (Lugo, 1981), uno de los artistas más sólidos y coherentes de su generación. Sus obras aluden a ese valor del conocimiento inmaterial que apenas puede explicarse. Tal vez por ello, él mismo juega con la suspensión de sentido casi facilitando el que sus exposiciones no acaben de entenderse. O aparentemente. Rubén Grilo es de los que piensan que lo difícil es no entender algo, o producir algo que no se entienda de ninguna manera, aunque en esa resistencia de lenguaje dispara un sinfín de preguntas sobre la relación con la tecnología y nuestros hábitos con ella.

Grilo profundiza en las formas que puede llegar a adquirir el chocolate y en sus múltiples técnicas de control

Parte de la tradición del arte conceptual, pero despojándola de nostalgia para analizar la forma en que los códigos culturales, la información, el display o la intuición participan de manera positiva o negativa en la construcción de la realidad. Lo hace mediante diferentes medios como el material de archivo, la animación láser, las proyecciones de PowerPoint, el uso de objetos o los patrones de desgaste como el trabajo con el tejano de Zara que vemos en Indigo Eye, su exposición en CentroCentro (Madrid) dentro del ciclo Mirror Becomes a Razor When It’s Broken, comisariado por Sonia Fernández Pan.

Grilo profundiza en las diversas formas que puede llegar a adquirir el chocolate y sus múltiples técnicas de control. Una metáfora de los sistemas de producción industrial, de Internet como utopía para la singularidad, de la subjetividad individual precocinada en moldes y del propio centro de arte como circuito cerrado, tan complejo como a veces hermético. Además, convertido en moneda, el chocolate se convierte en fetiche contemporáneo al tiempo que recupera su pasado como factor de intercambio económico y su vínculo con las élites sociales, por donde se filtra otra lectura desde la retribución al trabajo artístico. También apunta a su conocida función para satisfacer un deseo insatisfecho, a esa idea de recompensa más allá del goce, y pone en duda esa supuesta pureza vinculada a lo artesanal, por donde se traducen muchos de los pensamientos de él como artista. Un trabajo inteligente hasta en su versión más inteligible.

‘Indigo Eye’. Rubén Grilo. CentroCentro. Madrid. Hasta el 24 de marzo.

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